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viernes, 27 de junio de 2014

Jacobo viaja con las lluvias

Eduardo Toro Gutíerrez


  Camelia consumía el tentempié de la tarde acompañada de  sus dos hijos, Fabián y Juliana, de diez y nueve años. Era lunes, distraída por el tintineo musical de la lluvia tras la vidriera,  miró a sus hijos y les extendió  la mano. Timbró el teléfono sobre la mesita con incrustaciones de marfil. Camelia se apresuró a responder y después de escuchar dijo: gracias Rosemary, pronto lo tendrás de vuelta. Se tomó el mentón con el pulgar y el índice y saboreó un poco de pasado.Volvió al comedor al lado de sus hijos, sin palabras para expresar el sentimiento que la agobiaba y solo tuvo una sonrisa breve, que floreció en sus labios como un coral partido.
Jacobo Marín había partido tres semanas antes. El lunes en la tarde marcaba su regreso. Sus viajes eran habituales.  Viajó a Sao Pablo para promocionar una línea de productos de belleza.
Llamaron a la puerta, Camelia se apresuró a abrir, se encontró con los brazos abiertos de Jacobo, quien   festejaba su regreso con alborozo, abrazando a  sus hijos, que corrieron a encontrarlo. Notó Jacobo que en Camelia no había la efusividad de otros regresos, su gesto  era frío y distante, pero lo que más lo inquietaba era la sonrisa insondable y nueva en Camelia. Quiso tomarla entre sus brazos, pero Camelia lo alejó con un “¿quieres tomar algo?” y con un gesto de cansancio envió los niños  a sus habitaciones. ¿Qué tal tu viaje de regreso? –Preguntó Camelia con un tono frio y seco- --Fue un retorno perfecto, mi amor. Rara vez las aerolíneas son tan cumplidas con sus itinerarios, además estuve favorecido por el buen tiempo a pesar del invierno que campea en todo Brasil. Dejé muy buenos contactos. Nuestro próximo destino de  vacaciones con los niños puede ser Rio.  –Agregó un poco turbado  en busca de una reacción más emotiva-
Jacobo se dispuso a tomar una ducha, en tanto ella sacó del bolsillo de su chaqueta el talón del tiquete aéreo que confirmaba  la fecha del regreso. ¡Yo lo sabía! -exclamó  susurrando-   regresó  el lunes pasado.  En su rostro se dibujó una sonrisa  triunfante. Lo tenía en sus manos, por fin Jacobo había  caído  en los hilos de su propia trampa.
Camelia atacó de frente—Creo que te  referiste al vuelo del lunes pasado, porque el de hoy no fue tranquilo, las  noticias dicen que tu vuelo  se siniestró sobre la selva amazónica y que no hubo sobrevivientes. Es una lástima – agregó con ironía- que hayas anticipado tu viaje una semana, porque de no ser así  ahora estaría viviendo el digno papel de viuda entristecida y no el de una  mujer engañada.
El rostro de Jacobo se petrificó por la sorpresa. Se quedó sin armas para iniciar una batalla que ya tenía perdida. Camelia aprovechó la impotencia de su marido y dijo: supe de fuentes que ameritan confianza que me engañas desde hace tres años;  supe desde el lunes pasado como te las has ingeniado para viajar cada dos meses al lado de tu amante.

Jacobo miró suplicante a Camelia y le dijo: ¿me perdonas? Camelia sentenció: todas tus pertenencias están empacadas, apúrate,  Rosemary te está esperando. Camelia miró tras la vidriera, escuchó el tintineo de la lluvia y no tuvo valor para agregar una palabra más, porque la voz se le volvió añicos entre el coral partido de sus labios. 

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