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viernes, 8 de enero de 2016

Quiero cantar

¡Quiero cantarle al aire que respiro!
Al aire que acaricia mis espaldas, mis mejillas.
A ese aire suave que cruza entretejiendo mis débiles canas.

                                                           Hugo León Zapata


Quiero cantarle al audaz  y traicionero viento que bajo el nombre de  voraz tormenta se lanza  como audaz vándalo,  con agua, rayos y centellas, sobre las desprovistas casas y cercados, creando desolación sin  piedad, como un ángel destructor de vidas y haciendas e ilusiones.

Quiero cantarle al sol mañanero que suavemente sube por la ladera de la gran montaña y poco a poco nos brinda luminosos destellos vibrantes de saludable calor y vida, llenándonos de  mil colores, borrando las sombras del ayer y prodigándonos alegría, despojando las dudas de la fugaz oscuridad con su vivaz  color. 
La luz es vida, la luz es sabor a guayaba madura, a sonrisas en el alma, con sabor a gloria por que ha amanecido un nuevo despertar. Llegó el día, llegó la mañana tempranera. Se desvanece la sombra y la oscuridad, un nuevo día con nueva ilusiones para aquellos de despertar bendito. Desapareció el cansancio, se despejó el  pasado, hasta los raros sueños. 
También quiero cantarle al sol que se va posando  sobre nuestras vetustas cabelleras envolviéndolas en su infernal calor, obligándonos a refugiarnos  a la sombra de un árbol, en la lúgubre madriguera, llegando a sofocar y enmudecer nuestros sentidos. 
Quiero cantarle a la dulce luna, luna lunera, luna cascabelera, la dulce luna. mírala, mírala allá arriba solitaria escondiéndose del sol, pero mírala, tranquila, blanquecina ella, pero impregnada de nubecillas azules, mírala allá.
Una dama hermosa  lleva una ramo de flores y  en su regazo posa un una inmaculada criatura llena de encanto y belleza.
También quiero cantarle a esa misma luna lunera porque ya no despeja la oscuridad, porque se olvidó de  iluminar las sombras, y que nuevamente nos deja en opacidad del tiempo y  a merced del miedo  y los sinsabores. Pero ya se va escondiendo por que el sol la está buscando  para dormir con ella, aunque sigue acompañada de ese inmenso cielo pululante de graciosas estrellas que la acompañan.
Quiero despedirme de la dulce luna, luna lunera, llena de amores, esperanzas y  aun  pasajeros amoríos y vanidosos. 
Le  canto al que ríe, al que  canta, al del corazón contento, al que contagia, al que trasmite su encanto y sus ilusiones, al que sin miedo  ni temor se siente lleno de gracia infinita, con poder del alma, con el espíritu abierto a la gran batalla por el  buen vivir a satisfacción completa. 
Quiero cantarle a los de difícil amanecer, aquellos que el recuerdo los acongoja y caminan con la cabeza gacha sin mirar lo presente y las estrellas, a los que no ven lo que poseen y su  alma acongojada y triste, a esos de mente loca y desorientada que no saben que el verde del camino está al alcance de su alma. 
No quise cantarle a la desigualdad humana,  merece mis respetos y oraciones.

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