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martes, 12 de agosto de 2014

Siete de agosto: suceso imborrable




Aura Ramirez


Hijo… no sé por qué insistes en que te cuente con mis propias palabras el trágico amanecer del siete de agosto de 1956…pues es triste y doloroso, pero solo puedo narrártelo de la siguiente manera: tus abuelos y yo vivíamos en un barrio a las afueras de Cali. Siendo la una y cinco de la mañana,  y cumplidos apenas mis diez años,  mientras la ciudad dormía, se escuchó de repente un estallido brutal… la tierra se estremeció con un temblor intenso dejándonos a todos aterrados. Mientras yo corría en busca del refugio de tus abuelos; ellos me condujeron  a la calle, donde encontramos  a nuestros vecinos, algunos de los cuales se encontraban igual de aterrados que nosotros, pues desconocían el motivo del estruendo. Así, llenos de dudas y sin saber qué pasaba, todos nos acompañamos en nuestro miedo… me preguntas qué fue lo que más  me impacto en esa fatídica madrugada, lo que me llenó de un miedo y un pánico visceral…fue ver llorar a hombres y mujeres como niños, pues en mis pocos  años vividos no había visto tal cosa. En los albores del amanecer, todos seguíamos desinformados… con tanta ansiedad y tantas dudas. Tu abuelo entró de nuevo a la casa, en busca de la única fuente de información…su viejo radio, desesperadamente sintonizó “Radio Reloj”, las voces familiares de los locutores sonaban asustadas, y de manera desordenada, reiteradamente solicitaban donantes de sangre de todo tipo. La angustia percibida a través de nuestra tradicional fuente de esparcimiento y diversión, no hizo más que aumentar nuestras dudas, nuestro miedo…

 Algunos de nuestros vecinos,  dados a la exaltación religiosa, asumieron  el estallido como una señal del fin del mundo;  al no entender qué pasaba, el escenario se volvió apocalíptico, algunos lloraban, otros se arrodillaban, y oraban clamando a Dios. La mayoría nos abrazábamos en medio de una terrible confusión… hijo,  tus abuelos  trataban de calmarme, me decían que me tranquilizara y tratara de dormir un poco, pero no era posible.

     Siendo las cinco de  la mañana, cuando se presagiaba el amanecer en el horizonte, tu abuelo, apreciado por nuestros vecinos por su sensatez y tranquilidad,   fue escogido para que saliera en su vehículo  a la búsqueda de información y así saber qué pasaba. Algunas horas después, regresó lleno de frustración, no pudo avanzar más allá de  la  carrera 15 con calle 25, los caminos estaban completamente truncados, cerrados por militares cuya misión era evitar que la multitud de curiosos, obstaculizara la ayuda que estaban tratando de llevar al lugar de origen del estruendo; sin embargo,  tu abuelo contaba que había alcanzado a ver un panorama dantesco de ruinas, humo y sirenas, gente caminando extraviada de este mundo, herida, que lanzaba gritos de dolor; personas ayudando a remover irreconocibles cadáveres, miembros humanos que cargaban en camionetas… y todo esto sin explicación aún de lo ocurrido.

      A las seis de la mañana hijo,  el Padre Alfonso  Hurtado Gálvez, inició una alocución por radio reloj, después de mucha dificultad para llegar hasta la emisora; solicitaba a los caleños tener calma y mucha fe en Dios, porque Cali había sufrido una terrible tragedia; desde nuestra mágica caja de madera, surgía su poderosa voz  conminándonos a todos a buscar la manera de colaborar y orar por los hermanos caídos y por aquellos que aun sufrían por sus heridas o la pérdida de seres amados. Él fue vital para la ciudad, su lánguida figura surgió de las ruinas y del caos como la imagen heroica  del hombre que tomó la iniciativa en socorrer a cientos o miles  de víctimas; gracias a su gestión  y a su coordinación fue posible orientar a  los confundidos caleños, pues en aquella época no eran muchas la entidades de socorro con capacidad de una rápida reacción.  ¡En cuanto a la importancia del Sacerdote. por la que te preguntas ,  te comento, que  era  muy apreciado y respetado  en la ciudad por su compromiso con la comunidad y con las personas más necesitadas  y por eso su voz de aliento fue tan importante para todos los habitantes.

    A eso del medio día,  ya algunas emisoras habían informado sobre la explosión en la Estación del Ferrocarril! … causada por la irresponsable actitud de las fuerzas militares que optaron por estacionar siete camiones cargados de dinamita,  en una céntrica zona de la ciudad. La tragedia dejó a nuestra ciudad de luto, pues cada habitante  perdió a un conocido, a un ser querido, un amigo, un pariente lejano o alguien cercano, dejando a su paso gran parte de la zona residencial e industrial devastada.

    Habían transcurridos unos pocos días del trágico suceso …..lo recuerdo  bien, tus abuelos  escuchaban la radio en espera de más noticias  con la esperanza de que no hubiese, algún conocido o pariente entre las víctimas. Estaban pasando constantemente boletines  con  las listas de  heridos y fallecidos para orientar a los  familiares.

Al entrar a la sala de mi casa , pude escuchar en Radio Pacifico, una  lista de desaparecidos y de muertos y de los lugares donde habían sido hallados…lo que me llamó mucho la atención, fue que el barrio cercano al cementerio central, donde vivía Rubí Díaz…mi amiga, mi compañera de juegos y de estudio en cuarto de primaria, había sido  uno de los lugares más devastado, en donde las casas habían sido destruidas en un sesenta por ciento, la noticia me llenó de dudas y dolor anticipado. Cuando días después, regresamos a clase la Directora leyó la lista de compañeros que no volverían a ocupar su antiguo pupitre…entre ellos Rubi Te digo hijo que con solo recordar esa época, el corazón se me encoge, siento una infinita tristeza por los que se fueron, los mutilados y los que jamás aparecieron…

 Esa época,  marcó un antes y un después para nuestra ciudad…pero un después opaco, lleno de inseguridad y miedo, pues aun sin que  nuestra familia fuese tocada, la ciudad nunca volvió a ser la que fue…por eso es que a pesar de tu insistencia, prefería no mencionarlo, hasta hoy…




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