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domingo, 30 de junio de 2013

Economía y salud

Miguel Esmeral


Me encuentro sorprendido ante la falta de capacidad de análisis de la situación actual en salud, y más aún, ante la falta de capacidad de acción política del cuerpo médico colombiano. La ignorancia en  ciertas áreas del conocimiento nos impide ver con claridad lo que está ocurriendo y su impacto,  tal como en medicina,  sin conocer a fondo la patología y el estado del paciente, es imposible siquiera realizar un diagnostico, un plan terapéutico y mucho menos un tratamiento correcto que le salve la vida al sistema.


De todos es conocido el abrupto cambio en las políticas de salud que se dio con la ley 100. ¿Pero porque ocurrió? Debemos remitirnos a la economía para descifrar el acertijo. Es una preocupación mundial la disminución de la rentabilidad sobre el capital y sobre los procesos de manufactura industrial, la que viene dándose a nivel global desde la década del 70. Como respuesta a la situación, se produce el auge de la ideología neoliberal, creada en las décadas del 40 y el 50, por intelectuales al servicio de la economía de mercado, que proponen la supremacía del individuo, la propiedad privada y el mercado, pero además pregonan la disminución del tamaño del estado y su no intervención en la economía,  en respuesta al éxito inicial de los sistemas económicos centralizados de los supuestamente países socialistas.

Han desaparecido del contexto económico la sociedad y las necesidades sociales del individuo, en vista de la disminución de la rentabilidad, tanto del capital como de la manufactura. Así que se buscan nueva áreas de inversión, porque como todos conocemos, las empresas que incursionan en nuevos negocios son las que obtiene mayor rentabilidad y al desaparecer la sociedad del contexto económico, se facilita el ingreso de la ideología de mercado (neoliberal) en áreas vírgenes, como la salud y la educación, que tradicionalmente y en la mayoría de los países, se regían por esquemas de planificación centralizada y aporte estatal.

Una vez visto que la salud y la educación son jugosas áreas que brindan gran rentabilidad, se procede a crear todo el andamiaje jurídico que posibilita su adaptación a un sistema de mercado (léase ley 100) en Colombia. Sorprende encontrar que el país donde la neo-liberalización de la salud empezó, contrató y abrió al mercado sectores muy pequeños del sistema de salud (Inglaterra) se devolvió a su antigua concepción, una vez se dio cuenta de los errores y fracasos. Igual situación no ocurrió en Colombia. ¿Por qué?, Creo que la respuesta podemos inferirla si analizamos los múltiples retiros de medicamentos en Colombia y en países del tercer mundo,  que aun no han sido aprobados por la FDA, ni por la agencia europea, pero que se lanzan para uso médico en el tercer mundo, donde somos los conejillos de indias, tanto de las empresas farmacéuticas, como de los experimentos sociales (partiendo de la teoría de que hay países centrales dominantes y países periféricos subordinados),  pero también porque  no tenemos una academia que ejerza acción política. Adicionalmente  amplios sectores de nuestra elite dirigente participan en la captación de utilidades del sector de la salud.

Creado jurídicamente el sistema de cuasi-mercado (en palabras de sus mismos creadores), el sector de la salud procede a recrear la historia del capitalismo en occidente, pero agregándole la situación social y cultural colombiana, caracterizada por una deficiencia marcada de instituciones y una cultura proclive al atajo y a la violación del leyes y al individualismo, al sálvese quien pueda.

El sistema capitalista ha recorrido tres fases en su historia. La del capitalismo mercantil, donde los comerciantes obtenían rentabilidad, una etapa superada en Colombia, en donde las múltiples clínicas de garaje o IPS - de pequeños propietarios - obtuvieron un lucro importante. La del capitalismo industrial donde se crean las fábricas (léase clínicas grandes  con servicios complejos) que progresivamente se van constituyendo en conglomerado industriales con mucho poder económico y político. ¿Será que tiene algo que ver la política nacional de salud y su sistema de garantía con la calidad que persigue estándares del primer mundo en un país con recursos del tercer mundo? La política misma, dice en forma explícita, que solo deben prevalecer instituciones medianas y grandes. Y el capitalismo financiero, donde la rentabilidad la capturan las entidades financieras  (la EPS son entidades aseguradoras de orden financiero y están encargadas de la "financiación" del sistema).

Así resumida la historia del capitalismo desde el punto de vista de los dueños del capital y de las empresas, miremos la historia desde el punto de vista del trabajador. En un principio el artesano era el dueño de su trabajo y su producción, pero con la aparición de los mercaderes (capitalismo mercantil), pierde el contacto con el comprador, y por lo tanto, pierde el control sobre el precio. Posteriormente con la aparición de las industrias  (capitalismo industrial) pierde su sitio de trabajo (ya no tiene su taller, debe ir a la fabrica)  y la posibilidad de controlar su ritmo de producción y descanso, así también su poder de decisión en los procesos de producción. Finalmente con el capitalismo financiero pierde su capacidad económica y política.

¿Qué hemos perdido los médicos en todo este proceso? Pasamos de ser artesanos y artistas a ser obreros calificados, que funcionan en un sistema de capitalismo financiero. Perdimos el control sobre el precio y la producción, perdimos nuestro lugar de trabajo (consultorio, pequeña clínica), perdimos el control sobre el ritmo de producción (15 minutos de consulta, intentos de estandarizar tiempos y movimientos en cirugía), y nuestra capacidad económica y política. La mayor pérdida, no obstante, la asumen los pacientes, que como nos recuerda Hipócrates son nuestra responsabilidad y nuestra razón de ser,  porque sin pacientes no existiría la medicina. El deterioro de la calidad (sorprende la contravía de una política de "garantía de calidad"), los retrasos en la atención, la negación de procedimientos, la supremacía de la rentabilidad económica de la EPS sobre las necesidades de prevención, diagnostico, tratamiento y rehabilitación, demuestran que el costo social de la ley 100 y del sistema de mercado en el sector de la salud, es negativo para los colombianos. ¿Por qué persistimos? ¿Quién captura las utilidades?

Con la desaparición de la sociedad en el contexto económico, como consecuencia de la ideología neoliberal, las necesidades sociales dejaron de existir. ¿Será la causa de que las enfermedades mentales hayan desaparecido del POS, y los psiquiatras y sicólogos deban realizar una ardua campaña para validar su existencia?

Especular sobre el asunto sirve para conocer cómo funciona el sistema y cómo podemos oponernos y cambiarlo. Volvamos nuevamente a la historia, tan de moda con Obama. Recordemos que la lucha por los derechos civiles y del movimiento contracultural estadounidense, fueron soluciones innovadoras y políticas, para enfrentar un mundo opresivo y aberrante. Hasta qué punto han tenido éxito,  lo demuestra la supresión de las leyes de segregación racial, el fin de la guerra de Vietnam y la caída del muro de Berlín.


Es la acción política de una sociedad la que determina el resultado de los acontecimientos en el largo plazo, aun en contravía de la elite dirigente que se opone a los cambios sociales. Pero una vez más preguntemos: ¿Tenemos los profesionales de la salud en Colombia el conocimiento y la capacidad de ejercer una acción política eficaz? Creo que la respuesta después de 15 años de ley 100, es no. ¿Que se requeriría para hacerlo? Es una pregunta a la que todos los profesionales de la salud deberíamos buscarle respuesta.

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