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lunes, 9 de noviembre de 2009

Metemsicosis de un senador

Un cuento de Isolda Alvarez de Maza
(Palabras Mayores Bogotá)


Me enteré de algunos pormenores de la vida del senador Narciso Valdeblánquez durante unos días de recreo en el eje cafetero, donde conocí a uno de sus colaboradores de la unidad de trabajo legislativo (UTL), aunque los medios de comunicación nos habían proporcionado detalles de su vida familiar y política la que se resume en que fue educado en los preceptos de la iglesia católica por Ulpiano, su padre, comerciante de autopartes y “ Caballero del Santo Sepulcro”, de misa dominical inconmutable y benefactor de una casa de jóvenes extraviados en los laberintos del expendio y consumo de drogas; consiguió que su hijo comulgara con sus creencias católicas, apostólicas, romanas y bogotanas.
  Amparo González, su madre, depositó en su único hijo todo su caudal amoroso y ayudó a su formación religiosa de una manera decidida.
  Su nombre, como la flor que se mira y admira en el reflejo que le devuelve el agua en la orilla del lago, correspondía a una buena apariencia física.
Narciso culminó una carrera universitaria e inició otra con proyecciones políticas escalando posiciones con paciencia y tenacidad desconocidas en él, mimado de la fortuna y respaldado por la chequera de su padre.
El novel político afianzó su bienestar contrayendo matrimonio con Sara Lipton, joven judía, cuya dote consolidó un jugoso capital. Hubo reticencias de la familia de la novia, cuyos padres optaron por imponer un matrimonio civil en contravía de las creencias religiosas de la familia del novio.
  Narciso aspiró al concejo de la ciudad adhiriéndose al Partido Triangular, que recibió en sus huestes a un prospecto joven, preparado y adinerado. Sus compañeros de aulas universitarias se fueron acomodando a la sombra del frondoso árbol de Valdeblánquez, siendo el principal Sebastián Villegas, paisa de los que hablan, hablan, hablan y no dicen nada, muy hábil en el reclutamiento de áulicos y en los proyectos de discursos, los cuales ya estaban clasificados en el disco duro, solo se trataba de cortar y pegar, según el auditorio o la plaza pública del momento.
   Al principio de su carrera política, Narciso invirtió capital propio en las campañas, pero en la medida que adquiría fuerza, los recomendados en los cargos públicos debían contribuir al sostenimiento de la sede política, con todo lo que eso implicaba: personal de apoyo, que incluía jóvenes atractivas para el mercadeo electoral, computadores, líneas telefónicas y el paisa fabricante de discursos, quien además controlaba a través de una cuenta bancaria las consignaciones  del 20 o 30 por ciento de los sueldos de los ahijados políticos, según categorías y estatus.
   Pasados ocho años, ya en el Senado, disfrutó a plenitud las mieles del poder: honorarios aceptables de 21. millones de pesos, UTL  por una suma equivalente, oficina bien dotada, camioneta, chofer, viajes a los cinco continentes, pasajes nacionales a mitad de precio en primera clase y sesiones dos o tres días a la semana,  sin contar cinco meses de vacaciones al año. La UTL marchaba al compás de los proyectos que soterradamente redactaban los equipos jurídicos y técnicos de la banca, la industria y el comercio o, en su defecto, de los ministerios e institutos que actúan de idéntica manera, por aquello de ejecutar los presupuestos a través de la contratación, amarrada a los congresistas, siendo de vital importancia las asesorías de prensa y las pautas publicitarias.

  La flexibilidad de la política fue llevando al futuro prócer a interactuar con simpatizantes de otras iglesias, con mormones, masones y ateos; lo que sea con tal de escamotearle electores a sus competidores. Total, lo que menos importa en estas lides son los cultos, es necesario comer con todos en el mismo plato. Ulpiano su padre, miraba con recelo la disipación religiosa y laboral de su hijo; sin embargo, la carrera política de Narciso era inatajable.
  Presentó un par de proyectos de ley inocuos: conmemoración de los cien años de fundación del municipio de donde era oriundo su padre y ponente de la ley que le cambia el nombre a la denominación “trata de blancas”, por ser discriminatoria, adoptando definitivamente los términos: “trata de personas”.
  El senador Valdeblánquez empezó a incursionar en lecturas esotéricas y a interesarse por la transmigración de las almas, por aquello de que algunos espíritus encarnan y otros desencarnan. Todo por cuenta de un simpatizante que le vendió la idea de la reencarnación.
  Algunos estudiosos del tema aseguran que los seres superiores trascienden definitivamente y que los inferiores son los que vuelven a la madre tierra, ya que es un castigo retornar a este supuesto paraíso que habitamos.
  Estoy segura que nuestra compañera Luz Stella Fuentes va a reencarnar en un gato gay que aún recuerda con mucha nostalgia.
  Estando en el pináculo de la gloria política, con elecciones aseguradas por un caudal electoral fiel y cautivo, nuestro hombre público empezó a despertar a media noche con un sabor a pasto fresco que pretendía deglutir. Su mujer y dos hijos adolescentes comenzaron a mirarlo con prevención y a rehuir su compañía cuando relataba el sueño recurrente. Le propusieron ayuda psicológica que rechazó airado, hasta que, considerado una vaca sagrada del Congreso colombiano, sufrió un infarto y quedó convertido en una vaca sagrada de la India, conservando así la condición ideal que vivía en el mundo terrenal.
  Que en paz descanse nuestro doctor y prócer de la patria. Quedó idéntico en ambas vidas. 

Bogotá, Septiembre 8 de 2009

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