Jesús Rico
«No, estoy haciendo una asesoría en el el área de enfermería. Voy a buscar un restaurante para almorzar».
«Yo también. Hay un restaurante chino al frente, cruzando la calle».
«Almorcemos juntos».
Entraron al restaurante, pidieron una mesa para dos en un momento difícil por la alta demanda pero se las dieron. Ella era una mujer bajita un poco pasada de peso, no muy atractiva , su cabello recogido en una moña sobria. La delicadeza de su blusa con un moño rematando el cuello le daban un aire seductor. Su manera descomplicada de hablar y moverse le agradó. Pidieron una ensalada con rebanadas de pavo y un té helado para cada uno. La premura del tiempo por el regreso a las oficinas no permitió conversar mucho. Acordaron verse a la salida a las cinco en el lobby para continuar la conversación.
Una especie de coquetería en Schila le hacía sentir halagado. En la tarde mientras trabajaba las ideas de lo que podría suceder le distraían aunque no consideraba posibilidades amorosas especiales. La llevaría a comer y luego departir en un bar un rato largo. Asi se logra pasar con alguien diferente los fines de semana en estos trabajos.
A las cinco de la tarde estaba en el lobby del edificio pensando en Schila cuando salió de uno de loa ascensores con cierta rapidez y le dijo,
«Tengo una reunión hasta las ocho con varios asesores» .
«Te doy la llave de mi pieza en el Hotel. Allí te puedes entretener, solicita algo para comer mientras llego, ver televisión, leer. Te parece bien la propuesta?».
« Me parece bien. Te estaré esperando».
Le sorprendió su determinación, no estaba muy convencido de lo que estaba ocurriendo pero ya tenía la llave en la mano. Entre confundido y entusiasmado decidió seguirle la piola. Ella se despidió para regresar al piso en donde estaba trabajando. No lo podía creer, será posible que esto suceda? Caminó despacio por el anden que conduce hacia el Hotel que esta a unos diez o quince minutos. Se sentía incomodo, pensaba en la llegada al hotel, le harían algunas preguntas?, que puede pasar si descubren que no soy huésped? Entro y sigo directamente hacia el ascensor para subir a la habitación ?
No le dio mas vueltas en su cabeza . Entró a un supermercado y compró una botella de vino tinto chileno. En el hotel hay varias tiendas y almacenas en el primer piso. Caminó y se detuvo mirando las vitrinas y pensando en lo que podría ocurrir. Estaba algo nervioso. Tenía mucho tiempo para esperar a Schila que llegaría a la habitación despues de las ocho como lo habían acordado.
Cuando se abrió la puerta de entrada del hotel, sin mirar a ninguna parte ni a nadie, se dirigió apresurado hacia el ascensor, apretó el botón del sexto piso y llegó al corredor para buscar la habitación. A la hora de la verdad todo resultó muy sencillo. Ya en el cuarto le daba risa lo que la mente agitada llega a construir. Que alivio. Nada de lo que había pensado ocurrió, nadie pregunto para donde iba, nadie lo miró , era su cabeza que estaba agitada y confundida por esos momentos que le estaban arrollando.
Tranquilo encendió la televisión y se puso a mirar mientras el tiempo pasaba. A las ocho no llegó Schila. Decidió tomar una copita de vino para desearla con alegría. Una hora hora y no llagaba. Se tomó otra copita de vino que la estaba estirando . La tercera copa se metió en la cabeza y ya estaba pesado. Hacia las diez de la noche alguien tocó a la puerta , al abrir era Schila que lo abrazo y presento disculpas por llegar tan tarde. La miraba y trataba de pensar como podría satisfacer y lograr tener unas buenas relaciones amorosas.
Schila decidió tomar una ducha, al salir con la toalla enrollada en el cuerpo sacudiendo su cabello húmedo, se sentó a su lado y Pedro le pasó la ultima copa de vino. Se metieron en la cama desnudos entre besos deseosos de placer. La luz tenue ayudó en la tarea de brindarle tiernas caricias sobre su piel y besos en su cuello. Recorrió con afán sus pechos abultados y caídos, hacía un esfuerzo mental por disfrutar. Comenzó a descubrir un cuerpo con gorditos en diferentes partes que minaban su empeño y unos muslos exagerados que no le permitían llegar a ningún lado. Una hora después de intentos forzados, cansados se fueron quedando dormidos.
El lunes siguiente al llegar a la portería el vigilante le entregó un paquete a su nombre. Era de Schila, había una camisa Polo talla L color azul con una nota que decía: “Gracias, me hiciste muy feliz”.
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