Eran las dos de la madrugada, el granizo golpeaba la ventana de la sala del segundo piso. Todos teníamos los ojos desorbitados de la tensión, hasta el perro tenía las orejas paradas, con actitud vigilante. Las agujas de hielo chuzaban incesantes la vidriera, hacía un frio espantoso de típica madrugada bogotana. Los cinco jóvenes desocupados se reunían alrededor de la tabla con las veinte y seis letras del abecedario, los diez números. La copa invertida, los dedos pálidos y congelados se movían al ritmo de una comunicación sobrenatural.
En nombre de Dios todo poderoso ¿hay alguien
allí? La copa se movió en varias direcciones, señalando una por una las letras
de las palabras en las que venía codificado el mensaje. “Auxilio. Soy Camila”. Soltamos
la copa y exclamamos. ¡Qué vamos a hacer! Pues
leerla, respondió Ramiro. ¿Camila que necesitas? Preguntó Libardo con tono de
experimentado, si es que puede haber alguien a esa edad con experiencia en ouija y fenómenos
paranormales.
“ Accidente. Vía Melgar, con mi
novio. Avisar mamá 5515623”
¿Hace cuánto fue eso?
“Seis horas”
¿Dónde están?
Boquerón. Auxilio
¿Y tú Camila?
“ Morí”
¿Y él?
“Muerto”
Marica. ¿Qué vamos a hacer, quién
va a llamar a la mamá de Camila? No nos van a creer, o peor nos podemos meter
en un lio, cómo vamos a decir que lo supimos. No seamos tan pendejos. ¡Que
encuentren el cuerpo, pobre familia! Digan algo. ¡No joda! Cálmate Libardo.
Debemos llamar tan pronto amanezca. Designamos a Libardo, para que fuera él
quien hablara por tener ínfulas de seguridad y berraquera.
A las ocho de la mañana, el
aguacero había cedido, el café nos mantuvo alertas y valientes. Libardo sudaba
a pesar del frio, los ojos parecían salirse, muerto del miedo llamó al número
fijo.
“Familia Arciniegas, buenos días”
Aló! ¿Camila?
“No. Habla la empleada. Ella está
en casa de Margarita estudiando”—le respondió una voz joven.
Muchas gracias—Libardo colgó.
¡Marica, es cierto, Camila vive
allí! ¿Qué vamos a hacer?
Alejo, el más temeroso de todos, exclamó: Ahora
si se nos putió la vida. ¿Si ven? por estar haciendo esas güevonadas del
mismísimo diablo. ¡Nos metimos en un lio tenaz!
Ramiro quien poco había opinado,
regañó al puritano de Alejo. Esto ya no tiene reversa. Ayuda a pensar en vez de
decir pendejadas. Podemos Ir a la policía,
poner un anuncio en el periódico aunque nadie nos va a creer. Toca volver a
llamar y contarlo todo. No hay de otra. !Que lio tan berraco!
Libardo, dijo, no, por ahora volvamos
a llamar y pedimos el teléfono de Margarita, ella es la única que puede saber si
Camila se fue a Melgar con el novio.
Respondió de nuevo la empleada, Libardo a
punta de mentiras logró que le indicara
el número telefónico de Margarita.
Cuando se enteró, Margarita no
paró de llorar, la complicidad de dos
grandes amigas y el pacto de silencio tendría que romperlo.
Se organizó un dispositivo de
rescate para hallar a Camila, la menor de las tres hijas de la Familia
Arciniegas. Cerca de la “nariz del
diablo”, en la vía a Melgar, descolgado entre piedras e inmensos árboles quedó un
vehículo rojo a cien metros de
profundidad de la carretera. Los dos cuerpos yacían sumergidos en un abrazo misterioso de tránsito a la eternidad.
Dramática, te mantiene a la expectativa, cómo si uno mismo fuese uno de los protagonistas. Me entretuvo mucho.
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