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miércoles, 8 de julio de 2020

Ejércitos invisibles al acecho



Luz María Gómez Ospina



Tú, Coronavirus, elegantemente llamado Covid  19,  ser minúsculo y todopoderoso que transformaste con un  inicial y ligero movimiento de tu cetro, nuestras vidas en todo el globo terráqueo, deseo expresarte lo positivo que has traído, así como el caos e incertidumbre en que nos tienes. Familias que poco compartían el diario vivir por el compromiso y acelere con sus trabajos, se vieron obligadas a sobrellevar su existencia de un instante a otro, en imprecisas franjas de tiempo, un espacio común; ¡Qué gran reto para la convivencia! Algunos afortunados, sienten afianzar lazos; otros,  en la superficie de lo cotidiano, dejan ver desavenencias dormidas, que hacen de la inminente cooperación, un verdadero infierno. En otro ángulo están los que comparten su espacio con ellos mismos. El desafío es complejo. La mano amiga del arte podrá llegar al rescate.

¡Oh tiempo destronado!









Luz María Gómez









Oh tiempo, llegas a mí por fin para atraparte,
para caminar de tu mano y a tu paso,
para detener al implacable Ocaso
quién a un lugar incierto, ansía llevarme.

Muchas veces te soñé de esta manera.
El Dinamismo de lo circundante,
contigo al mando alargó la espera.
El Panorama vislumbra ahora, otra quimera.

¡Oh tiempo! hace días la inmovilidad reina.
Un ser invisible, tu corona hurtó.
Tus desdeñosas piernas marcan otro ritmo
y tú, sentado en el trono bostezas.

Es momento del goce, el placer sale a flote.
Atrapo el instante cada vez que deseo
y con él como aliado, más profundo leo,
escribo,
escucho sones y danzo.


Desde la hondura de mi ser, pienso y respiro.
Las hojas en los árboles y las flores con sus pétalos danzan,
en armonía con el canto de sorprendidas aves.
El viento orgulloso domina la orquesta
y desplaza corrientes de aire más sanas.

Todo está quieto, todo se detiene.
La señora Economía se estremece.
Una parte de su cuerpo no le obedece.
La dama Solidaridad, rompe el silencio y con voz fuerte clama.
La espesa multitud la aclama.

Se yergue con orgullo su majestad Esperanza
y con voz serena a la Humanidad, su voz alza:
a partir de ahora, nada será igual.
El tiempo sin corona,
los segundos ya no domina.
Otro porvenir se avecina.
El observarte a ti mismo,
a los otros y al entorno, será nuestra consigna
y si el señor Tiempo con ansias de poder retorna,
no encontrará su tarima.
El momento de aprender por fin llegó.
El señor Dinamismo con otros pasos arribó
y en el interior de cada ser se instaló.

lunes, 6 de julio de 2020

Del amor en un pabilo



                                Jorge Enrique Villegas M.

—Perdonen: ¿Ustedes qué esperan?—lo expresó mirando al grupo.
—Que vuelva—dijo el abuelo.
—¿Usted cree?
—Estoy seguro.
—Cuénteme qué pasó.
—Recuerdo una neblina densa que me hizo pensar que en el cielo no quedaban nubes. Era como si hubieran bajado donde estábamos. Todo estaba blanco, gris, gris, blanco. Parecía una pared. Nada visible más allá de nosotros. Me dijo: “Espérame aquí. No sea que tropecemos con algo”. A mi mente vino la única vez que estuve en un avión y de pronto por las ventanillas no vi nada del exterior. Solo nubes. Imagínese un avión escondido por nubes. Me alegré y sentí temor. Fue algo raro. Mis manos sudaban y el corazón tan veloz como el avión. Así volví a sentirme en aquel momento. Camel me repitió: “Espérame”.
—¿Cuánto llevan haciéndolo?
—No se. En aquella época yo estaba tierno. Ahora míreme… Estoy cansado.
—¿Alguien supo algo o dio noticias de él?
—Nadie. En aquella ocasión lo desobedecí cuando se deshizo la niebla. Pienso que pasó mucho tiempo. Sentí hambre, tuve sed, dormí. ¿Una hora? ¿Dos? ¿Un día? No se. Al frente quedaba la tienda donde él tomaba café y yo mi desayuno. Fui allá. Extrañé que estuviera vacía y la empleada que madrugaba y le hacía ojitos no hubiese llegado. Me puse a buscarlo. Todo se mantenía quieto. Sentí un silencio de miedo. ¿Dónde habrá ido?—me pregunté—. Asustado como estaba lo busqué en vano. Regresé a esperarlo donde me dijo. Como ve, aún lo hago… Será por costumbre. Lo cierto fue que Camel desapareció. ¿Usted, quién dijo que era?
—De la oficina que busca personas desaparecidas.
—Ah. Si, es verdad.