Miguel Esmeral
Muy temprano en el inicio de nuestra historia como nación, aprendimos a
usar la violencia como mecanismo para resolver los conflictos y satisfacer
nuestros deseos, violencia en su
expresión más cruel: el asesinato (homicidio en total indefensión). ¿Pero cómo lo aprendimos? Creo
que como se aprenden todas las cosas en el mundo, con el ejemplo, porque el
ejemplo es la herramienta educativa mas importante en la historia de la
humanidad. ¿Quién nos ha mostrado este ejemplo? ¿Cuál fue nuestro modelo?
En el momento de elegir entre satisfacer las necesidades individuales o
las colectivas, entre crear una gran nación o tener dinero y poder, nos ganó la
partida el individualismo a ultranza de nuestra elite dirigente presuntamente ilustrada.
Porque solo una persona ilustrada puede conducir los destinos de una nación. Se
necesita conocer para decidir, elegir,
ordenar y controlar. Desafortunadamente para nosotros, los colombianos, nuestra
elite eligió poder y dinero, pero también la violencia como mecanismo para resolver los
conflictos y satisfacer sus deseos. El problema es que doscientos años después sigue eligiendo la violencia
como mecanismo para mantener e incrementar su dinero y su poder, en una ciega y desenfrenada
carrera que cada vez más nos baña a
todos en un mar de sangre en el cual se ahogará hasta el último de nuestra
estirpe.
Incapaz de elegir otra senda nuestra elite desconoce, ignora, oculta y
deforma los logros obtenidos en otras latitudes, Sudáfrica por ejemplo. Un ejemplo
increíble, asombros, hermoso y hasta tierno, la misma elite que dirigía y mandaba
despóticamente (los blancos) cede el poder y procede a reconstruir la nación. Qué
cambio tan formidable para los destinos de millones de personas que habitan el país.
Los blancos se volvieron mas ricos, los negros viven mejor, también pueden ser
ricos y todos disfrutan de paz, tienen
fe en un proyecto de nación. Un caso excepcional en la historia de la humanidad,
porque a pesar de tener 400.000 años sobre la tierra aun seguimos esclavos de
nuestros instintos, prisioneros de nuestras pasiones y utilizamos la razón para
justificar nuestros inconfesables deseos egoístas.
Es necesario enfatizar que los alumnos superaron al maestro, el ejemplo
fue fervorosamente aprendido por todos nosotros y actualmente en Colombia vivimos
como lo predijo Hobbes, todos contra todos (en el contexto de una vida
solitaria, pobre, brutal y breve). El colombiano es el lobo del colombiano, nos
matamos desde el estrato uno al seis, blancos, negros, indios, mestizos, ricos,
pobres, civiles, militares, paramilitares, guerrilleros, narcotraficantes, delincuentes
comunes y entre familiares (basta leer las crónicas y cifras que se reportan
después del día de la madre en cualquier ciudad colombiana). Un aprendizaje tan fecundo en sangre es una de
las causas del atraso de nuestra nación. Impulsada desde la elite la violencia se amplifica al llegar a todas las
capas de la sociedad, ya entonces no es
posible razonar, no existe la posibilidad de argumentar, quien tiene una
opinión diferente es el enemigo, o por lo menos
sospechoso de serlo, de tal manera que el progreso se atrasa, mientras
nuestras mujeres y niños viven en un eterno lamento, en un dolor perpetuo y en
muchas ocasiones son victimas inocentes de una situación tenebrosa y
aniquilante.
Así las cosas nuestra patria ha escenificado al igual que la mitología
griega el fratricidio y el parricidio,
Zeus devora a sus hijos, para evitar que amenacen su poder, es decir,
vivimos en COLOMBIA PATRIA ASESINA, que
destruye a sus hijos y avanza presurosa hacia el abismo. Hemos creado una
cultura que en lugar de favorecer la vida idolatra la muerte, que acaba con sus hijos mientras los hijos nos
acabamos entre nosotros y de paso acabamos con la patria.
Soluciones
Qué difícil es imaginar soluciones al complicado acertijo, que si
intervención internacional, que si acuerdo humanitario, que si negociaciones de
paz, que si guerra y aniquilación total del enemigo (¿todos los colombianos?), que
si inversión social, que si mejor acabar
con todo y empezar de nuevo (algunos intentaron “refundar” la patria y miren lo
que hicieron). Total creo que las soluciones mágicas, fáciles y rápidas son un
imposible que no veremos nunca.
Considero que la solución parte del corazón y la razón de cada colombiano,
de un profundo amor a sí mismo y al hombre, como especie sobre la tierra. Urge una
argumentación mediante la cual, SE ENTIENDA y COMPRENDA, que la
vida de cualquier hombre es el bien mas valioso sobre la tierra.
Solamente cuando el corazón y la
razón de cada colombiano, se pueda expresar como rechazo a la violencia, cuando para cada uno de nosotros sea muy claro que la violencia no tiene razón ni
justificación, que el asesinato de cualquier ser humano (así sea el de un
delincuente) es injustificado. Solo entonces empezaremos a recorrer el largo camino
que lleva a la paz.
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