Adriana Lucia Yepes
Una tarde de consulta médica en el lugar de siempre, pequeño,
cálido por la música y el aroma dulzón de una vela, pero un tanto frío por la
temperatura ambiente. La médica inicia su jornada ubicándose frente al computador,
en ese preciso momento ingresa Esilda y saluda, lleva un vestido colorido y
ajustado que muestra todo y no muestra nada, finalmente cubre gran parte de su
ser. Ella ingresa despacio con el sabor que la caracteriza, trae consigo sus
“males” como suele denominar sus enfermedades. De la mano su hijo Casimiro de 8
años, de ojos negros, grandes y expresivos, pestañas largas y de piel caoba
reluciente, un tanto más clara que la de su madre.