Jesús Rico Velasco
La vida me dio la
oportunidad de conocer a Ana Reyneiry Fonseca
Gutiérrez cuando tenía 104 años
de edad y once meses, durante la visita a los centenarios en la “Zona Azul” de la Península de Nicoya en Costa Rica. Hija
de padres campesinos, Guillermo Fonseca y Celina Gutiérrez . Una familia
de cinco hijos, tres mujeres y dos hombres amantes de la vida en el campo. La hacienda de Don Guillermo
era extensa, necesitaba la ayuda de sus
hijos para manejar el ganado que pastaba en las lomas del poblado cercano
conocido como “Pozo de agua”, y en la
siembra de productos agrícolas que se cosechaban para la vida diaria y el comercio con vecinos y mercados cercanos .
Álvaro el mayor orientaba
las actividades de los hermanos en la
familia. Asistían a la escuela rural en “Pozo de agua”. Ana Reyneiry bautizada
en la parroquia de Nicoya el 27 de agosto de 1914 cuenta que la educación era al natural, en lo
que ocurría en la vida diaria de la
hacienda. En la escuela se aprendía a
leer y escribir en los únicos tres años
de primaria que existían, por la necesidad de la ayuda en las labores domésticas
y agrícolas. Ella disfrutaba mucha de su
vida con sus hermanos, iban a la escuela en las mañanas y en las tardes al regresar a la casa después de un almuerzo ,un
poco tardío, se ponían a trabajar.
Vivían en una
finca situada a tres horas a caballo de la población de Nicoya en el distrito
de Quebrada Honda en donde vivían algunos
familiares como Pachito Villegas Fonseca, su primo hermano, lo conocí cuando cumplía
los 102 años. Un personaje muy
reconocido entre los centenarios y querido por todos hasta su muerte en el año 2023 con 106 años. Fue muy reconocido en todo el
país porque a su edad tan avanzada montaba a caballo con mucha frecuencia.
Ana Reyneiri compartía la vida con sus hermanos, en
especial con Álvaro, su hermano mayor, la quería mucho y la guiaba por recomendación de su papá Guillermo. Ana Reyneiri era una mujer feliz montando a
caballo, bailando y recorriendo la finca. Quizás esta fue la razón para esperar
a casarse hasta los 35 años con un hombre 10 años menor que
ella pero decía que la diferencia de
edad nunca se notó . Su esposo Luis era
carpintero compraron una finca y construyeron su casa. Ella le ayudaba vendiendo productos de la finca,
comprando y levantando ganado que ella
misma administraba. Los problemas de salud de Luis presionaron la vida en la
finca hasta el punto de buscar ayuda médica en la ciudad de San José, la
capital. En el ir y venir se fueron agotando los recursos, tuvieron que vender
su carro, y disminuir las actividades que
generaban ingresos. Luis murió a la edad
de 93 años con 68 años de matrimonio. Perseguida por los acreedores fue obligada a vender su propiedad. Víctima
de asonadas e incendios
intencionales al final lo perdió todo. Mientras
conversábamos con una mirada meditabunda
y afligida me dijo,
«Es increíble,
pero todos se murieron… mis hermanos, todos los miembros de mi familia, no
quedó ninguno, ni siquiera el ahijado
que me trajo aquí al hogar del anciano y que realmente no era de mi
familia. »
Ana Reyneiry no tuvo
hijos, decía que sólo Dios sabía por qué. Junto con su esposo, ayudó en la crianza de más
de 20 ahijados que agradecidos los visitaban con alguna frecuencia. Ella era la
que maneja la finca, vendía y compraba ganado mientras Luis trabaja en su
propia carpintería y un aserradero móvil
para realizar trabajos en algunas de las fincas y pueblos vecinos .
El día que la conocí estaba sentada en una banca frente a su habitación en la
“Casa del abuelo”. Su alcoba sencilla,
limpia y adornada con sus llamativos sombreros
dejaban descubrir a una mujer hermosa. Me
saludó con un cálido y fuerte abrazo. Llevaba
un sombrero de ala ancha, un vestido color verde oliva ligeramente oscuro, pulseras
en ambos brazos, un broche sujeto
en su vestido y un collar que hacia
juego con sus zarcillos de perlas. Una
sonrisa franca y genuina con dentadura
completa adornaba su figura de mujer con una historia de grandes emociones y un espíritu guerrero de principios del siglo pasado.
Llevaba varios años viviendo en la “La casa del abuelo”. Apreciada y admirada por todos, visitada con
regularidad por periodistas de noticieros
y programas de Televisión nacionales e internacionales. Me hizo el honor de
tomarse una foto conmigo, sentarme a su
lado, tocar su piel testigo de toda una vida. Una
centenaria orgullosa de su edad,
privilegiada, afortunada y agradecida con Dios por dejarla vivir
felizmente hasta los 106 años y 10 meses. Ana Reyneiri falleció el 30 de abril del año 2021.
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