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miércoles, 3 de julio de 2024

El coronel no tiene quien le escriba (revisitado)


 Jesús Rico Velasco 

El coronel destapó el tarro del café y comprobó que no había más de una cucharadita. Retiró la olla del fogón, vertió la mitad del agua en el piso de tierra, y con un cuchillo raspó el interior del tarro sobre la olla hasta cuando se desprendieron las ultimas raspaduras del polvo de café revueltas con oxido de lata.

En ese momento empezaron los dobles. La mujer pensó en el muerto.

-Nació en 1922- dijo- Exactamente un mes después de nuestro hijo. El siete de abril. –Ya debe haberse encontrado con Agustín – dijo-pueda ser que no le cuente   la situación en que quedamos después de su muerte.

-A esta hora estarán discutiendo de gallos- dijo el coronel.

«Todo está así», murmuró, «Nos estamos pudriendo vivos».

Vivían en el extremo del pueblo, en una casa de techo de palma con paredes de cal desconchadas.

La mujer se desesperó.

«Y mientras tanto qué comemos», preguntó y agarró al coronel por el cuello de la franela. Lo sacudió con energía.

-       Dime, qué comemos.

El coronel necesito setenta y cinco años – los setenta y cinco años de su vida, minuto a minuto – para llegar a ese instante. Se sintió puro, explícito, invencible, en el momento de responder:

-       Mierda.                                                                                           París, enero de 1957. 

La expresión más extraordinaria de la vida le servía al coronel para emitir los sentimientos más profundos de amor por su mujer. El tiempo había pasado minuto a minuto en una tira larga de días contados con la esperanza siempre puesta en la llegada del barco trayendo una noticia de su jubilación bien ganada en las luchas de la guerra civil. Los años se enredan y van sumando vida a la novela con cosquillas en los huesos del hambre permanente que se presenta en la necesidad de sobrevivir frente al acoso de la muerte que se asoma por la ventana en la medida en que pasan los años. La historia de un gallo facilita la existencia y le pone granos de  esperanza a su jubilación cada viernes con la llegada del barco.

 Es una novela corta contada con palabras calculadas que le dan un sabor de escritura perfecta, bien llevada desde el principio hasta el fin. No hay una frase mal puesta, cada palabra cuenta, es un disfrute estético y literario desde el comienzo. No fue fácil para el nobel lograr la publicación que apareció primero en la revista Mito de Bogotá con poco impacto más allá del grupo de intelectuales cachacos que comentaban en sus círculos cerrados el avance de las publicaciones de García Márquez. Prosperó hacia un medio más popular con la aparición del Coronel no tiene quien le escriba  en la revista Cromos.

 

Hay que reconocer que las obras del nobel alcanzaron un gran avance y popularidad despues del éxito de Cien años de soledad, obra maestra de la literatura universal. El coronel no tiene quien le escriba nos deja un gran sabor en la boca  a pesar de que su intención  termina en un gran final de película.

 

El escritor francés Jacques  Gilard, oriundo de Toulouse, amigo cercano de García Márquez utiliza noventa y dos paginas romanas para acercarse al autor que gastó setenta y una paginas de imprenta normales para escribir El coronel no tiene quien le escriba es  uno de los mejores libros del Nobel. El escritor francés se interesó en el “Grupo de Barranquilla” y publicó una tesis monumental   de  mas de 600 paginas sobre  la vida cultural en la ciudad que en algún momento inspiró a  García Márquez. Gilard se  deleita en la INTRODUCCIÓN  escribiendo sobre el papel del Tiempo, la muerte y la vida. Viaja por la biografía del escritor con su tercermundismo temprano y la narrativa de la violencia colombiana  en donde El coronel no tiene quien le escriba forma parte de su trasfondo historico.

 

La vida es el valor supremo de la existencia que se traza en el pensamiento en la niñez y se va realizando mientras las cosas ocurren con ingenuidad, confianza, como lo expresan los niños. El coronel siempre esperó de manera atenta al desarrollo de las cosas  nuevas y sorprendentes.

 

No necesitó abrir la ventana para identificar a diciembre. Lo descubrió en sus propios huesos cuando picaba  en la cocina  las frutas  para el desayuno  del gallo.

 

-Dijeron que el gallo no era nuestro sino de todo el pueblo.

 

« Hicieron bien » dijo calmadamente.

 

-El gallo no se vende.

 

 

 

 

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