Jesús Rico
Velasco
Costeño
barranquillero. elegante con zapatos de cuero fino, vestido de paño corte inglés,
corbata a la moda, sonriente y alegre siempre aparecía con un saludo agradable
para sus amigos.
Conocí a Eduardo Fals
Borda en noviembre de 1961, durante una entrevista de admisión para estudiantes de sociología en la Universidad Nacional
de Colombia. Formaba parte del grupo examinador con el padre Camilo Torres, Andrew Pearse,
profesor de la UNESCO, y Carlos Escalante, antropólogo.
Más allá de los
acercamientos realizados en la Secretaria de Salud Publica del Valle, como
educador sanitario, yo no sabía nada de la sociología. El componente fundamental de mi trabajo era organizar las juntas comunales, protagonistas del actuar político y social en
el terreno rural. El desconocimiento sobre el desarrollo
comunitario y la incapacidad para
preparar informes sobre las comunidades rurales en el Valle del Cauca en el
área de la salud pública, eran evidentes.
Rosita Camargo,
secretaria del departamento, a quien le caí en gracia, me comentó unos días
después que la versión
sobre la acción comunal fue del agrado del grupo evaluador, especialmente del padre Camilo y Fals Borda. Sin embargo, no
fui aceptado de inmediato. Dos semanas
después dos candidatos aceptados cambiaron de programa, y mi nombre apareció en la lista. ¡Por un
pelo me salvé!, había entrado al
departamento de sociología.
Saludaba al Dr.
Fals todos los días. Llegaba al edificio de Sociología en su camioneta roja, la parqueaba al frente. El edifico era muy
pequeño, todos nos encontrábamos en
angostos corredores, en la parte de atrás en un patio abierto con césped y
algunas oficinas de investigadores. Pasábamos
el tiempo de los “recreos” frente al edificio en un amplio lote al lado de la
cafetería central tirados en el pasto. Nos
entreteníamos en unas tertulias de gran coraje, grata conversación,
construyendo el amor con las primíparas y degustando las empanadas que vendía
junto al cerco de la calle 29 que
conduce al aeropuerto.
Era la tercera promoción
de estudiantes pero no representábamos mucho en la Universidad. Nuestro
conocimiento sobre la sociología como rama del conocimiento era muy limitado. En las visitas a Cali al preguntarme por mis estudios, improvisaba
en tono teatral sobre la
sociología como una ciencia social encargada
del estudio de las transformaciones de lo que ocurría en la sociedad. En este
punto aparecía siempre el chiste: ”!Ah!
Entonces, la sociología es una ciencia
con la cual o sin la cual, todo queda tal cual”. Para completar el panorama en los avisos de empleo en los periódicos aparecía: “Se necesita sociólogo con
bicicleta”.
Me caractericé
como un estudiante muy dedicado y trabajador con el rebusque para aguantar los
gastos de la vida en Bogotá. Me hice fuerte
durante el primer semestre ante la vergüenza del examen de admisión en donde
ingresé de último. Leía mucho libros en
la biblioteca del Departamento, y los que me caían gratis en las manos. Fui un poco medio lambón con el gran jefe, Fals Borda, en especial por el gusto y facilidad para
conversar sobre la abundante bibliografía que leía y afloraba sobre las ciencias sociales. Todo
salió sin planearlo, alejado de cualquier pretensión, la disciplina, motivación
interior y el apoyo de una mano bendecida me
llevaron por el camino de la ciencia en
ese momento. Al terminar el
primer semestre fui el mejor estudiante entre más de 30 e en junio de ese año
de 1962.
El Dr. Fals en
medio del camino a su oficina, al encontrarse conmigo, se dejó caer con una
calurosa felicitación, con entusiasmo me
informó sobre una beca mensual, para la
época era de 70 pesos mensuales,
matricula gratis y una posible candidatura a una residencia estudiantil
en el edificio Uriel Gutiérrez dependiendo de la disponibilidad. Su
amabilidad sorprendía, y alagaba a las candidatas a sociólogas, se les salían las babas por él. No era un
hombre coqueto, pero si “sonrisal”, cautivaba con una especie de: no se qué no
se dónde. Tenía duende. Siempre andaba mirando papelitos que sacaba de sus bolsillos con
mensajes escritos para acordarse de algunas cosas, daba risa verlo. Recuerdo
su
asistencia a las reuniones del Consejo Directivo
de la Universidad como Decano. Le preguntaba en broma:
« Dr. Fals, ¿qué se le perdió en los bolsillos del saco?» De manera inocente respondía: « los papelitos
con los apuntes de la reunión para que no se me olviden.»
En varias
ocasiones al encontrarnos me regalaba un saludo cordial, detenía la camioneta a un lado de la calle y conversábamos
de cualquier cosa. En algunos momentos, su corazón generoso, me
regaló dinero para comprar el almuerzo o cena en la
cafetería central. Las necesidades económicas de los estudiantes en la Universidad
nacional de la época eran muchas, cualquier ayuda era muy bien recibida y compartida.
Ese primer
semestre trabajé con tozudez, aprendí a compartir con el más necesitado y encontrar la manera de obtener beneficios con mucho tacto para no
ofender el orgullo de nadie. Pararse a
un lado de la cola de pago de la
cafetería con mucho respeto, escudriñar caras conocidas apelar a la cercanía de la amistad y solicitar
una moneda que junto con otras completaban un almuerzo o una comida. En otras
ocasiones, pedir con un guiño de ojo al encargado de la registradora, James Cándelo
estudiante de química, vallecaucano y gran amigo, que discretamente
te dejara pasar sin pagar frente a la caja.
De huelga en
huelga se iban pasando los semestres dejando espacios para el trabajo del
rebusque y para la lectura juiciosa de los tratados sociológicos disponibles.
De un solo viaje me leí el libro sobre Saucío “ Campesinos de los Andes” tesis de Orlando en la Universidad de
Minnesota. Obtuvo el grado de Ph. D. en la Universidad de la Florida en 1955. Empecé a tejer la colcha de retazos en la
formación académica. Lo llamaba “Orlando”, le producía risa y no se fruncía, la verdad este costeño era
ancho como la seda. La mayoría de los
estudiantes lo tuteaban, al igual que al padre Camilo. En uno de sus viajes a
Europa le pedí a Orlando que me trajera unas catañuelas para Elsita, mi novia de universidad, ella
tocaba y bailaba la “ J “. La verdad le dije por joder. Al regreso de su
viaje en un encuentro en el corredor se me acercó y me dijo:
«Tal vez no lo
vas a creer… pero te traje las castañuelas para Elsita. Me costaron 20 dólares…
las más finas. »
Nunca pensé que
se iba acordar de mi encargo en su viaje por España. Le di las gracias de
verdad pa´ Dios. Le aseguré que un día yo
se las pagaría. Nunca sucedió ese día, ni tampoco en los años que nos vimos me
las cobró. Algunas de las monografías sociológicas Rosita, su secretaria, las apuntaba para cobro posterior a cargo de
la decanatura. Una manera extraordinaria para transmitir el conocimiento eran sus célebres
“separatas” que encerraban en forma precisa el componente de una discusión o
temática para presentar en conferencias. Durante una de las largas huelgas universitarias,
me invitó a los llanos orientales en la
región del rio Meta, con dormida en hamacas, comida campesina, pesca en el río
y lampareada de conejos en la noche. En el transcurrir de las tranquilas
sombras llaneras discutíamos sobre el manejo de los componentes de la
estructura social colombiana uno de sus temas favoritos. Decía,
« Hay varias
maneras de acercarse al análisis de
una estructura social.»
Mientras
acomodaba su cuerpo en la hamaca, buscaba los pensamientos con sus ojos como si
le llegaran con el viento y continuaba,
« Una forma es considerar
la estructura como un cuerpo vivo compuesto de elementos en interdependencia
funcional, tal vez un poco mejor en una relación dialéctica. Cada componente se
relaciona y responde en la acción de alguna manera. Al interior de los componentes
están los elementos que la constituyen en interacción, se afectan mutuamente,
se transforman y van cambiando moviéndose en alguna dirección. Cada relación es
construida por un ser social como fruto de su propia experiencia en el fondo de
la cual están sus elementos aprendidos en la cultura. No hay nada suelto. El
ser social inevitable crea y realiza
interacciones que cambian al que la recibe y del cual también experimenta cambios.»
Sacudiendo su
cuerpo, sus manos y tornando ampliamente sus ojos continuaba diciendo, « es como un campo eléctrico en donde la energía
experimenta movimiento, en la sociedad es la “interacción” que puede traducirse
en acción participativa para producir un cambio. No importa si es funcional, estructural,
socialista o comunista, es un organismo que cambia.»
Esta carreta sociológica a Orlando le daba vueltas en su mente, gastaba horas enteras sentado en el suelo o la
hamaca escribiendo y reescribiendo hasta
terminar la separata. Una manera
sapiencial de acercase a los fenómenos sociales en un orden que dejara ver el
movimiento y mostrara los cambios ocurridos
en el pensar reflexivo. Era un escritor perverso, le daba vuelta a las palabras, les buscaba
significados e interpretaciones hasta lograr una proposición correcta a su
manera. Era el rostro del sociólogo más importante en el país.
En su mente de
sociólogo formado en USA la sociología era una ciencia positiva, objetiva
basada en la evidencia en donde la
observación era pura, intocable, un dato
estricto. Con el tiempo su pensamiento fue cambiando para colocarse al borde
del abismo político donde todo es diferente y se acomoda a las necesidades de
la gente. Su posición como pensador político, lo motivó a reflexionar en un
socialismo a la colombiana en donde hay que moverse y realizar “la praxis política”
inmediata. Después del asesinato de Camilo, muerte que le dolió en lo más
íntimo de su sensibilidad humana, Orlando
empezó a moverse hacia la Interacción Acción Participativa como mecanismo de
cambio social.
Hay que
devolverse un poquito. El padre Camilo Torres reconocido por su vestido de cura
joven, caminando por lo predios de la Universidad “subversiva”, asistía en la
parroquia de la Universidad hasta llegar a ser su párroco en algún momento. Se
juntó con el Dr. Orlando Fals Borda recién desempacado de USA, empezando a darse a conocer como sociólogo,
y el Dr. Eduardo Umaña Luna encantador abogado, despelucado, gran orador y
conversador, siempre rodeado de estudiantes que lo escuchaban, y la adorable
María Cristina Salazar, socióloga de la Universidad Católica de
Washington, cuestionada en la
Universidad Javeriana de donde la echaron para irse a trabajar a la Nacional y justo en la facultad de sociología. Conformaron
el grupo de gestores de la sociología como institución en
Colombia. Otra fundadora maravillosa Virginia Gutiérrez de Pineda, hoy aparece en los billetes de 5.000 pesos,
antropóloga proveniente del Socorro Santander. Expresión auténtica de las raíces de un pueblo
con orígenes revolucionarios y al mismo tiempo poéticos esposa del gran antropólogo
Roberto Pineda Giraldo . Otro fundador, Carlos Escalante, antropólogo costeño, no tan fino como el decano de la época, bueno
para dirigir los programas de metodología en las áreas rurales de Cota
(Municipio) llevaba estudiantes los
fines de semana, los dejaba en el
terreno a la mano de Dios, sin comida, sin saber qué hacer, con quién
conversar, a dónde llegar o para dónde irse. Una manera peculiar de enseñar a meterse
y ser miembro de la comunidad. El profesor Tomas Ducay, un español
expatriado, conversador intelectual profundo,
se paseaba por la ciencias sociales en las clases de introducción a la
sociología, suelto y amigable. Y el
menos conocido por nosotros pero muy reconocido en las áreas del derecho, la
filosofía, y las ciencias sociales el
Dr. Darío Botero Uribe profesor emérito y maestro de la Universidad Nacional.
Un cuadro pintado por el destino de los mejores rostros de las ciencias
sociales en Colombia en todos sus tiempos.
Orlando Fals
Borda fue el centro de la creación de la facultad de Sociología, su administrador, y junto con
su grupo de trabajo los creadores para
Colombia y ejemplo para Latinoamérica. Su orientación inicial en el área de la
sociología rural lo animó a trabajar con T. Lynn Smith estuvo con nosotros mostrando el cambio
social en las comunidades de campesinos. Otro profesor fuerte Everett Rogers en
su acercamiento de adopción de las innovaciones entre los campesinos, David Cartano con sus trabajos en los llanos orientales,
y otros con una preocupación central de la realización de una reforma agraria. “El hombre y la tierra en
Boyacá” fue uno de los trabajos fundamentales de Orlando para el cambio en
Colombia. Décadas de transformaciones esperadas nunca avanzaron más allá de las
oficinas del CAM. El gerente del INCORA
era el Dr. Enrique Peñaloza papá del que fue alcalde de Bogotá. Puras puntadas
sin dedal. Este libro me lo regaló varias veces la última en el año 2006 en su oficina del
Polo Democrático cuando trabajaba con el
candidato presidencial Carlos Gaviria Días, contendor de Uribe.
Orlando sostenía
que la tenencia de la tierra es el elemento esencial para el logro de una
reforma agraria en Colombia. La posesión de la tierra desde la época colonial
es un componente que ha marcado los movimientos históricos. Los
terratenientes basaron su poder semifeudal
en la tierra amarrada a la corona, al caciquismo, y siempre
entroncada como elemento esencial en la política y el manejo del poder. En departamentos como el Valle del Cauca hoy en día menos del 5 % de la población es dueña de más del 80% de la tierra. Siendo peor
en otras partes, como el Cauca y Nariño, en donde el minifundio es el sistema para sobrevivir dejando en el fondo el
rescoldo para que se prendan movimientos
de reivindicación social.
“Hay que educar a
los adultos mayores”, nos decía recién llegados a la Universidad Nacional. Nos
embarcó a varios estudiantes en un programa de alfabetización los fines de
semana. Tratamos de impulsar un programa
en el que creíamos. Pero resultó un fracaso absoluto. Los participantes
carecían de entusiasmo y sus pocos
intereses eran para realizar propagandas de
partidos políticos: escribir pancartas, leer los editoriales del Tiempo y del
Siglo, sin respuestas concretas, ni deseos fervientes de aprender a leer para mejorar
las ideas y construir pensamientos de
cambio genuinos. El programa fue desvaneciéndose lentamente
en la práctica y en el mismo pensamiento
de Fals Borda.
En cuatro años
había culminado los cursos de la licenciatura en Sociología con gran entusiasmo,
y ganado una beca de posgrado en el
exterior. Con el apoyo del Dr. Havens e aceptaron en Wisconsin como alumno
regular en el programa de Sociología rural. Un viernes de Enero de 1967 llegaba temprano al aeropuerto de la
universidad de Wisconsin. Alguien
me recogió y llevó al sitio de
residentes casados de la Universidad. Al ingresar me encontré con
una muchedumbre colombiana. El primero en saludar fue a Humberto Rojas, esposo de Rosita, vivían allí hacia más de un año. Me condujeron hacia la cocina y allí estaba… ¡nada
menos que Orlando! hablaba muy de cerca
con María Cristina Salazar, representante
para mi de la liviandad , del encanto y la dulzura femenina en ese instante supe que era su compañera de
viaje. Verla al lado
de mi maestro, mi tutor, próximos a la
caricia cercana, hacía que mi ser extasiado contemplara con ternura este par de enamorados.
La espiral del amor se enreda en todas partes. Estaban también, Rodrigo Parra Sandoval y un
amigo suyo puertorriqueño. Ahora pienso que también estaban Carlos
Castillo y su hermosa mujer Cecilia Muñoz, psicóloga y Álvaro Camacho
y su esposa Nora Segura. Un extraordinario encuentro con un selecto grupo de la
primera generación de sociólogos graduados
y becados por diferentes fundaciones americanas, como la Ford, la Rockefeller y la Fullbright.
En cuestión de
meses las cosas habían cambiado. Ahora María Cristiana y Orlando estaban recién casados y de visita en la
Universidad en donde dictarían varias conferencias sobre la realidad colombiana:
la violencia en Colombia, los
movimientos políticos iniciados por el
padre Camilo Torres, asesinado recientemente en las montañas colombianas y los procesos revolucionarios y la importancia
del cambio social.
Orlando y María
Cristina vivieron grandes satisfacciones y pruebas angustiosas.
Avanzaron en las ideas de la IAP (Investigación Acción Participativa) con
fuertes transformaciones internas en sus
concepciones ideológicas para irse
moviendo del pensamiento estricto académico al acercamiento de la transformación
social y la necesidad de cambio en la sociedad colombiana . Fueron líderes de
la “descolonización” sociológica y el avance en la política de Orlando como uno
de los ideólogos y fundador
de movimientos políticos como el Polo Democrático, representante en la asamblea
nacional constituyente , y gran visionario de las Regionalización en el país, amarrada a los cambios necesarios en la tenencia de la tierra como elemento
indispensable para el logro de una reforma agraria. Fueron elaborando los
principios sociológicos de lo que podría ser un
“socialismo” a la colombiana que ahora 15 años después está surgiendo con la aparición de un dirigente de las minorías llegando al poder en las elecciones para presidente en el 2022.
Maria Cristina por un mal momento relacionado con la desaparición de armas del
ejercito en un cuartel del norte de
Bogotá fue apresada y le tocó pagar cárcel por un período considerable. Las
armas fueron descubiertas en una de sus
residencias alquilada en Usaquén en las proximidades de la institución militar.
En el año 2006 recibí una llamada de un colega sociólogo, “el
pollo” Gilberto Aristizabal, muy amigo del Dr. Fals Borda y María Cristina, me contó
preocupado las dificultades de salud de ambos.
Mencionó que en una visita que les hizo preguntaron por mi. Un sentimiento muy intenso
inundó mi ser, recibía un mensaje de la vida, era una oportunidad para
demostrar gratitud a esa persona que fue mi mentor cuando me
iniciaba en el área de la sociología.
Decidí viajar a
Bogotá y quedarme un par de días para visitar al Dr. Fals Borda. Muy temprano en la mañana del martes salí del hotel en un taxi con rumbo
inicial al campus de la Universidad
Nacional. Mi corazón palpitaba de alegría en la medida en que avanzaba
caminando lentamente, observaba con atención los cambios que habían ocurrido en
los espacios. Edificaciones nuevas por
todos lados, notaba la reducción
alarmante de los jardines verdes y áreas recreativas al aire libre. Caminé
hacia la antigua entrada de la calle 26 que lleva hacia el aeropuerto
internacional El dorado. Antes de llegar a la entrada miré con felicidad el
antiguo edificio de la facultad de sociología,
ahora con la reforma universitaria pertenecía a la Facultad de Ciencias
Sociales.
Pregunté por la
oficina del Dr. Fals Borda y una secretaria sonriente me contestó: «El Dr. Fals
Borda no trabaja hace muchos años en la Universidad. Tiene su oficina en la
sede del Polo Democrático en Teusaquillo sobre la avenida Caracas.» Estaba perdido,
había pasado toda una historia por debajo de nuestras existencias. No sabía
nada de lo sucedido en su vida personal, laboral ni familiar. Me
dirigí a las oficinas del Polo y pregunté por el sociólogo Orlando Fals. El
vigilante del edificio me miraba y no
entendía nada, también estaba perdido en el mundo en donde me estaba metiendo.
Frente a su
amplia oficina reconoció mi existencia. Reducido en un escritorio inmenso
surgió la figura de mi maestro, trató de
levantarse con mucha dificultad con la ayuda de un par de muletas que reposaban
a su lado sobre el lado izquierdo, trató
de agarrarlas para poder abrazarme. Me
acerqué con alegría y dolor mezclados,
trató de usar una de las muletas pero sus fuerzas flaquearon. Nos quedamos abrazados en el aire sobre su
silla sin poder hablar. Llorábamos de vernos, de sentir nuestros cuerpos
envejecidos, del tiempo pasado, de los dolores, de la imposibilidad de saber quiénes
somos y para dónde vamos, lloramos y se llenó de lágrimas todo el espacio de las
inmensas oficinas del Polo . La paz regresó a nuestras mentes suficiente para escuchar a Orlando presagiando la proximidad de la muerte de María Cristiana, la estaba matando un
cáncer. Su muerte efectivamente ocurrió dos meses después en julio del 2006.
Los recuerdos nos
hacían sentir profundamente conmovidos hasta recuperar una relativa calma. Insistió en regalarme de nuevo el libro: El Hombre y la tierra en Boyacá, firmado por
él para la posteridad. Ahora es el único
recuerdo tangible que tengo para mostrar la presencia de este hombre notable que vivió
en Colombia y con el paso de algún tiempo
será olvidado como está pasando
con la historia del gran sacerdote católico Camilo Torres Restrepo. Nos acordamos de él y
nos unió la tristeza de su muerte hacia varias décadas, con la desaparición
forzada de su cadáver por el maltrato del General Valencia. Los minutos
fueron pasando, el acoso de los
guardas anunciando otros que también querían hablar con Orlando. Última
oportunidad para estrecharnos en un abrazo de
despedida. Orlando murió dos años después.
Puso mucho
énfasis en el manejo de una verdadera reforma agraria con cuatro componentes
básicos: la tenencia de la tierra, el manejo del capital, las relaciones de
trabajo , y la organización social. Orlando escribió: “Debe subrayarse
la opinión de que una verdadera reforma agraria no se reduce al problema de la
tenencia o al uso “económico” de la tierra, como ha habido la tendencia a
considerar en Colombia y en otros países latinoamericanos. Hay que ir más allá
de la ley 200 de 1936- pues no se necesita de una sola ley sino de varias- para
incluir el aspecto global….” Una reforma agraria integral debe conservar unos componentes
en interdependencia funcional que incluyan: servicios públicos y
comodidades como agua, luz y carreteras, adopción del sistema astronómico
para determinar propiedades, facilitación del sistema
legal de la herencia y sucesiones, regulación de la
trasmisión de la propiedad para evitar la fragmentación y el minifundio, consolidación de fincas
pequeñas, reducción de latifundios
por medio de compulsiones tales como impuesto progresivo sobre la tierra
inexplotada, reglamentación de contratos
de aparcería y arrendamiento, tecnificación y
racionalización de la agricultura y la ganadería por medio de programas de
extensión, mejoramiento de
utensilios y herramientas, introducción de semillas
precoces, resistentes y de alto rendimiento, diversificación e
intensificación de la producción agrícola y animal, fomento de uso mas
económico de la tierra, prohibir el
despilfarro de los recursos naturales, regulación de
mercados y el mercadeo y regulación de
precios para que las ganancias lleguen más al productor que a los
intermediarios, facilidades de trasporte, facilitación del crédito
para el pequeño agricultor quitándole el aspecto fríamente bancario, apertura de nuevas regiones,
corrientes migratorias colonizadoras, refuerzo de las veredas
y municipios dándoles mas autonomía y recursos fiscales para gobernarse a si
mismos, educación, justicia y seguridad rural. (Conducta y política como reflejo de la agrario, Cap. XI: El hombre y la
tierra en Boyacá. Bases sociológicas e históricas para una Reforma Agraria,
Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia, Tunja 2006)
Enseñanzas de su socialismo , de la descolonización de la sociología y de un futuro político
que no podrá conocer. La extensa obra de Orlando como científico, sociólogo,
político, es inmensa, significativa para los dirigentes del país, es marcadora de un
futuro incierto, de un presagio de cambio social necesario. Preguntarnos:
¿Para dónde vamos? ¿Descolonización de la Sociología? ¿Qué camino tomamos? ¿El
socialismo ahora? ¿El Narco Estado?. Vamos hacia la construcción de una
sociedad diferente que resulta de la trasfiguración de la noche a la mañana de
los resultados de unos votos que ponen a la sociedad patas arriba. Todo lo que
estaba arriba ahora tiende a bajar. Lo
que estaba abajo ahora tiende a subir es una ley del Kibalion que se cumple en el camino largo. ¿Quien iba
a creer que de un día para otro se empezara a bailar salsa en el gran salón del
“Palacio de Nariño”? Que las clases populares se levantaron un día temprano
salieron a las calles, fueron a las urnas, votaron y los señores feudales, los emergentes de las clases medias que estaban durmiendo, se quedaron en sus
castillos, casas de campo, y sitios de recreo y no se dieron cuenta y fueron echados a la calle por sus sirvientes para continuar en el negocio de la política
pero de una manera inversa. Tomamos
el camino de las izquierdas populistas
que están felices y tienen toda la razón porque lo mejor que tiene
Colombia es el poder político y todos lo saben , si no pregunten : ¿usted
no sabe quien soy yo?
Colombia es un
país comprador de productos industrializados producidos en otros países
principalmente de los Estados Unidos (más de un
80%) y de algunos Europeos y Asiáticos, principalmente de China. Colombia es por lo general un gran
exportador de materias primas muy ligadas a productos agrícolas como el café, ganado, maderas, petróleo, carbón y otros próximos a
la minería legal e ilegal como el oro, plata, y similares.
Al final está
amarrada a un sistema capitalista que lo gobierna todo.
La balanza es desigual por donde se
mire. Es un sistema semidemocrático manejado por el capital altamente
concentrado en las manos de unos ricos capitalistas que se nutren sin
consideración de la población. Al final de cuentas más de la mitad de la población son pobres. Un
hermoso país de 50 millones de habitantes con todos las posibilidades de ser
uno de los países más ricos y prósperos que existen sobre la cosmonave tierra.
Negar la
existencia de una “crisis” en la estructura del capitalismo moderno es una tontería.
El capitalismo como filosofía ha estado siempre en crisis.
Sus componentes son muy claros para definir el capitalismo como una función de
la concentración de la riqueza, la existencia de una fuerza laboral formal. La
economía moderna capitalista es una construcción orgánica formal que se manifiesta en el aumento en la producción de bienes y servicios,
ampliación sostenida en la participación del empleo pero con un proceso de “disminución de los
salarios” a la larga, y por supuesto en
las ganancias siempre positivas del
capital: -“de centavo en centavo se hacen los grandes capitales”- decía mi papá. “En la “contabilidad del rico
nunca debe haber saldo en rojo, siempre debe haber plata en caja”.
La estructura del
trabajo no tiene que ser constante de tipo formal. Los teóricos de la economía
clásica construyen su mundo amarrados a la idea de que todo ser humano tiene
que entrar en cualquier momento de su vida
en relaciones de trabajo estructurales
con formatos legales de contraprestación y recibir un salario.
Lo peor para el
capitalismo es la informalidad colombiana frente al trabajo. Desde que existe
la madre patria la informalidad es la manera de vivir del colombiano promedio,
del que tiene una tienda en la esquina, del que trabaja la tierra y de allí
sale el pan coger, del que baja al socavón en las minas y extrae de la tierra
su sustento, del artesano que con grandes esfuerzos produce extraordinarias
obras de arte que otros venden en el mercado y le ganan el doble, el rebuscador
que vive de cualquier cosa, del recogedor de basuras, del avivato, el extorsionista, estafador, el
adivinador y apostador, y el que vive por supuesto del rebusque. Más del 47% de
la fuerza laboral colombiana es “informal”. Es algo difícil para los economistas
entender este comportamiento. No todo se rige por las leyes que nos mostró
Samuelson en nuestras clases de economía.
En medio de la
violencia más cruel e incontrolable por la existencia de unas riquezas
inmensas se lucha en la vida diaria por
controlar un mercado inmenso internacional de unos elementos que son la materia
prima para producir la coca, la marihuana, la amapola y todos sus derivados. En
la clandestinidad este gran comercio se maneja
oculto con la presencia de todo tipo de manos que mueven cualquier cosa
para lograr que el negocio continúe aparentemente inmodificable.
Escondidos se
encuentran los príncipes del gobierno, la política, los mercaderes baratos en
las zonas urbanas de la sociedades, los campesinos pobres de las fincas paradas
y alejadas próximas a las regiones selváticas, los indígenas de los diferentes
resguardos perfectamente ocultos en sus raíces aborígenes, los guerrilleros
manejados por los diferentes sistemas que controlan el poder, las pandillas de
atracadores, extorsionistas, que se pelean los barrios , todas para producir el mejor alcaloide al mundo, la
menor marihuana que existe, las amapolas,
y diferentes derivados que se manejan en la producción , transporte,
distribución y comercio local e internacional.
Todos meten las
manos, todos se untan pero nadie responde , no quieren saber que está pasando,
se hacen que no ven, que la guerra se está llevando a media Colombia pero la
riqueza de las drogas enceguece no solo a los
ricos sino también a los pobres. ¿Qué se puede hacer?
El socialismo del
siglo XXI también está en crisis como resultado del quebrantamiento de los
sistemas de pensar. Las sociedades socialistas que en principio se orientaban
por los postulados marxistas basadas en
el axioma de que en cualquier momento de
su vida los seres humanos tienen necesidad de entrar en relaciones materiales
de producción independientes de su propia voluntad que definen sus fuerzas
materiales de producción. Karl Marx escribía,
« La suma total
de estas relaciones de producción constituye la estructura económica
de una sociedad, su fundamento real, en la que se apoyan las superestructuras jurídicas y políticas a las que
corresponden determinadas formas de conciencia social. »
Grandes pensadores
definieron principios filosóficos de
construcción de una sociedad marcada por el pensar socialista centrados en la
propiedad colectiva, la eliminación de la propiedad privada y la participación como fundamento de una conciencia social que no existe en el plano de la realidad. Eliminación de las ganancias
del capital y la búsqueda del logro del bienestar colectivo con la participación
social. El pensamiento en la letra es de una construcción que raya en la perfección
pero no funciona en la práctica. El capitalismo es la estrategia universal para
el majeo de los interés de estado y de
las personas en cualquier parte en donde
se viva. Es a través de los intereses que se mueve el universo actualmente. Hay
una mezcla de ricos y pobres metiendo la cuchara al dinero para poder vivir.
El espíritu capitalista
como lo dibujó Max Weber surge de la superestructura ideológica condicionado
por la ética protestante que condujo en la creación de las condiciones sociales psicológicas para la construcción del capitalismo.
Todo quedó untado de lo bueno que era el capital y su manejo en los intereses
en la vida de la gente. El resultado es nefasto, si se miran los regímenes
establecidos en el sistema socialista se encuentran los resultados claros de sociedades
empobrecidas, o negadas de su participación social, del manejo de su propiedad
y arrinconados en sistemas autoritarios
privados de su libertad. Para la muestra
varios botones: Rusia, China, Corea del Norte, Venezuela , Nicaragua,
Bolivia, ahora la Argentina, seguirá Perú y otros entre los pobres como la
riqueza de la República Democrática del Congo en el continente africano.
De todas
maneras el manejo de la ciencia y la tecnología en los dos sistemas, capitalista
y socialista, está derrumbando las ideologías y se está comenzando a dibujar un
nuevo esquema si se quiere político construido
con los adelantos impresionantes de lo que estamos viendo en la aplicación de
la ciencia, la tecnológica y la inteligencia artificial.
De pronto el mundo se va a mover en esa dirección para poder existir en la
cosmonave tierra.
Excelso articulo y muy sociologico eso si respetable su definicion politica pues acata la diferencia y debe valorar loz modelos de formacion economico social sin necesidad de compromiso.
ResponderEliminarNelson Guzman Vadna