Carlos Alberto Neira
Unas horas después al despertar me encuentro en una camilla en un pasillo de urgencias en el Hospital Universitario, en compañía de muchos otros pacientes. “Siento dolor en mi pierna izquierda, no la puedo mover y dificultad para hablar”. Estoy en observación, me dicen. No pueden operar una herida que tengo en cuello, es muy riesgoso. Tengo una esquirla de granada alojada cerca a la entrada de las arterias carótidas. Al tratar de extraerla podría causarse una hemorragia incontrolable. Pregunto por mi compañero. Me dicen que se encuentra en cirugía, que está delicado, con múltiples esquirlas de granada en tórax, abdomen, y tiene una pierna fracturada. Fue operado por el Jefe de Residentes, pues los docentes se encontraban ocupados.
Cuando se desocuparon me llevaron a cirugía y me operaron. La pierna tuvo que ser amputada unos meses más tarde cuando me encontraba en México. Desde entonces uso una pierna de palo. La herida en el cuello nunca me la tocaron, quedándome una dislalia. Mi compañero de lucha, seis semanas más tarde. se encontraba de nuevo en el monte.
Durante la estadía en el hospital nos mantenían completamente custodiados. Mi compañero se recuperó rápidamente, yo un poco mas lento. No tuvimos oportunidad de conversar, ni agradecer a los médicos. Teníamos restringidas las visitas y nos sacaron rápido del hospital.
Siempre quisimos saber quiénes habían sido los doctores que habían salvado la vida y la pierna de mi compañero e inicialmente la mía. Mucho tiempo después encontramos la historia clínica donde esta consignado el nombre del cirujano, quisimos darle un presente, pero no lo encontramos, estaba fuera del país. Nos dijeron que volvería en un año y que trabajaba en un hospital donde se atendía pacientes de escasos recursos.
A su regreso me contacté con él, me contó que le habían ofrecido que se quedara trabajando en otro país. Pero decidió regresar para seguir trabajando en su mismo hospital. Entonces le ofrecí, que me ayudara a organizar la salud en el país. Prefiero quedarme trabajando en mi hospital, dijo.
Seguí en el desfile, observando la pierna del soldado y la mía.
Esta buena la historia. Bien.
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