¡Quiero cantarle al aire que respiro!
Al aire que acaricia mis espaldas, mis mejillas.
A ese aire suave que cruza entretejiendo mis débiles canas.
Hugo León Zapata
Quiero cantarle al audaz
y traicionero viento que bajo el nombre de voraz tormenta se lanza como audaz vándalo, con agua, rayos y centellas, sobre las
desprovistas casas y cercados, creando desolación sin piedad, como un ángel destructor de vidas y haciendas
e ilusiones.
Quiero cantarle al sol mañanero que suavemente sube por la
ladera de la gran montaña y poco a poco nos brinda luminosos destellos vibrantes de saludable calor y vida, llenándonos de mil colores, borrando las sombras del ayer y
prodigándonos alegría, despojando las dudas de la fugaz oscuridad con su
vivaz color.
La luz es vida, la luz es
sabor a guayaba madura, a sonrisas en el alma, con sabor a gloria por que ha
amanecido un nuevo despertar. Llegó el día, llegó la mañana tempranera. Se desvanece
la sombra y la oscuridad, un nuevo día con nueva ilusiones para aquellos de
despertar bendito. Desapareció el cansancio, se despejó el pasado, hasta los raros sueños.
También quiero cantarle al sol que se va posando sobre nuestras
vetustas cabelleras envolviéndolas en su infernal calor, obligándonos a refugiarnos a la sombra de un árbol, en la lúgubre
madriguera, llegando a sofocar y enmudecer nuestros sentidos.
Quiero cantarle a la dulce luna, luna lunera, luna cascabelera,
la dulce luna. mírala, mírala allá arriba solitaria escondiéndose del sol, pero
mírala, tranquila, blanquecina ella, pero impregnada de nubecillas
azules, mírala allá.
Una dama hermosa lleva una ramo de flores
y en su regazo posa un una inmaculada
criatura llena de encanto y belleza.
También quiero cantarle a esa misma luna lunera porque ya
no despeja la oscuridad, porque se olvidó de iluminar las sombras, y que nuevamente nos
deja en opacidad del tiempo y a merced
del miedo y los sinsabores. Pero ya se
va escondiendo por que el sol la está buscando para dormir con ella, aunque sigue acompañada de ese inmenso cielo
pululante de graciosas estrellas que la acompañan.
Quiero despedirme de la dulce luna, luna
lunera, llena de amores, esperanzas y aun pasajeros amoríos y vanidosos.
Le canto al que ríe,
al que canta, al del corazón contento,
al que contagia, al que trasmite su encanto y sus ilusiones, al que sin
miedo ni temor se siente lleno de gracia
infinita, con poder del alma, con el espíritu abierto a la gran batalla por
el buen vivir a satisfacción completa.
Quiero cantarle a los de difícil amanecer, aquellos que el
recuerdo los acongoja y caminan con la cabeza gacha sin mirar lo presente y las estrellas, a los que
no ven lo que poseen y su alma acongojada y triste, a esos de mente loca y desorientada que no saben que el verde
del camino está al alcance de su alma.
No quise cantarle a la desigualdad humana, merece mis respetos y oraciones.
No hay comentarios:
Publicar un comentario