Jorge Enrique Villegas M.
Moma leía “Nunca beses sapos” bajo la
sombra de un arce. La tarde estaba fresca, con pocas nubes. Alfredo la vio y
lamentó que estuviera ahí, en su sitio favorito. Allí preparaba la vara para la
pesca, lanzaba el sedal al estanque al frente, lo aseguraba, se sentaba, sacaba
de la cesta un emparedado, bebía vino, se fumaba un porro y esperaba a que las
percas picaran. No sabía que hacer. Se arrimó un poco más, carraspeó y silbó
una vieja tonada. Moma se fastidió.