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lunes, 19 de febrero de 2024

El asalto de los mineros de Timba

 Jesús Rico Velasco

 Era el segundo domingo del mes   de agosto de 1950, tres jinetes salieron de Timba hacia el norte siguiendo el camino al borde de la línea del ferrocarril hasta llegar al paradero 14 antes de desviarse a territorios de la cordillera occidental. Por el callejón hacia la finca de la Ferreira, de propiedad del difunto Pablo, se llegaba al borde de las quebradas de Caparrosa, al comienzo de la subida hacia la Liberia, en la cima de la cordillera. Los cabalgantes eran Carlos y dos de sus guardaespaldas que iban a negociar tierras y completar negocios de minería de carbón.

 


Carlos no pudo ser incriminado en la muerte de Don Pablo que ocurrió  en  marzo de 1948  antes de los acontecimientos del 9 de abril cuando el líder liberal   candidato   a la presidencia Jorge Eliecer  Gaitán  fue asesinado en las cercanías   a la plaza de Bolívar en Bogotá.  El “Bogotazo” produjo una gran agitación  violenta   que conmocionó a todo el territorio y  prendió los ánimos partidistas  en las ciudades y en las áreas  rurales   del país.

 Carlos tenía un granero miscelánea en una esquina frente al parque que lo separaba de  la Estación del Ferrocarril.  Al medio día los fines de semana llegaba el tren proveniente de la ciudad de Cali.  Una locomotora brava echaba humo y vapor caliente al aire  mientras comenzaba un alboroto inusitado entre los viajeros que venían a Timba y los que continuaban hacia   las próximas paradas en Morales y la final en la ciudad de Popayán .  Los vendedores con sus bateas, bandejas, y canastos de todo tipo ofrecían empandas calientes , tamales , buñuelos, pandebono, pandeyuca, dulces de manjar blanco, y blanqueado. Frutas frescas de la región, bananos, piña en rodajas, y pomas rosas que estaban en  plena producción. El inspector del tren  se paraba en una de las puertas del coche de primera clase y prácticamente los empujaba para que ofrecieran los productos  a los pasajeros a través de   las ventanillas .

 Timba era un pueblo de cuatro manzanas y una plaza central abierta utilizada los fines de semana  por  campesinos, negros mineros  , indígenas provenientes de varios pueblos, y paisas, mas uno que otro pastuso o nariñense. Cada uno con sus  vestimentas y hablados  que le daban un sabor muy propio al ambiente. La plaza se dividía en  espacios acostumbrados  para la venta de carnes de varios  tipos,  ganado vacuno, cerdos, pollos y gallinas.   Un espacio  para la venta de telas y misceláneos, espejos, vasos de cristal, vajillas, molinos corona para la cocina. Una parte para legumbres, vegetales, yuca, plátanos, y una gran variedad de frutas. El mercado era abundante, con recorrido alegre de los compradores pidiendo rebaja, y de pronto una buena  ñapa en una compra importante.

 En las cantinas la música sonaba a puertas abiertas y un algarabío  se mezclaba en el aire que se calentaba con  el ir y venir de la gente. En el granero de Carlos despues de pasar el tren y mientras las horas iban cediendo la bulla   aumentaba , las botellas de cerveza en las mesas iban sumando   la cuenta. Era un sábado del mes de marzo de 1948, ese día en medio de los asistentes se oyeron gritos  de “hijodeputa”, se prendió la bronca por las discusiones acaloradas  de la política partidista liberales  y conservadores mezclados. Una tarde que ponía las horas calientes hacia el atardecer cuando de repente Carlos alzo la voz , y grito:

 « Hijodeputa comunistas, rojos gaitanísta, les vamos a quemar el culo para que  no se puedan volver a sentar.»

 Pablo que estaba en una de las mesas repletas de cerveza en compañía de su fiel ayudante Carabalí  Guerrero, negro de la vieja guardia que lo vigilaba, trató de calmar los a ánimos entre los asistentes. Se levantó, tiró el  asiento contra el mostrador empujó a Carlos desafiante y  trató  de desenvainar la  peinilla que tenía atravesada en la espalda y grito,

 «Godos hijodeputa, los vamos a desaparecer  de Timba. Soy liberal gaitanísta, puto, liberal y macho. Paisa de titiribí  Antioquia donde nacen muchos y se creían poquitos.»

 Empujó a Carlos que no se aguantó. Saltó por encima del mostrador , abrió un  cajón y sacó un revolver, sin   pensar disparo varios tiros  sobre la persona de Pablo que recibió un disparo en la parte izquierda del hombro y se dejó caer contra el suelo. Carlos salió del granero corriendo, doblo la esquina y desapareció entre la gente que a esa hora iban terminando el mercado. No se supo que pasó, como fue y las razones  para que todo ocurriera .

 El resultado inmediato de los acontecimientos se sintió a la semana siguiente cuando no hubo actividad de pago que ocurría los fines de semana. Se quedaron sin trabajo un centenar de mineros que laboraban en las vetas  del “Cable” en la parte alta de la Ferreira y en las minas del Palmar  en la otra orilla del rio Timba de propiedad  de Don Pablo. Nadie llegó de Cali con los salarios, no había nómina para cumplir, los herederos eran menores de edad, no había nadie para responder por la finca, las minas, y los trabajadores. Todo quedo abandonado por años, el silencio cubrió las lomas, los mineros se fueron disipando en el rebusque con la ayuda solidaria de algunos de los agricultores de la Liberia y de otras familias  dispersas que manejaban su dolor en medio de la pobreza. No se volvieron a oír los gritos de los arrieros empujando las bestias por los caminos.

 Un domingo de verano en las horas de la mañana en el mes de agosto de 1950, iban  tres jinetes  con sombreros de ala ancha para disminuir el calor que empieza azotar temprano en el verano timbeño.  Montaban  en tres mulas briosas y con pañuelos alegres en sus cuellos y ruanas campesinas  de tela de rayas a colores que caían hasta el borde de sus zamarros cubriendo gran parte de sus cuerpos. En las tres mulas habían al final de la montura sus correspondientes   alforjas  con los comisos para el viaje y   algunas pertenencias. Llegaron a la quebrada de caparrosa que indica el paso del comienzo de la subida.

 Carlos les hizo señas a sus guardaespaldas antes de comenzar a subir la loma y les dijo,

 « Ojo vivo hay que estar atentos, vamos a comenzar a subir el camino empinado y culebrero. Hay barrancos bruscos de profundidad por encima de un metro en donde solamente se miran los cabalgantes y  un  poco las bestias. »

 Hicieron una fila india con  Carlos a  la cabeza, Joaquín de segundo y al final José un  negrero guerrero conocido en la región por la gran cantidad de crímenes cometidos, asesinatos, violaciones, robos y muchas peleas en casi todos los pueblos y veredas de la región de Timba.  Por  su reconocimiento de  fuerza y verraquera  era el ultimo guardaespaldas. Las espuelas  calzadas en las botas de los cabalgantes rechinaban en el cuerpo sudoroso y ensangrentado de las mulas que empujaban loma arriba. Los zanjones formados por las lluvias en los inviernos estrechan  los pasos de las bestias y presionan los muslos de los cabalgantes  haciendo  sonar sus zamarros contra la tierra.

 En la cima de la colina entre arbustos, chamizas  y cactus largos se encontraban escondidos un grupo de mineros  con sombreros oscuros y pañoletas rojas  que cubrían sus caras.  Se oyeron disparos de escopeta, tiros de revolver y el tintinear  de machetes en el aire. El primero en caer fue Carlos con  disparos por todas partes que provenían del  entorno semi boscoso, su cuerpo rodó  loma abajo por unos diez  metros completamente despedazado y seguido de una masa de carne de su mula que daba vueltas y lanzaba  algunos gemidos espantosos   antes de morir al lado de su jefe. Los dos capataces, Joaquín y José quedaron  atrapados en el zanjón que  los cubría con sus mulas muertas. Los asaltantes  con rapidez saquearon   las pertenencias y  se llevaron las   alforjas de cada una de las mulas. En tiempo de  diez minutos el silencio cubrió el ambiente   y desaparecieron para siempre.

 Varios años después de esos episodios del  verano de 1950 no se volvieron a presentar masacres, ni asesinatos , ni persecuciones.  Aparecieron tres cruces a la vera del camino  en el sitio en donde ocurrieron los hechos   en honor a Carlos, Joaquín y José.

 ¡ En algunos fiestas patrias  que ocurren en el pueblo se recuerdan sin nombres  a los inocentes rebeldes mineros de Timba !

 

 

 

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