Clemencia Inés Gómez Naranjo
En
la soledad también hay ruido. Cuando tomamos distancia de la realidad para
analizar, disentir, discutir, dejar aflorar nuestra acalorada mente, las ideas,
vivencias y reflexiones filosóficas se transforman en aprendizaje. Entonces nos
volvemos críticos y aportamos soluciones que generan cambios en
nosotros mismos y en nuestro entorno. “Cuando leo, de hecho,
no leo, sino que tomo una frase bella en el pico y la chupo como un caramelo,
la sorbo como una copita de licor, la saboreo hasta que, como el alcohol, se
disuelve en mí, la saboreo durante tanto tiempo que acaba no sólo penetrando mi
cerebro y mi corazón, sino que circula por mis venas hasta las raíces mismas de
los vasos sanguíneos”.
La novela, “Una soledad demasiado ruidosa” de Bohumil Hrabal, es una pieza fundamental
que aporta elementos para generar trasformaciones, razón por la que podría ser
catalogado de subversiva, cuando la ración de alimento que se proporciona a quien
la lee, le clarifica el camino a seguir, rechazando imposiciones autocráticas y
discriminatorias que atenten contra la participación y el desarrollo de quienes
conformamos la sociedad.
En la obra no se queda nada al margen de la realidad, sino que busca incitar por medio de
un lenguaje cifrado, el deseo del lector a continuar atado al texto, y por qué
no, de generar una conducta propositiva y rebelde, contra las formas
encasilladoras y clásicas, de ver la realidad que nos rodea.
Su
protagonista Bohumil Hrabal permanece 35 años atado a un trabajo mecánico, prensando libros para ser dados de baja. Sin embargo, encuentra la manera de
darle valor agregado a su quehacer mecánico, selecciona diversas piezas
literarias y pictórica, que le permitirán transportar sus sueños, e ilusiones y
evitar caer en la desesperanza. Libros cuidadosamente seleccionados y
embellecidos, aplicando a cada bala, un toque personal, su ritual, su ética, su
preciosa reliquia, como señal del compromiso con lo que hace.
Los
libros le permiten a Hanta, el protagonista, tomar distancia de él mismo, y del
mundo que lo rodea, lo llevan a un exquisito viaje de sueños y fantasías,
diferentes a la suya, como quien se baña en un océano de nuevas realidades,
permitiéndole por momentos, encontrarse a sí mismo, a través de las vivencias
de los demás. Crea sus propias balas, pero también desea darles la oportunidad
a otros, a que creen la suya propia, para que se reconozcan a través de la obra.
“…bajé a la cueva del
crematorio y me presenté diciendo que yo hacía aquel mismo trabajo, sólo que, en
vez de cadáveres humanos, liquidaba cadáveres de libros”.
Bohumil
compara la cremación de un ser humano, con la de un libro, el libro adquiere
vida propia si se tiene en cuenta que el segundo condensa la expresión del
escritor, se siente dando sepultura a la propia vida expresada en palabras, que
condensan las vivencias y experiencias de quienes las escriben. Un acto humano,
para el no hubo diferencia. Les dio a los libros el trato humano que la vida
misma les negó, su contacto manual con ellos fue una última caricia, un
homenaje de perdón y desagravio, un acto de sanación con sus propios autores,
un post morten con estilo, con decoro, con la entrega que realizó durante 35
años, preparando balas no de plomo, sino de papel, introduciendo en su corazón,
un filósofo clásico para exorcizar el exterminio literario, para hacer el
entierro un acto sublime.
…”ni yo ni Maruja
acertamos a saber de qué se trata, pero ya llega su madre, rápidamente coge a
Maruja de la mano y aterrada se la lleva fuera de la sala”.
Maruja
la mujer a quien le expresó el amor, la quiere como es, con sus espontaneidades
a pesar de haber sido llamada “Maruja la cagona”, eso a Hanta no le importó a
pesar de haberse embadurnado de mierda, de su propio excremento. Es un contacto
con su inframundo, el mundo al que pertenece.
Los
excrementos son la sustancia más rica en información, llena de miles de
millones de bacterias y microorganismos. Se trata de un proceso de regresión a
la infancia, a verla como su niña, que se vuelve el centro de las críticas y
miradas de desprecio como si no se tratara de un acto humano, sino
sobrenatural, ahí si cabe usar la expresión utilizada por Hanta:” El cielo no
es humano”, los excrementos sí.
“...mi tío había muerto
hacia dos semanas y hasta que lo encontró un maquinista, yacía en el suelo de
su garita, cubierto de moscas y roído por los gusanos, con el cuerpo deshecho
como un camembert rancio”.
Su
tío continuó atado al trabajo hasta el día de la muerte, mientras sus amigos
disfrutaban de nuevas experiencias, ahora recoge los restos de él , para
embalarlos hacia la vida eterna, en medio de moscas y gusanos, propios del
mundo, al que Hanta pertenece.
“…la belleza caía sobre
mi como un riego, de todos lados, el cielo visto a través del agujero del patio
interior encima de mi cabeza…”
Hrabal
encuentra la belleza ahí justo bajo sus pies, donde dos clanes de ratas luchan
también por subsistir, reconoce su valor interior y la fuerza para soportar en
soledad, un trabajo que le ha permitido acercarse a un mundo olvidado y
desconocido e introducirse en un campo infinito e ilimitado.
“…, a mí siempre me ha
gustado la caída del día, me parece el único momento donde puede pasar algo
importante…”
La
noche es su favorita, los encuentros con la gitana se dan con la complicidad e
inspiración de sombras y reflejos emitidos por una estufa rota alimentada por
madera, mientras una jarra de cerveza, sirve de combustible para incitar el encuentro
“...pero luego descubrí
que en Bubny, una enorme prensa hidráulica realizaba el trabajo de veinte
máquinas como la mía.”
Es
evidente el avance de la industrialización que trae consigo un menor contacto
del ser humano, con el objeto realizado. Se trata de una producción en serie, donde el
volumen producido, es la garantía para bajar costos en una economía de mercado.
Hanta
se deleita untándose de su trabajo, de principio a fin, selecciona el papel,
prepara la bala con el material literario que ha seleccionado, y entrega un producto
terminado diferente, satisfecho de haber participado en toda su elaboración. En la nueva prensa hidráulica, cada trabajador
se especializa en una parte del proceso, desvinculando su participación en las
demás, lo que influye en la visión parcializada de sus experiencias. El papel
en blanco podría tomarse de manera simbólica, como la imposibilidad del nuevo
ser humano, a agregarle contenido a lo que hace, simplemente, sus días
laborales, trascurren como pasar páginas en blanco sin alegría, sin literatura,
sin filosofía, días que pasan de manera uniforme, sin la posibilidad de
agregarle valor a lo que hacen.
“…cada objeto amado es
el centro del paraíso terrenal…”
Reconoce
la existencia del paraíso en cada una de las formas que deleitaron su
existencia, la gitana, los libros, la jarra de cerveza, la prensa, las balas, supone la pregunta que finalmente podría haberse hecho al final de sus días: si ya estoy en el paraíso, ¿por qué negarme a ascender a un nuevo paraíso?
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