Hugo Zapata
Son las siete de la mañana, leo La
luz difícil de Tomás Gozalez, con extrema dificultad, se me pierden
las letras en una nube de sombras, como si mis ojos se fueran cerrando, pero no los
culpo, no a mis años, con tanta
existencia encima. Al cerrarse me encuentro en la penumbra ambigua de un recuerdo, pero mi memoria también se va difuminando. Con el recuerdo de
mis ojos perduro. Eran negros,
cafés, pero en todo caso viejos; la oscuridad del tiempo robó sus colores. Recordaré su pasión inmensa por todo lo que vieron, viejos compañeros alguna vez llenos de luz. Pero se me están yendo, y no lo puedo evitar, ya han perdido su gracia y su brillo, y en poco solo quedará el
recuerdo de lo que alguna vez vieron, y ya no verán, no verán más el mundo, ahora yacen en una penumbra de colores
inciertos que se va disolviendo.