José Antonio
Cortés
Cuando Obdulio despertó no pudo moverse, estaba atado a una silla de
pies y manos. Su mujer de un golpe lo había dejado inconciente. Hasta él llegan los ruidos lejanos del caos que envuelve la
ciudad. Aún aturdido, quizás piensa que
lo que todos temían, está ocurriendo
como fue vaticinado hace varios meses. Según las profecías, una lluvia de asteroides aniquilará a
toda la humanidad, mañana 21 de diciembre a las seis horas. La gente, convencida de
que el final es inevitable, parece enloquecida. No hay electricidad, servicios públicos,
ni transporte. Obdulio desconcertado, se mira a sí mismo y ve a la mujer, pero
no entiende todavía lo que pasa.