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miércoles, 17 de julio de 2024

Hoy conocí a Bolívar

 

Jesús Rico Velasco

 

La cabalgata  debía salir de la plaza central de Yumbo a las diez de la mañana para tomarse el parque  del corregimiento de Mulaló hacia las horas del medio día. Montaba a Pintura, una  hermosa yegua azabache de paso, regalo de uno de   mis alumnos, el médico Edgar León Uribe  del posgrado de administración  en la Escuela de Salud publica de la Universidad del Valle. Los  jinetes hombres risueños y tomadores de trago habían empezado a beber aguardiente  desde temprano,  su alboroto fue silenciado por la aparición casi celestial del general Simón Bolívar, montado en un magnífico  caballo de musculatura definida, pelaje níveo y lustroso   llamado  Palomo, famoso por ser usado en las incontables travesías   del Libertador.

«¡Viva mi general Bolívar, viva el libertador!  ».  Gritaron en una sola voz todos los caballistas.

 En medio de la multitud  empujé los pasos de Pintura   para acercarme a la figura del gran actor. Era  Pedro Montoya personificando con talante y garbo al mismo Simón Bolívar montado en su caballo blanco. Lo saludé con mucho entusiasmo y le dije,  « Feliz de saludarlo  mi General, estamos muy contentos de tenerlo  en los territorios por donde pasó el Libertador en los tiempos de la Independencia.»

  Con un sombrero  en la mano, alzó el brazo en señal de saludo.   La cabalgata salió de  Yumbo  el ambiente festivo alimentado por la presencia del Libertador avivaba las ganas de beber cada vez más aguardiente como si de agua se tratara.  Llegando a la entrada de la Hacienda Bermejal la borrachera hizo que mi cuerpo tambaleante se deslizara por unos de los costados de la yegua y fuera a dar al piso  como un bulto de papa sobre el camino de tierra. Por fortuna  en un grupo de trabajadores curiosos  estaba el mayordomo de la finca  quien al verme  corrió a ayudarme, me alzó como pudo mientras le decía  a   sus amigos,

 «Tranquilos, tranquilos  yo me encargo del borracho y de la bestia.  Él es el hermano de la patrona.   Van mas tarde  para Mulaló al homenaje del libertador.»

 La ceremonia estaba a punto de comenzar. El alcalde de Yumbo,  funcionarios del gobierno y la gobernadora ocuparon sus asientos en la mesa principal  junto al General Bolívar,  mi hermana anfitriona ubicada en la mesa principal me llamó para presentarme. Dijo,

 «Este es mi hermano, profesor de la universidad del Valle. »

 Sin detenerme  a saludar a nadie más   con gran alborozo fui directo a saludar al Libertador.  Su  traje de militar  y su figura hacían que  cualquiera juraría que estaba frente  a Simón Bolívar. Las facciones de su rostro: frente prominente con profundas entradas  a ambos lados de la cabeza, ojos oscuros y nariz fina; su pelo suelto,  y la tez un poco asoleada,  contrastaban de manera elocuente con sus manos delgadas y huesudas lejos de mostrar  una imagen  guerrera.  Miraba como si realmente  fuera el Libertador, actuaba con poder frente a las personas que estábamos en la ceremonia, su voz profunda y modulada construida para el personaje   convencía cada vez más que el héroe  central  de la emancipación Simón Bolívar estaba con nosotros. 

 Cuenta la historia que al amanecer del 24 de diciembre de 1821 llegó el libertador a la  hacienda de Don José Maria Cuero y Caycedo en Mulaló primo hermano de Don Joaquín de Caycedo y Cuero dueño de la hacienda conocida como Cañásgordas residencia  campestre del Alférez Real,  al  sur de la ciudad de Santiago de Cali. El libertador preocupado por el cumplimiento de la Ley de libertad de vientres que determinaba la protección de los embarazos  en gestación y los recién nacidos de los esclavos para quedar  en libertad, deseaba el testimonio de Don José María sobre el cumplimiento de la ley. Ese día  salieron de Puerto Isaac a caballo el General Bolívar montado en su caballo blanco y Don José María en su mula Barcina. Se dice que la mula fue donada  al Libertador porque su caballo Palomo se notaba cansado. El caballo murió un año despues y fue enterrado en los los  jardines de la capilla. En su memoria existe una placa colocada en la pared conmemorativa que dice,

 “Tumba de Palomo el caballo blanco de Bolívar. Descanse en paz su mas noble y fiel amigo, honor y gloria a su recuerdo. Murió en Mulaló el 17 de diciembre de 1840”.

 Un recibimiento en la casa grande y esbelta de color blanco con dos  pisos,  andenes y amplios corredores en piedra caliza extraídos en las canteras,  puertas de madera  que se abrían hacia los corredores con escudos del linaje familiar labrados.  Un  salón principal  majestuoso con una amplia mesa de comedor con lindos manteles blancos y  adornos en rojo carmesí   sobre la que reposaba un banquete exquisito en honor a su excelencia el Libertador, título otorgado por el Congreso de la República. Los asientos principales que bordeaban la mesa eran de espalda  alta grabadas en cuero con los escudos reales que distinguían a la familia. Una celebración con altura de realeza y demostración de riqueza  de un hombre adinerado   gracias a la explotación ganadera y actividad comercial de compra y venta  de esclavos.

  La celebración de las fiestas navideñas contó con  músicos,  sonido de panderetas y tambores   acompañando las presentaciones de bailes como currulaos de la cultura negra de las jóvenes  esclavas más lindas. Entre  las que  sobresalía por su belleza y sensualidad, Ana Cleofe Cuero de unos 20 años hija de Domingo Lucumí y Josefa Matuto esclavos muy queridos por los Caycedo y Cuero que ayudaban  en los servicios domésticos.

 La pieza de huéspedes  y  acompañantes estaban  en el primer piso en el ala derecha de la casa que conducía a unas escaleras de tres pasos con  vecindad  hacia la capilla.   En la capilla considerada lugar de encuentro    se celebraba la misa los domingos con asistencia de los miembros de la familia Caicedo y Cuero  que ocupaban   la parte delantera próxima al altar mayor, al igual que  la participación de la servidumbre  y esclavos  que vivían en pequeñas cabañas de techo de paja  próximas a la casa principal. 

 La cena  fue excepcional  un brindis champeñero en honor a su excelencia el libertador, quien  alzó la copa y brindo por todos los presentes complacido por  el cumplimiento de las leyes de la república. La noche fue alegrada por el baile y  algunos  discursos . Ana Cleofe se encargó voluntariamente de alegrarle la noche  al oído a tan célebre visitante quien la esperó en su alcoba muy  avanzada  la festividad. La leyenda cuenta que de esa corta, apasionada e inesperada noche nació una niña bautizada por el Libertador en la navidad del año 1829 cuando pasó  en su viaje de salida  al mar para embarcarse hacia Europa. El libertador quiso que llevara el nombre de Manuela Josefa.

 Se le veía cabizbajo, la tos y el ahogo  dejaban vislumbrar problemas respiratorios. Razón por la que disfrutaba  del ambiente placentero de  Mulaló con  un aire mañanero fresco y cielos limpios de color azul claro,  una temperatura cálida en las horas de la mañana,  caliente hacia el medio día, para ir refrescando  hacia la tarde. Agradables vientos marinos  soplan desde la cordillera occidental,  entran por el cañón del Dagua, llegan a La cumbre y descienden   por las pendientes marcadas por la quebrada de Mulaló. El libertador disfrutaba de esas tardes mágicas mulaleñas recorriendo los potreros con don Don José María acompañado de su edecán mirando la extensa ganadería y las huertas de pan coger hacia las riveras del río cauca.  

 Ese día  el actor Pedro Montoya  con una voz perfectamente modulada   y ordenamiento discursivo se paró frente a la Gobernadora, el señor alcalde de Yumbo y demás asistentes, tomó una copa  en su  mano y comenzó a decir ,

 «Colombianos: Me obligo a obedecer estrictamente vuestros legítimos deseos: protegeré vuestra sagrada religión, como la fe de todos los colombianos y el código de los buenos; mandaré haceros justicia por ser la primera ley de la naturaleza y la garantía universal de los ciudadanos; será la economía de la rentas nacionales  el cuidado preferente a vuestros servidores ; nos esmeraremos por desempeñar las obligaciones de Colombia con el extranjero generoso. Yo en fin, no tendré la autoridad suprema, sino hasta el día en que mandéis devolverla; y si antes no disponéis otra cosa, convocaré de un año la representación nacional. Colombianos: No os diré nada de libertad , porque si cumplo mis promesas  seréis más que libres, seréis respetados: además, bajo la dictadura, ¿quién puede hablar de libertad?  ¡Compadezcámonos mutuamente, del pueblo que obedece, y del hombre que manda solo! »

 La verdad  su intervención fue espectacular  aplausos y las voces de aprobación de los asistentes hacían aun más estremecedora la escena.   Hacia las cinco de la tarde mis sobrinos entusiasmados me pidieron  que invitara  al Libertador a pasar un rato en la finca Bermejal. El  aceptó gustoso.  Una fiesta improvisada con música y trago  acompañada de un suculento asado.   En la mitad de la noche embriagados de licor y hartos de las  historias de Pedro sobre su actuación en la tele novela “Simón Bolívar: el hombre de las dificultades”  emitida por los canales de la televisión,  escrita por Eduardo Lemaitre con la producción de Promec TV y dirigida por Jorge Ali Triana  en 1980 con más de 60 capítulos.  Vimos como un vehículo recogía a Pedro, al Libertador para llevarlo de regreso a su realidad.

 Pedro Montoya  sufrió mucho por las dificultades  en sus  tratamientos psicológicos para superar el delirio que le produjo haber encarnado   al Libertador. Fue encontrado muerto en su apartamento de Bogotá el 30 de agosto del año 2004. Había nacido en 1948 en Belén de Umbría  y tenía 57 años de edad.


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