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martes, 27 de febrero de 2024

Las sombras de Alberto

 Silvia Martínez

                            ¿Acaso Alberto pensó alguna vez que por una actitud equivocada podría cambiar para siempre su vida? Nadie en el pueblo se habría imaginado años atrás que hubiese estado privado de su libertad durante varios años, lo que lo había llevado a una sin salida, incluso había perdido la visión. Después de desempañar varios cargos llegó a manejar la caja principal en un banco de la Costa Pacífica. Trabajó más de veinte años con responsabilidad y honestidad. Sobresalía por su disposición a colaborar a compañeros y clientes, lo que realizaba con el mayor deleite. De alta estatura, raza negra, facciones finas, cara redonda, ojos vivaces, cabello crespo y una sonrisa a flor de labios que señalaban su sociabilidad y simpatía permanentes. 


La situación económica de Alberto era complicada, tenía tres hijos con su primera esposa de quien se había separado y posteriormente vivía en unión libre con su segunda mujer, con la que tenía un hijo; los ingresos de la venta de mariscos y el sueldo no le permitían pagar los estudios y manutención de los hijos y sus gastos, llegando a fin de mes en negativo. 

En el 2010 en la localidad operaban grupos armados que se disputaban el control del narcotráfico entre los cuales estaban Resistencia Campesina, Guerrillas Unidas del Pacífico, Los Rastrojos. Al parecer unos delincuentes de alguna de estas bandas se acercaron a Alberto, lo amenazaron, lo persiguieron y acosaron, exigiéndole que entregara la suma de $1.000.000.000 millones de pesos que correspondían al dinero que el primer día de cada mes entregaba la Transportadora de Valores para los pagos de nóminas del sector público; a cambio recibiría $100 millones, una vez cumplida la misión. 

Alberto no comentó con los Directivos acerca de las amenazas ni de la exigencia de los delincuentes e inició la entrega parcial del dinero, sacando los fajos de billetes en bolsas plásticas, procediendo a su entrega a una persona que la banda enviaba con un santo y seña a la casilla de Alberto. Los superiores no se dieron cuenta que se estaba fraguando un ilícito debido a que el funcionario encargado de realizar los controles duales en la bóveda y cajas de caudales tenía la seguridad y certeza que Alberto estaba cumpliendo a cabalidad con las medidas de seguridad establecidas e incumplió realizar las comprobaciones periódicas y sorpresivas, facilitando la comisión del hurto. 

Al terminar la entrega de la suma acordada inició la búsqueda del jefe de la banda quien no apareció por ninguna parte y al verse involucrado en este ilícito no volvió a presentarse al banco, permaneciendo escondido varios días en las afueras del pueblo. Al día siguiente al darse cuenta el Gerente que el cajero principal no se había presentado a sus labores y se debían realizar pagos, informa a la Gerente de Talento Humano la situación registrada y le solicita se autorice la apertura de la bóveda sin la presencia del cajero principal, lo cual se aprueba, encontrándose vacía la caja de caudales, lo que nadie podía creer, se trataba de un robo de una cuantiosa suma de dinero. 

Alberto desaparece de la localidad varias semanas hasta que busca un abogado penalista y decide entregarse a las autoridades, expresándole al profesional que él asumirá la responsabilidad total de los delitos: concierto para delinquir, hurto y falsedad en documento privado, lo que le significará una rebaja en la pena a la mitad.  Al aceptar los cargos se le ordena detención preventiva en la cárcel local. Los mejores amigos (incluso algunos clientes del Banco) le regalan un televisor con equipo de video y un ventilador, lo que hizo más llevadera su permanencia; estas mismas personas se encargaron de pagar los gastos por arriendo, servicios públicos y comida de su familia, durante el tiempo de detención. Los primeros días estuvo muy triste, lloraba mucho, le era imposible conciliar el sueño, tenía pesadillas, se inculpaba permanentemente, se sentía deprimido, derrotado, sabía que le había fallado al Banco, a sus jefes, clientes, amigos, compañeros y familia. Con anterioridad a su ingreso a la cárcel había sido diagnosticado con diabetes, enfermedad que le fue progresando aceleradamente. 

Cuando habían transcurrido varias semanas decide ocupar su tiempo, así los días serían más soportables; la trabajadora social le permite dar clases de alfabetismo y aritmética básica; el mayor número de detenidos eran analfabetas. Al quedar en libertad Alberto logró que siete detenidos pudieran leer, escribir, sumar y restar. En otras ocasiones les leía algunas disposiciones de la cartilla de comportamiento del Centro Penitenciario, entre ellas: “Nadie debe preguntar nada acerca del delito cometido por otra persona, ni juzgar, todos están en ese lugar por haber cometido algún error en su vida, todos son iguales, no importan sus estudios, clase social, raza, bienes. Si algún preso desea contar su historia lo podrá realizar en forma libre y voluntaria, nada lo cuestionará”. 

No se imaginó que un once de diciembre después de ocho años de reclusión y durante una audiencia, el Juez de conocimiento fuera a ordenar su libertad bajo el pago de fianza. 

Una vez en libertad Alberto trabajó con su esposa vendiendo comida los fines de semana, cultivando en fincas alquiladas y tuvo un asadero de carne que no sobrevivió a la pandemia. A pesar de haber sido sometido a varias operaciones quirúrgicas, no pudo recuperar la visión, al parecer las intervenciones se realizaron cuando las dolencias de la vista estaban muy avanzadas y está ciego. La diabetes le jugó una mala pasada ya que durante el tiempo que estuvo en la cárcel no tuvo la atención médica ni los fármacos requeridos.


 

3 comentarios:

  1. Me encantó Silvita. Aunque truste me atrapó hasta el final, muy bien hilado.

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  2. Me parece una historia trágica y muy bien contada. La felicito. Encontré unos pocos queísmos. Si le interesa saber dónde, escríbame, por favor. También: la palabra "analfabeta" tiene su masculino correspondiente (analfabeto). Muchas gracias. Puede visitar mi blog sobre la lengua castellana: www.herederosdecervantes.com

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  3. Gracias Silvia por compartir tu primer cuento, sencillo, claro y conmovedor; cómo la codicia del criminal y el miedo del amenazado inducen al error y vuelve trizas su familia, al final: la esperanza, solidaridad y hasta la condolencia del juez dan aliento al arrepentido. Una de tantas tragedias de nuestro pais. Exitos en tus escritos.

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