Hugo León
Zapata
“
“No
soy de aquí
ni
soy de allá,
no
tengo edad
ni
porvenir.
Me
gusta estar feliz
el
ser feliz es mi color
hasta
el final”.
Alberto Cortes.
¿Que si en mi vida he
tenido sinsabores? La falta de sabor le
da sentido al sabor que nos empeñamos en ponerle a la vida. La adversidad muchas
veces ha vencido y si así fue, es porque no me sorprendió en el lugar indicado. Somos dueños de nuestros actos corporales,
vitales y de muerte. A mis 86, moriré en una hora cualquiera de un día cualquiera.
La
vejez es el otoño de la vida. Según Aristóteles: “Los viejos son doblemente
niños”. El libro de los proverbios dice: “Corona de gloria es la vejez”. La edad
implica una decadencia biológica y una tendencia al receso en la participación social. El envejecimiento
es desgaste natural, pérdida funcional y fragilidad orgánica, pero es algo
universal.
Quien
se siente viejo ya es viejo. Sin embargo la vejez conlleva cultura y
experiencia. No hay que añadir años a la vida, sino darle vida a los años. De las
experiencias y conocimientos adquiridos durante la vida dependen los recursos para
enfrentar la vejez.
El
hombre es como los vinos: “la edad agria a los malos y mejora los buenos”.
Jamás el hombre es demasiado viejo para recomenzar su vida y no debemos buscar, que lo que no fue, impida ser lo que se quiere ser. La vejez tiene
horas tan bellas como tiene la tarde sus celajes y como tiene la noche sus
estrellas.
El
ser humano tiene pasajes semejantes a los de los animales: da vida, alimenta a
otros, prodiga cuidados, amor, caricias y bendiciones, sufre y llora, enseña a
caminar y da consejos y acompaña en el bien y en el mal, hasta cuando abre sus
alas y vuelan; atrás, padres y abuelos envejecidos van quedando en el olvido. Tras
de cada alborada hay un lucero y por ruda que sea la tormenta, sacudido florece
hasta morir el limonero. Cada etapa es una alborada y un lucero.Y así, de
alborada en alborada, de lucero en lucero, florece hasta morir, el limonero.
¿Será
que a medida que los años van pasando el ser humano se vuelve ingrato,
desagradecido, olvidadizo, inconsciente y deshumanizado?
En
cuántos hogares permanece el anciano,
sentado, al pie de la ventana, o en su
cama, o en silencio en el cuarte de San Alejo. Ya no da consejos, ya no regaña
y no exige. Allí ya no llega ni el amigo, si es que todavía vive, ni el amor familiar. Es cuando la mente
empieza a navegar en el mar de las sombras, el olvido asecha y el anciano vislumbra que ha llegado a ser una carga familiar.
Al
llegar a la cuarta edad, cuántos podrán decir, gracias Señor. Es maravilloso alzar
los brazos y caminar entre tantos
mutilados, tantos sin luz, tantos con la mente
en tinieblas, tantos que no
escuchan, tantos enfermos del alma y del cuerpo. Gracias Señor, porque
es maravilloso amar, vivir y soñar.
Si
se hiciera una encuesta nacional sobre la situación crítica de muchos de nuestros
ancianos, seguramente sabríamos:
1.
¿Cuántas familias por motivos económicos abandonan a sus ancianos?
2.
¿Cuántos viejos mueren de soledad?
3.
¿Cuntos viejos mueren a causa de rencillas familiares?
Manteniendo el alma joven llega a ser casi imposible
sentirse viejo. Los años que señala el calendario, nada tienen que ver con la
lozanía del alma, la altura de las aspiraciones o el rendimiento de la mente. La
vuelta alrededor del sol es un año para el cuerpo, pero no necesariamente para
la mente, que se obliga a sí misma, a mantener ideas, a ocupar su tiempo en
rendimientos espirituales selectos, como la música, la escritura, la literatura
y las artes.
La
vejez de la carne no implica vejez del alma y menos cuando el hombre quiere ser
joven, levantar el espíritu y ocupar la mente. Es equivocado decir que nos ha
llegado la hora de hacer un alto. Es imposible llegar a viejo teniendo al alma
joven. La sociedad tiende a juzgar el estado mental y físico de un hombre, por
el número de años, sin reconocer con generosidad, que el espíritu manda a la
materia y que el cuerpo responde al movimiento.
Si
eres viejo y estás sano, eres viejo porque te da la gana. El hombre viejo que
decide no inclinar la cabeza, que conserva el mirar rectilíneo, el semblante
altivo, el espíritu enhiesto y las ideas jóvenes y las preocupaciones a raya,
no es un viejo, porque no es viejo quien puede levantar la cabeza para contar las
estrellas, no es viejo aquel a quien el sol ilumina el rostro, tanto como se refleja
en las paredes, el que asiste al levantar de las mariposas y al despertar de las flores. La luz
a todos nos da vida. Quien mueve su cuerpo, respira profundo, piensa
y sueña, no podrá ser viejo aunque tenga cien años. Seguirá luciendo su alma
joven y sintiendo el placer de vivir.
Aun
en condiciones de enfermedad, el viejo puede “querer ser útil”, o anhelar expresarse por el
arte, o servir a la humanidad. Con solo saber vivir desde la juventud, o desde
la mediana edad, se cosechará una buena vejez: el triunfo de la edad sobre la
vida, de la juventud sobre el alma. No se mide la vida de los hombres por el
número de años de su vida, sino, por la vida que sepan inculcar a sus años.
Recuerde que el lujo de ser viejos y lucir jóvenes
es una prerrogativa de la belleza. Si la
fuerza del pensamiento mueve objetos, bien puede mover a quienes crean los
objetos. El solo pensar da tanta fuerza, que si quieres podrías controlar la
enfermedad, como los orientales. No hagas de tu mente una esclava del cuerpo,
haz que tu cuerpo sea esclavo de tu mente.
El
sentimiento que más deprime el alma humana es el de inutilidad, para con uno mismo y para con los demás. Pero una
buena parte de la inutilidad se la crea el propio hombre o la mujer, cuando claudican.
Cuando se declararan viejos o viejas y deciden abandonar la actividad, reducir
la vida a fútil y vana contemplación,
desde el trágico trono de una silla de ruedas o una mecedora.
Vivir
es moverse, en un intento de mantener ocupada la mente para siempre. Encerrarse
en la casa, sentarse en un balcón a ver pasar gente, zurcir medias o reducirse
a cuidar nietos, son formas exitosas y probadas de acelerar la muerte. Muévete,
camina, lee, habla, polemiza, discrepa, escucha, haz lo que te plazca, no dejes
de hacerlo.
Los
dolores y los olores corporales aumentan con los años que acrecientan las penas
y los desengaños. Las tensiones del alma se traducen en el cuerpo y al revés,
es por eso que hombres y mujeres de edades avanzadas, pueden con la mente
controlar la esclerosis y con el cuerpo, a pesar de la biología, tener un alma
joven, sorprendida, capaz de conmoverse.
La
vida no debe parecer un rio tranquilo y manso que corre por un mismo y eterno cauce. La vida tiene que ser
corriente impetuosa, llena de rápidos, sorpresas, que salta y corre sobre las
piedras que estorban. Los altibajos de los caminos de la vida, por más piedras y
obstáculos, no son motivos suficientes
para aminorar las fuerzas, para atenuar los sueños, para dejar de tener razones
que ayuden a seguir viviendo.
Quien antes de tiempo amarra su embarcación a
un muelle, ya pierde la oportunidad de seguir navegando. En el sitio en que
permanezca inerte, allí cavará su tumba. El hombre que siempre tiene algo que
hacer no tendrá tiempo de atender la visita de la muerte. Recuerde que la
muerte, como las fieras, salta sobre su presa, tanto más fácilmente, cuanto más inmóvil la encuentre.
La
presión de la vida y de las instituciones, han hecho viejos a los viejos,
robándoles sin querer, el goce espiritual de sus almas, marchitando su actividad y menoscabando su poder creador. La teoría psicosocial de
Erickson sostiene que cuando los adultos entran en una etapa final de la vida,
su tarea consiste en contemplar su vida con coherencia y aceptar la integridad final
de su ego. Jean Piaget considera que el pensamiento del adulto es todavía flexible,
abierto y puede re-estructurarse de diversas maneras, aun más allá de la lógica
abstracta.
La
madurez del pensamiento es la capacidad de
combinar lo objetivo con lo subjetivo, la experiencia y la emoción.
Sí, es cierto, la vejez no tiene remedio, pero aún así no es un mal. Todo el que siente el poder de hacer algo para
sí y para otros, se da un poderoso sentido que le retarda y apacigua los
arrebatos de la muerte.
El
programa “Vida en plenitud” nos está señalando caminos para que nos conservemos
como viejos jóvenes, de manera activa y permanente, con disciplina y furor, como
quien tiene coartadas vitales contra la rutina, el tedio, la falta de esperanza
y el aburrimiento. Es una invitación al goce, a la palabra, a la vida, al
cuerpo, a la literatura. Cualquier disciplina deportiva, artística o literaria,
es alimento espiritual, reconstituyente poderoso para atenuar las oleadas de vejez
que llegan hasta las playas de la breve
vida.
Muy buen ensayo de Hugo Zapata. Cómo siempre con sus reflexiones!
ResponderEliminarMientras leia el ensayo de Hugo acerca de la vejez, me sentía más joven."
ResponderEliminarEliseo.