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lunes, 10 de julio de 2023

Mensaje a papá

 

Querido papá:

       Han transcurrido veinticinco años, me acuerdo perfecto como si fuera hoy. El semáforo cambió a rojo en el cruce bajo el puente del sitio conocido como la Luna. Detuve el carro para esperar el cambio de luz y tú me sorprendiste con el comentario ¿Lo recuerdas, Papá?

-Sandra cuando me muera no vayan a acabar con esta empresa, no se la repartan porque se quedan sin nada.

Alexandra Correa

        El comentario no estaba salido de proporciones, nos conocías tan bien,  tal vez sabías de una manera premonitoria la fuerza que tenían tus palabras.

Recuerdo cuando me necesitabas, comprabas el tiquete Bogotá-Cali para que viniera a ayudarte a hacer las facturas, los fines de semana.

Cuando decidiste no volver a manejar, íbamos juntos por todas las obras y  a los talleres, a comprar repuestos para las máquinas. A mitad de mañana parábamos en algún sitio a comer y tomar algo ¡Me encantaba compartir contigo!

Sé que jamás te gustó aparentar ni gastar el dinero en lujos, a mi me molestaba, porque yo quería que viviéramos en un mejor barrio y tener un mejor carro. Hoy me doy cuenta que en las cosas materiales no está la felicidad. Los verdaderos recuerdos hermosos fueron nuestros juegos de niños, las peleas de hermanos, las reuniones en los que la camaradería, la mamadera de gallo, los bailes y las trasnochadas escuchando a Julio Jaramillo nos marcaron para siempre.

Papá sé que cuando tu padre te abandonó a los siete años tuviste una infancia difícil con tu mamá y hermanos debías responder por la obligación de sostenerlos, por eso comprendí tu debilidad con nosotros en la abundancia de la comida, así no nos dieras juguetes ni comodidades. Hoy quiero confesarte algo: cuando tenía unos diez y seis años te odiaba, claro no tenía lo que muchas compañeras del colegio poseían: lujos, permisos para salir, novios. El amor y la atención que me dabas era escaso. ¿Te acuerdas aquella noche que se quebró el vidrio de la ventana del cuarto y te dije que me había cortado? ¡Pues no fue así! Era tanta mi rabia de cómo te comportabas y tu manera de ver la vida que me quise cortar las venas. Hoy me da risa como se magnifica una situación y se cometen locuras. Debí pensar que tuviste una infancia infeliz y por eso te comportaste de la misma manera como te criaron, no me puse en tus pantalones.

Te esmerabas porque el estómago lo tuviéramos lleno. Los domingos madrugabas a la galería y hacia el medio día regresabas con el carro repleto de costales con carnes, verduras y legumbres ¡Algo exagerado! Pero éramos siete hermanos, todo un batallón para alimentar.

        Qué orgullosa estaba de volver a Cali con mi cartón de ingeniera, lo hacía por ti, por ayudarte con la empresa. Lo fuimos logrando poco a poco, posicionándonos en el sector de la construcción. Me dolía ver que con los años tu salud iba empeorando. No importaba cuántas veces te internaran en una clínica, tú siempre querías trabajar, trabajar y trabajar. Eras un roble, difícil de doblegar, siempre en la lucha. Sabía que ese día llegaría, inevitablemente: tu muerte y con ella las peleas, disputas y el poder por el dominio de la empresa. Las decisiones se fueron tomando de acuerdo a las alianzas y conveniencias. Los primeros años tratamos de mantenernos unidos, pero lentamente el lazo que nos unía empezó a deshilacharse.

Papá comprendo que cuando éramos pequeños fuimos difíciles de manejar, imagínate aún más grandes, lidiar con los genios, las emociones de todos a quienes  diste más o menos, o  castigaste. Los traumas, sin embargo, quedaron y se acrecentaron cuando crecimos y escogimos los maridos y las esposas, quienes cada noche entre  cobijas nos calientan el oído y ponen gasolina al fuego, o son un oasis.

Menos mal no te tocó ver lo que vivimos cuando se enfrentó tu hija mayor con el esposo de tu otra hija, delante de los empleados. Era de esperarse después de tantas discusiones verbales, algún día llegarían a las manos. Entrando a la empresa él le pasó el carro cerca, haciendo que sintiera que la iba a atropellar, iracunda caminó hasta donde él  y le tocó el hombro con una varilla, él  la empujó, ella cayó  y se fracturó un pie, haciendo que debiera permanecer en silla de ruedas por meses. La pelea se extendería a los estrados judiciales. Cada uno perdió. Él con una demanda por lesiones personales que lo obligó a  pagar diez millones de pesos y ella incapacitada.  La falta de dominio de sus actos los llevó a la locura. Qué pena contigo Papá, todos los inmuebles adquiridos se los tuvimos que ceder a tu hija mayor. Acto seguido nos pidió la parte que le correspondía como socia, más de trescientos millones que se le abonaron mensualmente para no descapitalizarnos. No bastó,  siguió demandando, por las cesantías, las vacaciones, el despido, acoso laboral, aconsejada  por  un abogado de tercera.

Me imagino que cuando cada persona ve las noticias o lee los periódicos dice:  ¡Terrible! Esto nunca tocará mi casa,  solo les pasa a los demás, por  codicia, o por amor. Te confieso: es la naturaleza humana. No nos podemos controlar, tenemos cerebro de simios, las emociones nos dominan, somos así, impredecibles con nuestros comportamientos, la locura nos ronda, la llevamos.

Mi mamá sigue igual que tú, vigorosa con ochenta y cinco años, pienso que como fue tan sumisa contigo, todo lo soporta, se hace la de la vista gorda. Pero si tú estuvieras aquí tal vez nada de esto habría pasado, porque todos te respetábamos. Ya no nos reunimos y cuando lo hacemos para el día de la madre tratamos de fingir nuestros sentimientos, evocamos recuerdos de la niñez, tratamos de olvidar nuestras diferencias, simulamos risas y travesuras de antaño buscando hacerle perder fuerza al enfrentamiento. ¿Será por amor a mamá? ¿Por fingir que todo está bien?

        No sé papá, medio siglo después de la creación de tu empresa me duele no poder darte el gusto de sostenerla, de unir los pedazos que poco a poco se han ido desmoronando. Quiero decirte que hoy está tocando fondo, en parte por culpa nuestra, por no conservar la unión familiar y en parte por la recesión durante el actual gobierno. La falta de subsidios para las constructoras ha hecho que todos los proyectos estén frenados y el efecto dominó hará que se vean afectados todos nuestros empleados. Cuando más unidos deberíamos estar es cuando más nos estamos alejando. No nos comprendemos ni para tomar una decisión. Lo siento en el saludo, en lo poco que nos hablamos, ya no nos soportamos. Las deudas se incrementan y los ingresos son cada vez menos. ¿Qué nos pasó Papá? ¿Cómo pudimos cambiar? Recuerdo nuestros juegos en la casa de la 23, éramos felices, infinitamente unidos.

 Comprendo que nada es eterno, las empresas, las relaciones, la vida, todo tiende a acabarse a extinguirse. ¿Pero el amor de familia también tiende a un final? Estoy segura que no, si  algo le pasara a alguno de mis hermanos correría a socorrerlo,  pero en cambio recurrimos a la envidia, al egoísmo, a la avaricia. Papá, he tratado de unirlos, en diciembre inventé reuniones familiares para apaciguar los ánimos, pero fue imposible, no ponen de su parte, siguen actuando de una manera solitaria, ya nada los hace sonreír, se les perdió el brillo en sus ojos, sus ganas de dar el todo por el otro, el egocentrismo se apoderó de su ser.

¿Qué nos queda en adelante? Seguir luchando, así no nos comprendamos, fingir que todo está bien y aguantar hasta más no poder. No desfallecer, tratar de remar con los que quedan, y los que no quieran se pueden poner el chaleco y bajar del barco en el cual tú nos embarcaste. Será la prueba definitiva, llegar a tierra firme o naufragar.

Te amo infinitamente papá, así nunca te lo haya dicho en vida.

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