Clemencia Inés Gómez
En la criatura de Frankenstein, novela escrita por la británica Mary Shelley en 1818, se refleja el pensamiento de la filósofa, ensayista y poeta española María Zambrano, en lo que ella llamó “razón poética”. Podemos leerlo no como un monstruo, ni como un experimento científico fallido, sino como un hijo de la ambición humana, herido en su origen, símbolo del desamparo humano.
La filósofa nos enseñó que el ser humano es frágil, nace abierto a los otros, a lo divino, expuesto, atravesado por fisuras. La criatura, no fue fruto del amor sino del abandono a partir del nacimiento. La herida que lleva no es sólo física, sino ontológica, es hecha de trozos, carece de vínculos afectivos, no tiene raíz.
La herida en Zambrano es el lugar donde se asoma lo eterno. No es solo dolor, es también claridad naciente.