Clemencia Gómez
"La vida con un poco de silencio", parece el nombre de una película de ciencia ficción. Vivimos una época en la que el ruido se ha apoderado de las ciudades, de nuestros hogares y hasta de nosotros mismos. Estamos perdidos en el presente, en medio de una maraña mental de un gran número de pensamientos por día. Aún en la vigilia, estamos en un sueño hipnótico, obligando al organismo a utilizar una enorme carga energética, que obtenemos de los procesos metabólicos para recomponer el equilibrio interior. Al finalizar el día, regresamos a nuestra habitación con un gran cansancio mental, parece que nuestra mente fuera un vehículo en una competencia de carreras.
Aparece el silencio como el benefactor olvidado, el
personaje encerrado para que no salga, lo sentimos como el intruso, el
indeseable visitante, al cual le cerramos la puerta. Preferimos encender
nuestros equipos tecnológicos, para calmar el temor que el silencio nos
infunde.
El arte de hacer silencio es el medio que nos permite conectarnos
con nuestro propio ser, es un puente que nos ayuda a disolver la charla mental,
entrando en la consciencia no de hacer, sino de ser, podemos bucear en el mar
de nuestra mente, convirtiéndonos en observadores de nosotros mismos, sin
juzgarnos, ni criticarnos, que es lo que usualmente hacemos. Dejarnos abrazar
por el silencio, es una buena forma de empezar a ser, porque nos facilita la
recuperación de la calma perdida por los agites del tiempo actual.
Un día para guardar silencio
En la isla de Bali, ubicada en el archipiélago indonesio,
cada año en los meses de marzo o abril, se lleva a cabo una festividad llamada
HARI RAYA NYEPI, que significa el día de guardar silencio.
Una fecha en la que la vida allí se detiene, habitantes y
turistas deben permanecer en sus casas y hoteles, guardando silencio para hacer
creer a los malos espíritus, que la isla está vacía y así ahuyentarlos. Durante
24 horas, nadie puede realizar actividades laborales o de placer, es un día
dedicado a la espiritualidad.
El silencio desborda las palabras
El escritor y crítico literario
argentino, Francisco Luis Bernárdez, (1900-1978), se propaga más allá de
las palabras para expresar las profundidades de su ser, el silencio se
convierte en una manifestación
que va más allá de los sentidos y facilita el encuentro con dimensiones
inesperadas, convirtiéndose en el escudo y el arma de quien a él acude.
El silencio
No digas nada, no preguntes nada
Cuando quieras hablar quédate mudo
Que el silencio sin fin sea tu
escudo
Y al mismo tiempo tu perfecta
espada
No llames si la puerta está cerrada
No llores si el dolor es más agudo
No cantes si el camino es menos
rudo
No interrogues sino con la mirada.
Y en la calma profunda y
transparente
Que poco a poco y silenciosamente
Inundarás tu pecho transparente.
Sentirás el latido enamorado
Con que tu corazón recuperado
Te irá diciendo todo, todo, todo.
La literatura y el arte también se
nutren del silencio. Cuando leemos un poema, observamos un cuadro, vemos una
representación teatral, el silencio fluctúa entre el creador y el receptor,
haciendo que la obra adquiera una nueva dimensión, que excede a los
dos.
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