Luz María Gómez
La obra me impactó desde el comienzo
por el dominio de la prosa que se torna
poética y de gran profundidad filosófica; por la estructura que es novedosa y
por la agudeza del autor para trabajar el estado emocional de sus protagonistas
e indudablemente por la presentación del tema histórico que deja ver una
investigación rigurosa, que no se queda en lo histórico y ahí radica uno de los
grandes méritos de la obra; va más allá, al traspasar la frontera entre lo histórico y
lo literario.
Para acercarnos al manejo que hace
Padura de la relación historia y literatura, citaré sus palabras al respecto.
En “Nota muy agradecida” página 571, Tusquets Editores, S.A, dice: “Por eso me atuve con toda la fidelidad
posible(recuérdese que se trata de una
novela, a pesar de la agobiante
presencia de la historia en cada una de sus páginas) a los episodios y la cronología de la vida de León Trotski en los años en que fue deportado,
acosado y finalmente asesinado, y traté de rescatar lo que conocemos con toda
certeza(en realidad muy poco)de la vida o de las vidas de Ramón Mercader,
construida(s)en buena parte sobre el filo de la especulación a partir de lo
verificable y de lo histórico y contextualmente posible. Este ejercicio entre realidad
verificable y ficción es válido tanto
para el caso de Mercader como para el de otros muchos personajes reales que
aparecen en el relato novelesco- repito: novelesco- y por tanto organizado de
acuerdo con las libertades y exigencias de la ficción”.
Para mí, como lectora, más que constatar sí
hubo ficción o no, es resaltar los recursos literarios que determinan que la
obra sea más que historia. Padura con
gran maestría logra dar vida a personajes históricos. Sabemos lo que vive cada
uno y lo que siente y expresa frente a los mismos trascendentales hechos. Esto
hace que tengamos varias visiones de lo que va aconteciendo; pero el ingenio
del escritor no se queda ahí. Domina a sus
narradores, así como el tiempo y el espacio, en los que se inscriben sus protagonistas.
Los hechos más significativos y desgarradores, transcurren en varios países
europeos, así como en Méjico, en la primera mitad del siglo XX, pero sus efectos
movilizan y estremecen el alma de personajes como Iván y Daniel, en el pleno
despertar del siglo XXI. Efectos que trascienden a los lectores.
Tenemos dos narradores en primera
persona, que a la vez son personajes: Iván, quién comienza el relato y Daniel
su gran amigo, quién lo cierra; encontramos, además, un narrador en tercera
persona, que nos habla de Stalin, de Lenin, de Trotsky, de Ramón Mercader, el
asesino de Trotski y de los seres cercanos a él, entre otros; El escritor Padura, nos ubica en varios
momentos del pasado a través de sus narradores; pero de inmediato, nos va
trayendo al presente, cuando los personajes destacados por la trama central,
dialogan y expresan sus difíciles y tormentosos estados de ánimo, así como sus
grandes reflexiones que sorprenden por la finura poética y la profundidad
filosófica. Personajes como Trotsky, Ramón Mercader, su mentor, Iván y Daniel,
se presentan ante nosotros, desde este gran marco. Desde el comienzo los lectores
nos sentimos atrapados por la trama, a pesar de conocer a partir de la
introducción, la acción principal que moverá el resto de sus hilos: Jacques
Mornard o Frank Jacson (Ramón Mercader) asesina a Trotsky. La magia de la prosa
que despliega un pensamiento crítico y profundo de lo narrado, nos sostiene
expectantes.
Las grandes pasiones que mueven a los
personajes principales, son el rencor y el miedo. Aparentemente sus acciones
están justificadas por perseguir el sueño de la gran utopía: Alcanzar una sociedad justa e igualitaria. El
drama se va mostrando, cuando empezamos a darnos cuenta de que los personajes
históricos que movilizan la utopía, sostienen una lucha férrea y enfermiza por
el poder; Ramón Mercader, asesino de Trotski, es el hijo de Caridad, mujer que
estila odio y rencor contra la clase social a la cual pertenece su marido y ese
odio la llevará a formar filas con sus hijos, en el proceso de alcanzar la
utopía de la sociedad perfecta. Caridad, mujer incapaz de amar, establece con
sus hijos y especialmente con Ramón, una relación de poder y sumisión que creará
las condiciones para que éste, acepte ser el elegido por Stalin y sus fuerzas
oscuras, para ejecutar una gran misión histórica: asesinar a Trotski.
El principal drama de la novela se
teje en la relación patológica entre Caridad y su hijo. Desde niño, lo dominó
con sus extraños besos, cargados de erotismo; besos que confundieron a Ramón
hasta la edad adulta y que ejercieron en él un fuerte poder a pesar de percibir
el constante desamor de su madre y el control sobre su vida. En la página 554,
de la edición, ya citada, podemos leer: “Pero
recordó que durante los infinitos exámenes psicológicos a que lo habían
sometido en Méjico, los especialistas creyeron entrever, en medio de aquel
odio, la presencia de una obsesión por la figura materna,...La memoria de los besos de Caridad, cuyas
saliva caliente y anisada le producía sensaciones equívocas, el malestar que
siempre le había provocado verla en compañía de otros hombres y la ascendencia
incontrolable que su madre había ejercido sobre él, tenían un componente
enfermizo del que había tratado de liberarse
por medio de la distancia y hasta de la hostilidad. El juicio de los
psicólogos lo había hecho meditar en las actitudes de ella hacia él y en el
desvalimiento de él ante ella, y comenzó a rescatar de su memoria caricias,
palabras, gestos, cercanías y palpitaciones que le resultaban dolorosamente
perversos.”
El drama se acentúa cuando Ramón a
pesar de ser consciente del desequilibrio emocional de su madre, permite que
ella lo convenza de formar parte de la misión en pro de “La Revolución
Socialista”, que le cambiará su vida. El poder de la madre, se prolongará en
África, quién logrará desde su postura rígida, fría y fanática del estalinismo,
reforzar la tarea ya emprendida.
Caridad engendra y forja al
victimario perfecto, quién se dejará fácilmente moldear por su mentor y a la
vez este mentor, será moldeado por el veneno y rencor de Stalin. Padura señala
el gran drama de la utopía de la Revolución Rusa y Cubana. El rencor que corroe
el ser de dos personajes como Caridad y Stalin, crea las redes de la telaraña
que acercarán a victimario y víctima y a infinidad de seres cegados, que no
pudieron escapar de los hilos que se tejieron en torno al odio, al fanatismo y
al miedo. El ansia de poder, el deseo de ser reconocido, van unidos al miedo.
Para Stalin, no fue suficiente tener el poder sobre toda una nación. Sus
energías se desplegaron, en sostenerlo. No sólo se le volvió una obsesión
eliminar a Trotsky, su principal y real adversario, sino a todos los posibles
adversarios imaginarios, susceptibles de volverse reales por haber sido
testigos y cómplices de sus crímenes y atrocidades.
El miedo, tema que atraviesa la obra, lo observamos
con intensidad en Ramón Mercader, cuando al final, muy cerca de realizar su
misión, descubre el engaño y el poder de todas las mentiras que lo
transformaron en marioneta; marioneta que tiene el poder de arrastrar a otras,
como la de Sylvia Ageloff, trágica y desgarradora relación. En los
instantes de lucidez, Ramón Mercader, alcanza a constatar que Trotsky, tiene la
razón al cuestionar a Stalin; pero no puede dar marcha atrás. ¿Por qué? Por
físico miedo, miedos que se multiplican: miedo a que lo maten miserablemente a él,
a su madre y demás seres queridos; miedo a quedar ante la historia, como un ser
despreciable y cobarde; miedo a sentir que la identidad perdida, no será recobrada,
si la misión fracasa. La cadena del
miedo y del horror, se extenderá a todos: a unos, de forma individual y
directa; a otros, en masa por los efectos de las guerras.
Lo más estremecedor de la obra, es
percibir cómo la relación de victimario
y víctima que se establece entre Ramón Mercader y Trotsky se va desdibujando
hasta llegar a borrarse por completo. En la medida en que los lectores vivimos
el proceso de pérdida de identidad de Ramón Mercader y de conversión en una
monstruo marioneta al servicio del dios Stalin, llegamos a sentir por Ramón Mercader,
la misma compasión, que siente el personaje Iván. Al terminar la obra, Mercader
y Trotski, nos inspiran el mismo nivel de conmiseración. Padura logra que los
lectores no juzguemos a Ramón. El proceso de enajenación vivido, lo hace más
víctima que Trotski; todas las relaciones que se dan en la obra entre
victimarios y víctimas, se derrumban, al aparecer con fuerza el único y gran
victimario: Stalin.
Algo que simboliza el desdibujamiento de la relación
victimario y víctima, es el amor por los perros que sienten Trotski, Ramón
Mercader e Iván. Los tres son víctimas de los odios y del ansia de poder de
oscuros personajes. El símbolo del desmoronamiento entre victimario y víctima, lo
representa muy bien, Leonardo Padura,
al situar a los tres protagonistas, en la misma dimensión de sensibilidad
frente a los perros. Para reforzar el símbolo, el autor nos presenta a Ramón
Mercader al final de sus días, en una playa, acompañado por dos galgos rusos;
perros que amaba Trotski. Ramón siguió fielmente el consejo de Trotski con
relación a la escogencia de la raza de los perros, así como del lugar
para pasear con ellos. En estas
circunstancias, se conocieron Ramón e Iván, quién de inmediato sintió una fuerte
atracción por los perros, su enigmático dueño y su estremecedora historia. El
título de la obra, cobra sentido.
El personaje Iván nos deja ver toda
la conmoción que le genera haber conocido a Ramón Mercader con su estremecedor
relato y más aún lo afecta el compromiso que siente de escribirlo y de publicarlo.
El cimbronazo que vive Iván quién para mí, representa a Padura, lo vivimos
también los lectores, al conocer junto con Iván y su amigo Daniel, el impactante
drama. La forma cómo termina Iván, afectado no sólo por haber conocido la
historia y el asesino de Trotsky, si no por vivir la triste y lenta muerte de
su esposa y en últimas todas las frustraciones por el fracaso de una utopía, quedan
simbólicamente expresadas por el hecho que corta su vida: el techo de su casa se le viene encima. El derrumbe de la casa, representa no sólo el
derrumbe de su vida por sentirse engañado y manipulado y por creer en una
utopía, si no el derrumbe mismo de ese sistema económico social y político que los
envolvió y los dejó ciegos a él y a la generación de su época. El sueño por una
utopía, los llevó a encontrarse con la distopía.
Leonardo Padura, con maestría rescata
la imagen de Ramón Mercader como asesino y victimario, al demostrarnos que fue
la peor víctima del odio de Stalin y para levantar más su imagen, nos lo
presenta como un ser sensible que ama a los perros y que centra su vida en
perseguir el sueño de una sociedad más justa. Muestra además a un ser con un
alto nivel de resiliencia e inteligencia. En la cárcel lee, estudia y aprende
varios idiomas; alfabetiza y en general desarrolla infinidad de destrezas que
lo ayudan a sobrevivir. Al final, enaltece más su imagen, cuando decide,
después de conocer por su mismo mentor, el entretejido de las mentiras y los engaños,
que lo envolvieron, buscar un destinatario para que revele por medio de la
escritura, no sólo su historia, si no el horror de una época. De esta manera, logra
cumplir el propósito de Trotski, cuando no permitió que los escoltas lo mataran:
desentrañar al autor y las oscuras
razones del crimen.
El drama del asesinato de Trotski,
toma toda su fuerza cuando la fatalidad lo encausa. Trotski siente cerca su
final. Avizora la inminencia de su asesinato y es como sí ya lo deseara. Lee
unas señales, pero no reacciona. Su
mente se nubla en el instante mismo en el que su lucidez las percibe. Observa unos comportamientos extraños en el cercano
asesino, desea repelerlo, pero las fuerzas para tomar tan importante decisión,
lo abandonan; el ambiente lo va creando el mismo Trotski para que su final se
materialice en el menor tiempo posible. Ramón a su vez, añora que algo falle y
que las cosas no se den; pero es como si la mano del destino estuviera allí
para sujetarlos con toda su fuerza.
Al culminar la obra, el remezón nos
llega. Sentimos que los líderes enfermos de poder que nos han acompañado a
través de la historia, continuarán siempre, mientras existan seres que los creen, los sigan y los respalden;
seres merecedores de una gran compasión. Expresan su apoyo ya sea porque se
identifican con sus falsos ideales, por miedo o por apatía; pero la razón más
profunda radica en la necesidad que siente el ser humano de encontrar “seres
superiores” que piensen por ellos y rijan sus vidas. Ramón Mercader, simboliza a todas las personas
que, por diversas causas y circunstancias, resultan ser víctimas de la
manipulación y de la enajenación. El camino se facilita cuando la madre establece
con los hijos una fría relación de poder y desamor.
No hay comentarios:
Publicar un comentario