Vistas de página en total

lunes, 25 de mayo de 2015

Hubo una vez

                                       Hugo León Zapata 


Hubo una vez cuando las mariposas a mi lado volaban,
cuando zigzagueando recorrían el océano de flores,
indiferentes a las cosas, a las gentes, para luego seguir y perderse en su fugaz devenir.
¿Quién no quisiera vivir  con su misma libertad?

Hubo una vez cuando un pájaro, de gracioso caminar,
se me acercó silbando
y acucioso me demandó su diaria galleta,
para luego verlo partir,
pero se me perdió en la nube borrosa que delante tengo.
Ellos, los pajaritos gozan del placer de la libertad y la visión sin limitación alguna.

Hubo una vez en que el amanecer era claro y diáfano.
Cuando mirando  las nubes pasajeras que llevan al garete figuras de animales y paisajes, vi cómo se  iban transfigurando,
creando nuevas figuras para desaparecer de pronto,
pero ya las mañanas nos son tan claras, ni tan tenues,
hoy son inciertas y lejanas,
tan idas, que se me han ido desapareciendo como vanos recuerdos, como perdidas ilusiones.

Hubo una vez un corazón ardiente que a veces se va descerrajando,
que quisiera perderse en lontananza,
pero se aferra a su pasado, por miedo al  futuro,
donde nos está esperando lo que creamos,
allí estaremos, aun a nuestro pesar.

Hubo una vez un día en el que temprano me levantaba para 
ir a coger guayabas al Carmelo,
en el que iba a jugar fútbol con mis amigos en la manga del parque,
o iba a traer el ternero para el ordeño,
o en el que bien vestido caminaba hacia la escuela.

Hubo una vez  cuando a las siete me levantaba para leer,
pero también hubo una mañana en que los rostros fueron borrosos,
los caminos oscuros,
los objetos distantes,
y ya no pude ver las arrugas de mi cara.

Hubo una mañana  cuando mis ojos dijeron:
¿Cómo es mi nariz y  la cara de Priscila?
Sus facciones se habían perdido para siempre de mi vista,
como si en el sueño de la vida se estuviera borrando mi pasado.

Somos tan poca cosa,
al final de nosotros tan ni siquiera quedará el recuerdo,
sé que el mundo no se acabará por mí,
aunque si se acabará para  mí.

domingo, 17 de mayo de 2015

El sendero y El viajero

                                                          Alba Lucía Echeverri

                                                                            El Sendero
Me detuve al borde de la carretera, descendí del auto. Vi por primera vez un sendero que lleva a mi casa. A medida que avanzo una niebla espesa se levanta, ni un soplo de brisa, quise retroceder, pero la bruma oscurece todo, me siento atravesando un largo túnel vegetal. Cuando al final llego a mi casa, sobre ella fulgura el tímido resplandor de dos lunas.
                                                                El Viajero


Su mirada aquietó mi ánimo, aunque fue la llave que abrió el cofre de mis palabras y la confianza perdida. Él quería saber el por qué de mi sonrisa y lo que intuyó como un dolor en el alma. Le respondí al viajero estelar que era mejor mostrar regocijo y no recordar el pasado.  Conmovido avanzó hacia mí, pero debí detenerlo, tres días antes su abrazo cariñoso había convertido a Teresa en cenizas.

martes, 5 de mayo de 2015

El niño sin huellas

Alba Lucía Echeverry




        La comadrona corre por la trocha que va a la hacienda Ángel, casi al final divisa una vivienda fabricada con bareque y tejas de barro, opacas por la lama de los años.
      A María del Carmen le aumenta el desasosiego, el líquido le moja las piernas, los dolores son insoportables,  el bebé ha comenzado el viaje de su vida. La comadrona entra al rancho de pobres. Ve la cabeza del bebé entre las piernas de la madre. Se acerca, rompe la membrana, corta el cordón umbilical,  lo baña, y lo revisa. Le aconseja que lo lleve al doctor para lo de las vacunas,  alimentación  y cuidados generales.
       Lo que la comadrona vio en el niño a la luz de un candil en el rincón y los parpadeos de madrugada, se regó como una noticia maligna en el pueblo, con la velocidad de un hilo de pólvora.