Jesús Rico
Velasco
Una llamada
telefónica puede cambiar el curso de los acontecimientos en el camino de la
vida de una persona. Y fue el rector de la Universidad del Valle quien llamó a invitarme a ser parte del grupo
directivo con el cargo de Decano de Bienestar Universitario. Un año
después en agosto de 1988 estábamos, los miembros del consejo académico, inaugurando la Vicerrectoría de Bienestar universitario. Fueron necesarias varias reformas
universitarias, más conectados
con los procesos administrativos con variaciones estructurales sobre el sistema
educativo . Los componentes fueron
definidos en el Plan de Desarrollo
propuesto por el rector y aprobados por
todos los miembros del Consejo Académico.
El modelo
organizacional se presentó en el plan de
Desarrollo. Se comparaba con un
carruaje de cuatro ruedas girando en una misma dirección. Un módulo importante era la vicerrectoría académica encargada del
desarrollo y direccionamiento del futuro de la universidad como centro del conocimiento, la ciencia, la tecnología, la cultura y el
arte. La vicerrectoría administrativa con
una unidad de presupuesto, manejo cuentas,
fondos para pagos, y seguros.
La vicerrectoría
de investigaciones fue el eje que sustentó la importancia de la ampliación del conocimiento
científico y desarrollo tecnológico, necesario
para posicionar el nombre de la
universidad. Y la vicerrectoría de bienestar que congregaba varios servicios independientes manejados con objetivos separados de la
administración central.
Con Olga Lucia y
los niños vivíamos en el conjunto residencial
Zoilita en el barrio Prados del Norte en un apartamento confortable de tres alcobas,
un salón con balcón hacia la calle, una bonita sala comedor, cocina ampliada y
alcoba del servicio y dos garajes en línea. Los niños, casi
adolescentes, asistían al Liceo Francés
en la Flora en transporte escolar. Olga Lucía
trabajaba en el centro de salud del Refugio como enfermera directora después de terminar
una maestría en salud materno infantil en la universidad con logros meritorios. Por mi parte, dedicaba una o dos horas como docente de Demografía, metodología de la
investigación, y evaluación de servicios
de salud en los posgrados en el
Departamento de Medicina Social. Con la nueva
dirección de la Vicerrectoría de Bienestar
solicité una reducción de la
carga académica para poder concentrar mi
atención en la organización de la nueva dependencia.
Uno de los
objetivos de la Vicerrectoría era la organización del servicio médico
universitario para profesores, empleados y trabajadores de la Universidad con base en las ideas
de “salud familiar” con orígenes en
la Facultad de Medicina con un Departamento de especialización con apoyo
financiero de la Fundación Kellogg, Rockefeller,
Oficina Panamericana de la salud y la Universidad de Tulane.
Se nombraron los primeros
médicos familiares en un servicio formalizado en una
casa alquilada en el barrio Santa Isabel.
Varias resoluciones fueron necesarias para reubicar
los servicios médicos del edificio de la
Beneficencia del Valle con una auxiliar de enfermería como coordinadora de la
consulta médica. Era el primer intento
de organizar un servicio que tuviera como centro la atención a las personas y los miembros de la familia. Basado en un contenido dinámico de la atención primaria con componentes definidos en la conferencia
mundial sobre atención primaria en Alma Ata. El rechazo por parte del
sindicato de trabajadores fue
enorme, se oponían a ser
atendidos en un programa de medicina familiar.
Una mañana al llegar
a la oficina de la vicerrectoría encontré al lado de la puerta de entrada, un ataúd de madera pintado de color negro con varias calaveras dibujadas en sus
costados en señal de protesta de algunos miembros del sindicato. El mensaje fue impactante. Consciente de que el proceso de creación debía
continuar, organicé algunas reuniones con grupos pequeños de interés para
presentar los argumentos, poco a poco fueron haciendo el camino más transitable. Se
avanzó en la idea de desarrollar un
sistema propio de laboratorio
clínico pero fracasó ante el desarrollo
rápido de los servicios clínicos
especializados.
La formulación y
manejo de los medicamentos se organizo a
través de droguerías que confiaban en la administración universitaria. Sin embargo,
las dificultades principales se presentaron frente a la moral de personas que
manipularon a su favor la comercialización de medicamentos. Identificar los procesos fraudulentos se
hacía complicado pero en la atención individual se logró controlar con perspicacia el sistema de compra y manejo de la
prescripción.
La nueva
vicerrectoría de bienestar universitario era un
laberinto de actividades complejas
encaminadas a que los actores universitarios crearan un sentimiento de pertenencia. Otro servicio era la cafetería central
universitaria, con mi equipo de trabajo
nos esforzábamos para garantizar una infraestructura apropiada en la
consecución, conservación y adecuada
presentación de los alimentos. Se
manejaba un programa computarizado para
calcular las cantidades , variedades y composición de alimentos diarios . Sumado a la parte
nutricional: contenidos proteínicos, carbohidratos, grasas, vegetales y algunas
frutas.
Pero nuestros
esfuerzos se debilitaban por la participación
de personas inescrupulosas en los procesos de producción. Por ejemplo, se
compraba “carne de primera” pero su calidad sólo se veía reflejaba en las facturas, pero no, al servirla en la
mesa. Los estudiantes se quejaban de la dureza y baja calidad de la carne. Varias veces se vieron “bandejas al aire” en señal de protesta por
la falta de calidad de los alimentos. Sin embargo, el servicio era considerado aceptable
para la mayoría de la población estudiantil y usuarios.
Como mi vivienda quedaba en el norte de la ciudad y la
universidad en el sur, las distancias a recorrer eran considerables. Decidí convertirme en uno de los usuarios habituales de la
Cafetería. Organicé un espacio con una
mesa y cuatro asientos para los directivos
que quisieran usarla. Me atendían con especial atención: mesero para servir, mantel
blanco y servilleta de tela. Un diferencial
que apreciaba, una atención bonita para los directivos.
Las actividades deportivas y de goce tenían una organización institucionalizada.
En el manejo de una piscina semiolímpica para la
práctica de Waterpolo con cuatro metros de profundidad, trampolines con la altura especial para el salto de competencia
y una obra de arquitectura y de ingeniería para la celebración nacional
de los juegos deportivos universitarios . De nuevo debía enfrentar ese mal de la “corrupción ” que tanto mal
ocasiona como los continuos faltantes en las cantidades de los químicos para la
piscina. Los alquileres de las canchas deportivas administrados de manera inadecuada, se notaban los desfases en la
contabilidad. Como vicerrector tuve la fortuna de asistir a los juegos celebrados en la ciudad de Pereira y Armenia en el año 1988 o en 1989 a la premiación en la cual
Univalle fue protagonista.
Había un desgaste
permanente en todas las actividades que se realizaban. Solía
visitar algunos fines de semana las instalaciones deportivas, la cafetería y
los servicios de atención en salud pero
nunca fueron suficientes los esfuerzos. Las residencias universitarias, otro servicio de bienestar, tuvieron que ser cerradas por dificultades en
su manejo, y uso inadecuado de las
instalaciones por parte de los mismo estudiantes.
Los servicios odontológicos
existentes eran básicos y decadentes. Con ayuda de la
facultad de odontología se hizo una inversión considerable en la adaptación de tres cubículos completos
para mejorar la atención primaria odontológica
y dar respuesta inmediata a la atención de urgencias.
La prestación de servicios
psicológicos se reforzó con dos profesionales de tiempo completo. La confianza en el profesionalismo era la
base para suministrar servicios
psicológicos de alta calidad para una juventud proveniente de
clases populares con fuertes deseos de progreso y éxito. Recuerdo a uno de
nuestros psicólogos porque implementó en
la consulta nuevas terapias basadas en principios “freudianos” no
comprobados para reducir el estrés y mejorar el
comportamiento. Pasado un tiempo de realizar estas prácticas, dos estudiantes pidieron una cita urgente para
hablar conmigo sobre algunas dificultades que habían tenido en la consulta . En
nuestra reunión una de ellas comentó:
«Tal vez sea difícil de creer, pero el psicólogo nos
propone organizar reuniones en pequeños
grupos de dos o tres estudiantes. Luego, nos pide desnudarnos la parte de arriba del cuerpo y que
entre nosotras nos acariciemos suavemente. Como no estuvimos de acuerdo, se
estaba encolerizando, y salimos asustadas
»
Inmediatamente
llamé al rector para discutir lo que estaba pasando. El mismo día visité al profesional. En pocos
minutos se quebró mentalmente, comenzó a llorar y contar su tragedia personal, familiar, el uso de drogas y alcoholismo. Era increíble pero, el psicólogo que
pretendía ayudar a los estudiantes estaba peor que cualquiera. Recibió una
suspensión inmediata, se le otorgó una licencia laboral y apoyo terapéutico para su problema personal.
El antiguo
edificio de las residencias universitarias en el segundo piso se acondicionó
para ubicar los servicios médicos
estudiantiles. Se dotó con una
unidad de enfermería, vacunación, inyectología, atención de urgencias,
orientación sobre anticonceptivos y planificación familiar. Con dos
consultorios médicos para dar respuesta a la atención por demanda y programas
especiales orientados por las facultades de medicina, trabajo social, y fisioterapia.
Recuerdo un caso muy especial, el de Yolanda,
una estudiante que vino a mi oficina.
«¿En qué la puedo
ayudar?» - Le dije de manera desprevenida.
«Míreme bien
doctor, soy estudiante de Química. Voy a terminar la licenciatura, ¿cree usted
que con la cumbamba que tengo pueda conseguir algún empleo?» Comentó
señalando su rostro. En ese momento mi mirada se centró en su cumbamba. La verdad, era muy prolongada, un rasgo muy
notorio.
« Si, comprendo,
pero ¿cómo puedo ayudarte?” Respondí con cierta incomodidad.»
«Me gustaría
saber ¿cuáles son las probabilidades que tengo de que la universidad me autorice una cirugía
estética?»
Me quedé
pensativo un momento, sin perder de vista mi posición directiva, le dije:
« Las cirugías
estéticas no las cubre el Seguro Médico
».
«Pero, usted es
el Vicerrector de Bienestar Universitario y podría hacer algo». Añadió sin
titubear.
Sus palabras
fueron precisas, no tuve necesidad de pensarlo mucho . Era una mujer que pedía mi ayuda. Corriendo los riesgos del caso, le autoricé
una orden de cirugía plástica no estética para reconstrucción. Me agradeció y
salió. No volví a saber de ella. Después
de un tiempo, estando en mi oficina la secretaria me llamó, me dijo que una señorita graduada en Química
de la universidad quería hablar conmigo. Mi sorpresa fue enorme. Allí estaba
Yolanda recuperándose de la cirugía.
«Doctor, es una
estampa de la virgen de Guadalupe para que cuando la mire se acuerde de mi. ». Me
dijo extendiendo su brazo para entregármela.
«Trabajo como asistente de la dirección
técnica en el laboratorio de Merck Sharp and Dome . Me quieren mucho y además
estoy ayudando a mi familia».
Al salir Yolanda,
me quedé observando la estampita. Me había pasado por la galleta todas las normas establecidas para la
atención de estos casos clínicos.
Comprendí que también para eso sirve el poder, para torcerle un poquito
el pescuezo a la ética y ayudar
a los demás.
Algo faltaba en
todo este proceso de ajustes para facilitar la vida de los estudiantes,
profesores y empleados de la universidad. La visita del padre Cadavid de la diócesis de
Cali fue la respuesta, la luz para
alumbrar algunos senderos sombríos del laberinto de bienestar universitario.
« Padre,
bienvenido a la Universidad. Es un placer conocerlo. ¿En qué le puedo ayudar?»
Le dije de manera sincera, pues tengo una conexión especial con los curas.
«Tal vez de
entrada no comprenda bien las
intenciones de la solicitud que le voy a presentar. Desde hace unas semanas he conversado con
algunos jóvenes hombres y mujeres, y concuerdan
con el propósito de incorporar en el Bienestar,
un componente relacionado con la presencia de la doctrina de Cristo en la vida
universitaria la fe y la moral y algunas manifestaciones del culto.»
«La verdad no se
han considerado aspectos religiosos, por la libertad que debe existir en las
manifestaciones religiosas de los estudiantes
y demás personas en la Universidad .» Le respondí con cierta pena.
«Es importante
aclarar que este propósito es personal.
Solamente pido un espacio en donde pueda
trabajar y servir a los estudiantes sin
compromisos.»
Su noble
propósito me convenció. El padre Cadavid
había trabajado con grupos de estudiantes.
Quería un espacio para realizar conversaciones, reuniones pequeñas para comenzar,
sin avisos de nada, ni presentaciones formales. Salimos juntos de la oficina y
fuimos al edificio en donde estaban los servicios de salud, y de consejería psicológica. Se me vino a la mente un espacio del segundo piso. En la entrada había una pequeña
oficina cerrada sin uso, con un servicio sanitario individual, perfecto para lo
que el padre Cadavid proponía. El rector estuvo de acuerdo.
El tiempo fue
corriendo y no volví a saber de las actividades del Padre. Trabajaba en
silencio su propuesta de ayuda religiosa. Su presencia y aceptación por parte
de la comunidad universitaria fue creciendo. Las actividades religiosas se manifestaron
en un culto abierto con celebraciones de misas en diferentes lugares de la universidad:
conferencias, conversatorios y servicios
individuales propios del comportamiento religioso. Con el tiempo logró que le adjudicaran un
espacio muy importante en el primer piso de la Administración Central en
donde organizó una hermosa capilla. Nunca supe cómo lo logró y creo que aún hoy la
capilla funciona.
Pero seguía
faltando algo, a Álvaro, el administrador, y a los asistentes en la vicerrectoría se les
ocurrió crear los viernes
culturales con música y presentaciones de
Combos musicales, de vez en cuando alguna orquesta de paso por la ciudad, en un
espacio conocido como “El aeropuerto” por detrás de la Cafetería Central. Recibía este nombre por
ser el lugar predilecto para los “viajes” de algunos estudiantes por el consumo de marihuana y bazuco. Situación
difícil de manejar pero era un buen intento de recuperar y alegrar este espacio y las tardes de
algunos estudiantes con pocas oportunidades
para pasar un rato contentos con sus amigos.
Un arduo trabajo
en la organización de la vicerrectoría durante
tres años contribuyó a la idea de las
cuatro dependencias centrales apoyando
el plan de desarrollo alentado por el rector Rizo. Presenté la renuncia al cargo de vicerrector a
partir del primero de enero de 1990. La escuela de salud publica de la
Universidad de Tulane me había invitado
para trabajar como profesor investigador en la Escuela de Salud Publica de la
Universidad de Zaire, oportunidad que no podía rechazar. Solicité a la universidad una comisión de
estudios no remunerada por tiempo indefinido autorizada por el rector con el
apoyo del departamento de Medicina Social.
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