Cuando
era niña no me gustaba mi nombre.
Creo
que a mi mamá tampoco, pues insistía en que me lo debían decir completo: “Te llamas Carmen Elisa, no Carmen. Diles a
tus compañeros que te digan los dos nombres aunque se demoren”. Yo hacía caso,
pero a mis compañeros les daba risa. ¿Qué pasa si te decimos solo Carmen?