—Son pocos—le dijo el jardinero—, con el invierno se reproducen rápido y devoran la vegetación que encuentran. Se parecen a las langostas que arrasan en un santiamén el campo. Son lentos para moverse pero eficaces al comer. Ya hemos llenado un balde. Este es el segundo.
—¿Qué hacen con ellos?
—Son una plaga. Hay que acabarla. Si no se hace los jardines
desaparecen. Se acaban las flores, las abejas, las mariposas. Sería una
tragedia.
—¿Pero cómo lo hacen?
—Con sal. Le ponemos capas de sal y los enterramos. Se derriten…