María Elena Londoño
El caos se presentó hacia el medio día cuando llegaron a arrestar a doña
Diana. Nadie sabía qué estaba pasando y todos, aterrados, la mirábamos y a los
de la Fiscalía.
-Señora Diana Zorrilla, queda usted arrestada por la desaparición del
señor Fidedigno Posada…
Siguieron todas las formalidades. No entendíamos qué pasaba. Solo la
secretaria, Marlene, miraba con cara de satisfacción.
¿Cómo que el señor Posada estaba desaparecido? ¿Cuándo, quién lo vio por
última vez?
De
pronto el contador gritó.
-Es imposible, Fidedigno no está
muerto.
Todos nos
dirigimos a él con cara de sorpresa.
-
¿Por qué lo sabe?
No dijo más, cayó como una plomada, desmayado.
Cuando salieron con la señora Diana, todos fuimos donde Marlene. Al
principio no quería hablar, pero no es capaz de quedarse callada. Siempre que
necesitamos un chisme, ella es la propia. Empieza a contarnos que una tarde
encontró a la señora Diana averiguando por la efectividad de un veneno y, al
preguntarle, le contestó que era para matar a un perro que la traía loca.
Investigando - según ella - se olió que a quien quería matar era Fidedigno, de
quien constantemente se quejaba dizque porque la estaba traicionando y que no
podía dormir de tanto pensar con quién podría ser, pero por más que pensaba, no
encontraba pistas. La señora Diana compró el veneno, Marlene dice haber visto la
factura. Aterrada, empezó a buscar a Fidedigno. La señora Diana le decía que se
había ido de viaje, que a lo mejor con la otra, él le había dicho que no volvería
en un tiempo largo. Pero Marlene sospechaba que lo hubiera podido envenenar,
eso sí, sin asegurar la forma como pudo deshacerse del cadáver. Marlene no
encontró a Fidedigno. En la empresa le decían que no sabían dónde estaba,
entonces llamó a la Fiscalía.
-Y ya saben, la investigación debió dar resultado, porque hoy vinieron
por ella –concluyó Marlene-.
Mientras Marlene hacía la narración, la señora Diana declaraba ante la Fiscalía. Aclaró que Fidedigno Posada
no estaba desaparecido. Se había ido de vacaciones, o por lo menos eso fue lo
que le dijo.
–Debe estar con la perra esa concluyó.
Soltaron a Diana, aclarándole que la estarían llamando hasta que apareciera
el marido.
Al día siguiente, Fidedigno apareció, vino a confesarle que había estado
en la casa de Mariano Cuadrado, el contador, solo él le brindaba la paz que
ella no le podía dar. Acto seguido, mandó llamar al abogado para que terminaran
con el matrimonio.
Fue así que pude cortejarla.
Marlene terminó tras las rejas por lengüilarga.
¿Y quieren saber para quien era el veneno?
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