Elvia Luz Téllez
Fue el último en abandonar el camposanto.
Caminó lento por una callecita desierta. Al final se mecían frondosos árboles que techaban el parque, corría un viento frío, apretó el abrigo a su pecho, sujeto el sombrero. Sentado en la banca de hierro forjado con inscripciones de corazones entrelazados, vio gente apresurada, nanas correr con los cochecitos, pájaros revolotear inquietos, el cielo azul celeste pasar a amarillo rosáceo y tornarse oscuro. De repente miró el reloj. Abatido apretó la cabeza entre las manos, su corazón latía acelerado; contuvo el aliento, cerró los ojos.
Al fondo, en el balcón, entraban por la ventana y mecidas por el viento las buganvillias. Floreados los jazmines, los narcisos y amparadas por el follaje crecían exóticas la yerbabuena, la menta y el romero. El murmullo de la regadera, el frufrú del tafetán, la mezcla de perfumes embriagantes que poseían el jardín. Dispuestos en dos sillones de mimbre y coloridos cojines, una mesa de madera fina tallada, dos libros abiertos con su marca página , dos copas y una botella de martini.
Elvia mis más sinceras felicitaciones, una narrativa limpia, en buena hora te decidiste por escribir. Eres no solo una gran lectora sino que ya iniciaste la pluma, ahora ya no vas a, parar
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