Carmenza Ocampo
Bogotá a las cuatro treinta de la mañana estaba oscura, llovía
desde el día anterior, el tráfico era denso, camiones de carga, buses y
automóviles avanzaban en lentas filas por la autopista. En un taxi iba Daniel Páez,
llevaba bufanda, vestido azul oscuro y gabardina, no debía tener más de 27
años, era alto, elegante, pelo castaño espeso y ondulado. Su cara pálida
mostraba tensión y sudor a pesar del frío.
-Por favor dese prisa.
- ¿Vamos llegando, a qué salida se dirige?
-Internacional- dijo Daniel.
En el counter preguntó por los vuelos a Europa.
-Tengo un vuelo que sale a Barcelona con conexión a Niza-le
dijo la dependiente-¿a dónde desea ir?
-Me sirve, deme un tiquete a Niza en primera clase, viajero
frecuente a nombre de Daniel Páez.
Daniel fue al baño y tomó una de las pastillas recetadas por
el Doctor Valdés, se miró al espejo, vio su cara pálida y sudorosa. Pensó en
que tomaría una pastilla para dormir. Se sentía agotado. Anunciaron su vuelo y
Daniel pasó a bordo. Su cómodo asiento de primera clase le permitía estirar las
piernas y acomodarse. Pidió un vaso de agua, le ofrecieron vino o champaña,
pero declinó.