J. Iván Pérez R.
“¿Dónde está la
vida que hemos perdido en vivir? ¿Dónde
la sabiduría que hemos perdido en
conocimientos? ¿Dónde el conocimiento
que hemos perdido en información?
Veinte siglos de historia humana nos alejan de Dios y nos aproximan al
polvo”
T.S. Eliot
Contextualización
Muchas veces, de muchas maneras y con diferentes enfoques, se ha reflexionado acerca de la Educación alrededor del planeta y en épocas diferentes. Extensos y variopintos son dichos enfoques y las reflexiones, acertadas o no, que al respecto se realizan cotidianamente. Innumerables, también, las definiciones que se han intentado y que son del dominio universal, tanto sobre ‘Educación’ para referirse a un enfoque general, como a ‘La Educación’ para referirse a algo más particular. Ahora es William Ospina, excelente ser humano, magnífico escritor, laureado novelista, ensayista y poeta de talla internacional, a quien desvelan desde siempre las temáticas que, en diversos sentidos atormentan a la humanidad, en especial los relacionados con el candente tema de la Educación, que nos convoca a reflexionar –y en mi caso- a intentar develar algunas tesis encriptadas en los ensayos que el autor nos propone en su más reciente obra.
Testimonio fehaciente
de sus desvelos sobre el tema, son los
ensayos compilados y publicados anteriormente como “La Escuela de la Noche”; o
los voluminosos artículos y ponencias alrededor del mismo tema que trascienden
los limites nacionales y siembran de inquietudes los ámbitos de la reflexión a
nivel internacional; o- para ratificar su pasión por el tema – su última obra
“La Lámpara Maravillosa” (Editorial Mondadori, 2012), compilación de cinco
ensayos en los que plantea enjundiosas reflexiones y desazonantes desafíos a
diversos sistemas de educación, vigentes en todas la civilizaciones del planeta.
Podría aseverarse
que el más estricto encuadre de los ensayos considerados aquí, está centrado,
como sus mismas palabras lo enuncian, en una realidad considerada por el autor
como ‘desechable’, tesis que subraya con una verdad de apuño: “vivimos -afirma él- una época que a toda
prisa cambia costumbres por modas, conocimiento por información y saberes por
rumores, a tal punto que las cosas ya no existen para ser sabidas sino para ser
consumidas”.
Con su estilo
magistral por lo excelente y magisterial por lo pedagógico, Ospina plantea en
los Ensayos sobre la Educación, y Un
elogio de la Lectura “el arte de bucear
en un ‘océano de memoria acumulada’…y cómo, “al alcance de los dedos y de los ojos hay en los últimos tiempos un
deposito universal de conocimiento, y para cualquier dato accesible; sin
embargo tal vez nunca es tan voluble nuestra información. Ello demuestra que no
basta la información: se requiere un sistema de valores y un orden de criterios
para que ese ilustre deposito de memoria universal sea algo más que una sentina
de desperdicios”.
Pero se plantea,
también, interrogantes acerca de los sistemas educativos que vale la pena
analizar a la luz de una responsabilidad que nos cabe como usuarios o
actores de ellos. “Cada cierto tiempo – afirma Ospina
-la humanidad tiende a poner en tela de
juicio su sistema educativo. Se dice que si las cosas salen mal es porque la
educación no esta funcionando. Pero más angustioso resultaría admitir la
posibilidad de que si las cosas salen mal es porque la educación está
funcionando”… “A veces, mirando la trama
del presente, la pobreza en que persiste media humanidad, la violencia que
amenaza a la otra media, la corrupción, la degradación del medio ambiente,
tenemos la tendencia a pensar que la educción ha fracasado”.
Valga anexar,
como contexto también para el ensayo que nos ocupa, los títulos de los ensayos que
componen la obra y que llevan como carta
de presentación y título general de la publicación asignado por la editorial, el
nombre del ultimo de ellos “La Lámpara
Maravillosa”. Los otros son:
·
Preguntas para
una nueva Educación
·
Carta al Maestro
desconocido
·
Lo que puede el
lenguaje
·
El cuerpo y la
creación artística
Primer
Ensayo:
‘Preguntas para una nueva Educación’
El texto con el que se abre
el libro: ‘Preguntas para una nueva Educación’, será la materia prima de
nuestras reflexiones críticas en el presente ensayo. Lo que significa que será
una aproximación a la obra que, aquí y ahora, se circunscribirá sólo al primer texto
consignado en el libro y que versa sobre los interrogantes que el autor plantea
a propósito del tema.
El ensayo es aprovechado exhaustivamente
por el autor para discurrir con suficiencia y erudición crítica por las ‘Paradojas de la Modernidad’’, como son:
la problemática nacida de la “inmensurable
influencia de los medios que crean y
destruyen modelos de conducta; y los valores que nos son impuestos en un época
que a toda prisa cambia costumbres por modas, conocimiento por información y
saberes por rumores”.
Y, al ocuparse de la
Educación, reflexiona el autor sobre la tendencia generalizada de descargar el
peso de la educación en el llamado sistema escolar, sin tener en cuenta la
importancia que tienen en él la familia, los medios de comunicación y los dirigentes sociales. Deberíamos utilizar
los sondeos de opinión, piensa, como se
hace en otros dominios, para averiguar de qué manera y en qué medida influyen,
para bien o para mal, la constancia de los medios y la conducta de los líderes en el
comportamiento de los ciudadanos. A propósito de tal influencia, reflexiona citando
a Gibbon en La Historia de la decadencia y
caída del Imperio Romano que cuenta como: “cuando en Roma existía el poder absoluto, en tiempo de los
emperadores, dado que en cada ser humano prima siempre un carácter, con cada
emperador subía al trono una pasión, que por lo general era un vicio: con Tiberio
subió la perfidia; con Calígula la crueldad; con Claudio la pusilanimidad; con
Nerón el narcisismo criminal; con Galba la avaricia; con Otón la vanidad; y así
se sucedían en el trono los vicios, hasta que llegó Vitelio y con él se
extendió sobre Roma la enfermedad de la gula. Pero un día llegó al trono Nerva,
y con él se impuso la moderación. Lo sucedió Trajano y con él ascendió la
justicia. Lo sucedió Adriano y con él reinó la tolerancia; llegó Antonino Pío y
con él la bondad; y finalmente con Marco Aurelio gobernó la sabiduría, de modo
que así como se habían sucedido los vicios, durante un siglo se sucedieron las
virtudes en el trono de Roma. Tal era en aquellos tiempos, al parecer, el poder
del ejemplo y el peso pedagógico de la política sobre la sociedad”.
Ospina se aprovecha de la
anterior bella cita, para señalar cómo en nuestro tiempo “el poder del ejemplo lo tienen los medios de comunicación. Son ellos
los que crean y destruyen modelos de conducta; pero lo que rige su interés no
es la admiración por la virtud ni el respeto por el conocimiento. Es el
deslumbramiento ante la astucia, la fascinación ante la extravagancia, el
sometimiento ante los modelos de la fama o la opulencia”. He aquí todo un
crítico cuestionamiento a la labor del maestro y un motivo para replantear la
actitud que debe acompaña las habilidades para enseñar.
Quiero
sintetizar algunas de las tesis del autor sobre el tema, con apoyo en los
textos explicativos que nos proporciona.
·
Acerca
del Sistema
Educativo. Sostiene tesis que ha expuesto en
trabajos anteriores, incluyendo las de la Escuela y sus objetivos; la
del sentido del saber y del aprender; la de la razón de ser de la asistencia o
no a la misma; y la del carácter competitivo de algunos métodos educativos.
Incluye, además, algunas reflexiones en cuanto a la formación integral del ser humano, la lógica de educar hoy, las
pedagogías excluyentes, las claves de aprendizajes o desaprendizajes oportunos
y necesarios, y una temática que cuestiona enfáticamente, la educación como
está concebida hoy; toca, además, temas como la felicidad o al menos la
satisfacción que se debe reflejar en el ejercicio de la profesión elegida y la
creencia de que el conocimiento no es algo que se crea sino que se recibe.
A propósito de
lo decisivos años que pasamos en la
escuela, señala el autor, que al llegar a ella
han ocurrido cosas de suma trascendencia en la vida y la formación de
cada uno, y al egresar tendremos toda la vida para seguir formándonos. Sospecha
que no deberíamos ir a la escuela “tanto
a recibir conocimientos, cuanto a aprender a compartir la vida con otros, a
conseguir buenos amigos y buenos hábitos sociales…¡Qué irónica utopía! ¿No
sería preferible que se les enseñara a entenderse con los demás? Pero él mismo
reflexiona, a renglón seguido, cómo para aliarse con una especia inquietud: “Tantas veces en la vida necesitamos de los
otros, que pienso que también debería concederse algún valor a la capacidad de
aliarse con los demás”.
Ospina se duele
en su reflexión, que la educación transmitida
por nuestro sistema educativo “es demasiado competitiva, hecha para reforzar la idea de individuo que
forjó y ha fortalecido la modernidad…Todo nuestro modelo de civilización - afirma
- reposa sobre la idea de que ‘el hombre es la medida de todas las cosas’ de
que somos la especie superior de la naturaleza y que nuestro triunfo consistió
precisamente en la exaltación del individuo como objetivo último de la
civilización”… Y se duele, además, porque con mas frecuencia de lo
esperado, “la educación no está hecha
para que colaboremos con los otros, sino para que siempre compitamos con ellos,
y nadie ignora que hay en el modelo educativo una suerte de lógica del derby, a
la que sólo le interesa quien llegó primero, quien lo hizo mejor, y casi nos
obliga a sentir orgullo de haber dejada atrás a los demás”.
Es entonces cuando surge la
pregunta: ¿Será el único objetivo de la Educación forjar ‘individuos competentes
superiores? ¿No debería algún enfoque de la misma ocuparse del énfasis de la
convivencia y la solidaridad antes que de la rivalidad y la competencia? Con el
actual paradigma de formar gente para
que sea competente, o sea, para la excelencia, se introduce un criterio de
rivalidad, como el más importante en el proceso de formación, piensa el autor.
Y sintetiza su pensamiento aludiendo a la metáfora genética que explica la
lógica darwiniana y que - en su sentir -
se ha apoderado del mundo. “Se supone que
así como ese diminuto espermatozoide que fuimos se abrió camino entre un millón
para ser el único que lograra fecundar aquel óvulo, debemos avanzar por la vida
siendo siempre el privilegiado ganador de todas las carreras. Y hasta la
palabra carrera, para aludir a las disciplinas escolares, perece postular esa
competencia incesante”. Y, a renglón seguido, reflexiona sobre ‘los grandes
paradigmas’ que, en su sentir, “al cabo
de cincuenta años no serán como para nosotros el consumo, la opulencia, la
novedad, la moda, el derroche, sino la creación, el afecto, la conservación,
las tradiciones, la austeridad, Y a lo mejor ello no corresponderá ni siquiera
a un modelo filosófico o ético sino a unas limitaciones materiales. A lo mejor
lo que los volverá austeros no será la moral sino la estrechez. A lo mejor lo
que los volverá prudentes en su relación con la tecnología no será la previsión
sino la evidencia de que también hay en ella un poder destructor. A lo mejor lo
que hará que aprendan a mirar con reverencia los tesoros naturales no será la
reflexión sino el miedo, la inminencia del desastre, o lo que es aún más grave, el recuerdo del
desastre”.
Resumo, a
continuación, algunas de sus tesis concomitantes con la nueva educación:
·
Para
Ospina ‘nada es más omnipresente quela información’. Ella nos es
proporcionada noche y día en altas y sofisticadas dosis, tanto como de
conocimientos. “Ver televisión es asistir
a una especie de aula luminosa donde se nos transmite toda suerte de hechos y
datos; se nos enseña, se nos divierte y se nos adiestra”. Nada es más
omnipresente, según él que la Información, pero ella misma y los medios…‘tejen cada día sobre el mundo algo que
tendríamos que llamar “la telaraña de lo infausto”… todo, cualquier cosa se ha
convertido en un dato que se tiene y se abandona, que se consume y se deja”.
·
Otra
de sus tesis acerca del periodismo, señala que está hecho para que casi siempre nos informe sobre lo malo que ocurre.
Porque el cubrimiento periodístico, cree Ospina, “suele tender sobre el planeta la red fosforescente de las desdichas y
lo que menos se cuenta es lo que sale bien…Nada tendrá tanta publicidad como el
crimen, tanta difusión como lo accidental, nada será más imperceptible que lo
normal… y es posible que ninguna época de la historia haya vivido como ésta por
la acumulación de evidencias atroces sobre la condición humana”. El
periodismo no nos ha vuelto informados sino noveleros: “la propia dinámica de su labor
ha hecho que las cosas sólo nos interesen por su novedad: si no
ocurrieron ayer sino anteayer ya no tienen
la misma importancia”.
Y uno de los responsables
de la infausta telaraña es el periodismo espectáculo que nos
transforma, de seres informados en
noveleros, y ‘que suele extender sobre el planeta la red fosforescente de las
desdichas, y lo que menos se cuenta es lo que sale bien… Es posible que ninguna
época de la historia haya vivido tan asfixiada como ésta por la acumulación de
evidencias atroces sobre la condición humana’.
·
A
la anterior tesis anexa otra acerca de la
industria editorial, cuyo propósito principal no es, según él,
pedagógico sino comercial, de tal forma que los bienes comercializados sean
bienes culturales, “su lógica es la
lógica del consumo, les interesan por igual los malos libros que los buenos, y
no siempre hay un criterio educativo en su trabajo”. Su inevitable conclusión es que las cosas
demasiado gobernadas por el lucro no pueden educarnos porque están dispuestas a
ofrecernos incluso cosas que atentan contra nuestra inteligencia, si de ellas
depende la efectividad del negocio.
A modo de Colofón
Para Ospina como para Oscar
Wilde, nuestro tiempo es paradójico y apasionante y de él puede decirse lo que
se decía de ciertos doctores: “Lo saben
todo pero es lo único que saben”. Y, según Ospina, “ésto nos lleva a la pregunta de
lo que es verdaderamente saber”.
No resisto la tentación de
dejar flotando en nuestros entorno los últimos interrogantes que cierran el
ensayo del autor sobre el tema: “Cómo
superar una época en que la educación corre el riesgo de ser un negocio, se
pregunta, donde la excelencia de la educación está concebida para perpetuar la
desigualdad, donde la formación tiene un fin puramente laboral y además no lo
cumple, donde los que estudian no necesariamente terminan siendo los más
capaces de sobrevivir?¿Cómo convertir la educación en un camino hacia la
plenitud de los individuos y de las comunidades?”
Y para responder los interrogantes
que pudieran surgir, apresura él mismo afirmaciones que compartimos en toda su
extensión: …“Para responder a todo lo
anterior hay que hablar del modelo de desarrollo, que suele ser el que define
el modelo educativo”; y señala la manera como los modelos educativos de
nuestro hemisferio occidental se basan en la productividad, la rentabilidad y
la transformación del mundo, que ni
siquiera alcanzan para darnos empleo, en tanto representan un tipo de
rentabilidad absolutamente inadecuada para eliminar la miseria, y agrega “una transformación del mundo que nos hace
vivir en la sordidez, más lejos de la naturaleza que en los infiernos de la
Edad Media”.
Nos quedaría un
recordatorio final, cuyo contexto ya lo había insinuado Manfred Max Neef en
alguno de los postulados de su ‘Economía Descalza’: “Nosotros podemos dictar las
pautas de nuestro presente, pero son las generaciones que vienen las que se
encargarán del futuro, y tienen todo el derecho de dudar de la excelencia del
modelo que hemos creado o perpetuado, y pueden tomar otro tipo de decisiones
con respecto al mundo que quieren legarle a sus hijos”.
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