El monje se aburría largas horas de rodillas. Una noche soñó que decía al abad: “no puedo hacer los ejercicios espirituales, no tengo rodillas”. Se reía en el sueño de su condición. Al despertar aquella mañana no pudo levantarse de la cama, para hacerlo necesitaba de sus rodillas.
Jesus H Cifuentes
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