Luz María Gómez
Y Annie se dispone a
escribir. Enmarca la narración en un período entre guerras: la primera (1914-1918), la civil española (1936-1939)
y la segunda (1939-1945). La historias de vida de su grupo familiar como la de
infinidad de familias, quedarán talladas por la atroz violencia: atropellos que aplastarán la dignidad y
conducirán a la población a una profunda miseria y pobreza. La hermana de Annie
morirá a temprana edad de difteria, víctima del desamparo social. No estaba vacunada como todos los niños
pobres de su entorno. Annie presenta las fechas de las guerras, sin nombrarlas.
La escritora nacerá en 1939, en la última etapa de la guerra civil española. Destaco
algunas citas:
“Cuando llegó la guerra del 14, en las granjas no quedaron más que chavales como mi padre y ancianos. Los protegían. Él seguía el avance de los ejércitos en un mapa colgado en la cocina,…” página 28.
“En 1939 no le llamaron, demasiado viejo ya. Los alemanes
incendiaron la refinería y él partió en bicicleta por los caminos mientras ella
viajaba en coche, estaba embarazada de seis meses. En Pont – Audemer recibió
los impactos de un obús en la cara y fue a que le curaran en la única farmacia
abierta. Los bombardeos continuaban…Cuando los alemanes los alcanzaron, él
volvió a L…El colmado había sido completamente saqueado por los que no habían
podido huir. Mi madre regresó también y yo nací al mes siguiente. En el
colegio, cuando no entendíamos algo, nos llamaban los niños de la guerra.” Página
42
“La guerra había terminado. Llevado por el optimismo general
de 1945, decidió dejar el valle. Yo enfermaba a menudo, el médico quería
enviarme a un sanatorio. Vendieron el negocio para regresar a Y…, cuyo clima
ventoso y la ausencia de cualquier río o arroyo les parecía beneficioso para la
salud… Los alemanes habían quemado la ciudad y las casetas y las norias se
alzaban entre los escombros. Durante tres meses vivieron en el apartamento de
dos habitaciones, sin electricidad, con el suelo de tierra batida, que les
prestó un familiar. Ningún negocio al alcance de sus posibilidades estaba a la
venta.” Página 44
Annie nos habla del abuelo paterno, para destacar en últimas,
la imagen de su padre. El abuelo fue un ser analfabeta, maltratador de su
pareja y de sus hijos. Como si fuera poco, se indisponía cuando alguien leía
algún texto en su entorno. El hijo romperá la cadena de opresión. Ernaux logrará educarse y escalar en posición
social. Paradójicamente en “el nuevo lugar”, se sentirá distante, en especial
del padre. Distanciamiento que él nunca percibió.
Pasemos al título de la obra: “El Lugar”
“El lugar” representa el espacio social tan luchado por la
familia que a su vez generará otro lugar para Annie. “El lugar” es también la
posición de la imagen del padre, desdibujada en cierto momento del recuerdo: “Escribo
despacio. A medida que me esfuerzo en desvelar la verdadera trama de una vida
dentro de un conjunto de hechos y de decisiones tengo la sensación de que pierdo
el verdadero rostro de mi padre. El retrato tiende a ocupar todo el espacio; la
idea a avanzar por sí sola. Si, por el contrario, dejo que se deslicen las imágenes
del recuerdo, vuelvo a verlo tal como era, su risa, su forma de andar, …” Páginas
39 y 40
“El lugar” representa la búsqueda de un espacio digno para
vivir. Padre y madre, luchan por él y lo hallan. Es el espacio que les permite
por fin, vivir con dignidad. En el que pueden administrar su propio negocio y
sortear con holgura las necesidades básicas. Es el espacio que permitirá a
Annie, la culminación de estudios y el alcance de su primer trabajo como
docente. El padre disfrutará poco de los significativos logros: morirá dos
meses después de que Annie obtenga su primer empleo.
Ernaux desea escribir una novela: ““Así que empecé
a escribir una novela en la que él era el protagonista. Sensación de asco a
mitad de la narración. Poco después me doy cuenta de que la
novela es imposible. Para contar una vida sometida por la necesidad no tengo
derecho a tomar, de entrada, partido por el arte, ni a intentar hacer algo
“apasionante”, “conmovedor”. Reuniré las palabras, los gestos, los
gustos de mi padre, los hechos importantes en su vida, todas las señales objetivas
de una vida que yo también compartí. Nada de poesía del recuerdo, nada de
alegre regocijo. Escribir de una forma llana es lo que me resulta natural, es
como les escribía en otro tiempo a mis padres para contarles las
noticias más importantes.”” Página 20
“Desde luego no siento ningún placer al escribir, en este
empeño por mantenerme lo más cerca de las palabras y las frases oídas…No para
indicarle al lector un doble sentido y ofrecerle la satisfacción de una
complicidad, que yo rechazo en cualquiera de sus formas, nostalgia, patetismo o
burla. Simplemente porque esas palabras y esas frases dibujan los límites y el
color del mundo donde vivió mi padre, donde también viví yo. Y donde jamás se
tomaba una palabra por otra.” Página 40
Annie Ernaux expresa claramente porque decidió escribir en un
lenguaje sencillo, llano, nada poético. Me llama la atención las razones que expone:
no tiene ningún regocijo, ni nada que celebrar. Como si la poesía sólo expresara
momentos alegres, de celebración. La poesía se detiene en muchas ocasiones en
momentos de dolor, de carencias, de pérdidas: la muerte, el desamor, la soledad
y muchos otros estados emocionales complejos. Dice también que usa un lenguaje llano
para destacar el lenguaje básico que hablaban sus padres en un ambiente muy natural
que ella claramente percibió y conservó desde una gran distancia.
La obra “El Lugar” me parece meritoria por la temática
trabajada: la incidencia de las guerras mundiales y la civil española, en cada ser
y en las relaciones interpersonales, en especial en el contexto familiar. Annie
lo destaca en estas frases:
“Al escribir se estrecha el camino entre dignificar un modo
de vida considerado inferior y denunciar la alienación que conlleva. Porque
esas formas de vida eran las nuestras, y casi podía considerarse felicidad,
pero también lo eran las humillantes barreras de nuestra condición (conciencia
de que en “en casa no estamos del todo bien”, me gustaría decir felicidad y
alienación a la vez. O, más bien, la impresión de balancearse de un extremo a
otro de esta contradicción.” Página 48
No comparto la visión que Annie tiene de la poesía y mucho
menos aún que se niegue a usarla en la construcción de su relato. La obra no me
sedujo, no me atrapó. Me pareció muy interesante la temática y encuentro en sus
planteamientos, una visión crítica y por tanto un gran aporte; pero cuando leo
literatura, lo que más espero encontrar y me genera gran deleite, es el trabajo
con el lenguaje: transformación del
cotidiano, con el uso magistral de figuras literarias, en especial de metáforas,
que redundarán en múltiples y profundas significaciones.
Annie insiste en usar un lenguaje simple, llano, que admita
apenas una interpretación. La escritora lo tuvo claro antes de empezar la obra:
no crearía poesía, ni novela. Historias
que contar abundan. El gran logro es cómo se cuentan, cómo se usa el lenguaje.
Annie narró en un lenguaje cotidiano una historia muy compleja y con ello
perdió la oportunidad de elevarla, de enaltecerla. Creó un relato de no ficción.
Lo enfatiza en la siguiente cita: “Han pasado varios meses desde que, en
noviembre, empecé este relato. Me ha llevado mucho tiempo porque poner al día
hechos olvidados no me resultaba tan fácil como inventar. La memoria se resiste.”
Página 90.
La escritora rozó un
poco lo literario, al presentarnos una visión subjetiva: una mirada sobre la
vida del padre, impregnada de sentimientos, así ella dijera, que narraría
con objetividad: “Reuniré las palabras, los gestos, los gustos de mi
padre, … todas las señales objetivas de una vida que yo también compartí”.
Página 20. Cita presentada ya, de manera más completa.
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