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lunes, 10 de julio de 2023

Presente

   Jaime Valencia

Que tengo cintura de nevera dicen en mi casa. Lo cierto es que me gustan los dulces. ¡Los adoro! Una totuma de manjar blanco que compran en mi casa cada dos semanas, se convierte en una tarea para mí. La dejan en la despensa al final de la tarde, la primera cucharada la robo mientras todos ven televisión y a veces repito, la segunda y si puedo la tercera. Saboreo cada cucharada con la lengua y el paladar, despacio, muy despacio mientras se diluye y ese aroma y el juguito del dulce van llenando mi boca. Cuando todos se acuestan traigo el mate a mi cuarto, lo termino y vacío lo boto por el hueco de las basuras. Uno o dos días después dice mi madre: el mate de manjar blanco no lo encuentro, a veces se me olvida. Desde ahora pienso qué hacer con el mate que traiga en dos semanas para que no se den cuenta que yo acabo con el dulce y no comparto.

Igual con las galletas Oreo y cualquier galleta así sea de sal, solo que sufro mucho, me toca dejar al menos la mitad para que no me pillen y a veces no duermo bien, me despierto pensando en los paqueticos que están en la despensa.

Estoy en la camilla para que me hagan una gastrectomía y me quede solo la mitad del estómago; se evita comer tanto y así bajar las tres veces y media que excede mi peso hasta lo que, según normas, es mi peso normal. Me dicen que para la ansiedad debo tener claro: comer cada treinta minutos un poquito cada vez, un poquito cada treinta minutos. Así lo hago mientras esté despierta, un poquito cada vez, un poquito cada treinta minutos hasta que el mate que tengo escondido se acabe y así seguir con el otro y el otro y el otro y…

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