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jueves, 25 de julio de 2013

Cuando otro vive en ti

                                                         José Antonio Cortés
                                                                                                      
  


M
Ario se desplomó en mitad de la clase de estadística y empezó a convulsionar; sus ojos abiertos mostraban una mirada perdida. Mientras estaba tendido en el suelo, algunos de sus compañeros corrieron a reanimarlo a la vez que gritaban: «Llamen al 911». El equipo médico que llegó a los pocos minutos, tomó el  control de la situación. Los alumnos se agolparon curiosos. Después lo sacaron inconsciente en una camilla y se lo llevaron en una ambulancia.
         Mario se encontraba en la sala de espera listo para el trasplante. Un nuevo corazón estaba disponible para él. En el umbral de la intervención, su mente escapó del rigor aséptico y divagó hasta el día  en que casi muere en la universidad, cuando fue llevado a una clínica en donde los médicos le informaron  que tenía una inflamación del corazón, que iba a quedar muy limitado y que no podría volver a clases. A partir de entonces su enfermedad  progresó hasta dejarlo postrado en la cama.

Laberinto de recuerdos

 Carlos Arango


- ¿ Reconoce en esta sala al asesino de su padre, el Profesor Belisario Vélez? - preguntó el juez.
- Sí su Señoría, - afirmó Santiago Vélez señalándome con su dedo índice - es él.  

viernes, 19 de julio de 2013

Caíno Malafama

                                               Eduardo Toro Gutierrez



Caíno Malafama,  espigado y musculoso, cargaba con la popularidad de ser uno de los más guapos de Yaburí. A sus veintiséis años había acumulado diez  de experiencia en las faenas de  arriería, respondía por una mulada de veinticuatro cabezas y dedicaba todo el  tiempo a las tareas propias del  oficio.
Mantenía la recua bien alimentada, los aperos en impecable estado y el poco tiempo que dedicaba al reposo era para soñar, tendido sobre enjalmas, con una negra indómita de carnes apretadas que vivía en Zaragoza; manejaba la aguja de arria con la habilidad de una araña y se distinguía de los demás arrieros por el uso permanente de una mulera  tejida por encargo, en pabilo rojo,  por manos expertas en el municipio de El Retiro; el sombrero de fieltro blanco cubría sus cabellos ondulados y negros como plumas de marabú; calzaba cotizas, llevaba al cinto una peinilla envainada  y un zurriago de verraquillo negro  con látigo de cuero de buey y el carriel de nutria terciado en bandolera.

Lagañita

Carlos Arango



Buscó la mano de su madre y encontró una diferente, no sólo por la sequedad de la piel sino por la ausencia de la presión cariñosa característica de ella. Sin embargo, no la soltó o sería más preciso decir que lo agarraron más fuerte.
-  Por favor no me suelte – dijo la anciana.
-  No señora – contestó el niño.
-  Me asusta esta multitud y no sé donde estoy. Quiero ir a casa de      mi hijo.
-  No se preocupe señora. ¿Donde vive su hijo?
-  Dos cuadras después del parque, al lado de la barbería – dijo ella    con la voz entrecortada pero un poco más tranquila.

lunes, 15 de julio de 2013

El traído

Eliseo Cuadrado



El  día veinte y cinco, al poco tiempo de salir el sol, los vecinos de la cuadra salíamos a mostrar lo que nos había traído el Niño Dios. No alcanzo a recordar si la expectativa al acostarnos el veinte y cuatro era mayor que el despertar al día siguiente a buscar el traído.

El patio alterno


                              Eliseo Cuadrado



A las dos de la tarde recorría la avenida de tres carriles de sur a norte. Miré por el espejo retrovisor derecho y al constatar directamente la ausencia de otro vehículo, me dispuse a cambiar de carril con la precaución adquirida en un accidente reciente ocurrido en iguales circunstancias.

domingo, 7 de julio de 2013

Insólita boda de sangre


María Victoria Zapata

    
El frío penetra por la ventana de la prisión. Eduardo tiembla, y con los ojos desorbitados espera el momento de su ejecución. Busca con ansias, entre sus ropas, un diario. La historia comienza en un bar, a donde Clara llega buscando una sala de internet para elegir un hotel donde celebrar nuestra boda. Y de todos, eligió el Cachtce, un sombrío castillo medieval en el corazón oscuro de Eslovaquia.

miércoles, 3 de julio de 2013

Romano Santa Roque

 Eduardo Toro Gutíerrez


Los días en Yaburí eran largos y pesados. El tiempo transcurría con  lentitud agobiante; la soledad y la modorra señoreaban por las calles y la bruma   densa y  fría  penetraba hasta lo más profundo del alma. Era un pueblo agónico, condenado a desaparecer roído por el abandono. Lo único que crecía era   el  desarraigo,  su  provincial aislamiento y la maleza en los solares y en las juntas de las piedras de las calles.