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miércoles, 28 de agosto de 2024

El crimen de la habitación 120

 Jesús Rico Velasco

 Los acontecimientos que les voy a narrar están basados en hechos reales con algunos elementos ficcionales sobre incidentes misteriosos que no podrán  conocerse con precisión por estar por fuera de la imaginación. Los fantasmas de la memoria regresan de los rincones de nuestro subconsciente para traer el   recuerdo de eventos que nos han ocurrido   y que en su momento no  tenían importancia, ni significado trascendental. Se enredan en el secreto de lo que puede ocurrir por efectos del azar, de un accidente, un posible acto íntimo de quitarse la vida o desaparecer como resultado de trastornos psicológicos: angustia, miedo, depresión, o por un  acto criminal producto de mentes perversas, perpetuado en  el silencio macabro de la mitad de la noche. 


 La mente crea un doble ambiente de enigma y realidad.  Los sonidos ocultos, el susurro de las voces, el chirrido  de una puerta que se abre, el ruido del agua corriendo en una regadera.  ¿Dónde encontrar los detalles para explicar el golpe mortal  cuando cayó al piso y se abrió la cabeza    o la violenta acción que partió en dos la espina dorsal?  ¿Una discusión o un altercado de dos corazones atormentados  en una noche de farra  con  el efecto del licor incontrolado  que deciden  tomar una ducha, y encerrarse en el baño para intentar apaciguar los arrebatos?  ¿Un asalto a mano armada   con intenciones de robo y la huida  con algunas huellas  de violencia corporal?   ¿Un acto premeditado de suicido?  ¿Qué fue lo que realmente ocurrió  esa noche del 7 de marzo del 2007 en la habitación 120 de un hotel cinco estrellas en la ciudad de Cartagena?

 En esa parte del hotel éramos pocos con el huésped de la habitación del frente. Lo vimos al llegar y lo saludamos, era un hombre de unos 50 años, bajito y con pinta de no ser colombiano. Durante el almuerzo lo distinguimos en la zona de la piscina  con una mujer joven bonita, y en la cena con una dama  vestida  de negro con unos ojos verdes que llamaban la atención. Los saludamos por cortesía.

 Esa noche disfrutamos de una celebración muy animada en el hotel, los asistentes hacían gala de máscaras y estrambóticos vestidos, bebían y bailaban al son de la música caribeña. Nosotros regresamos a la habitación antes de la media noche por consideración con nuestra pequeña hija.  En dos ocasiones mi esposa me despertó para decirme que escuchaba voces de una pareja discutiendo y puertas que se azotaban.  Yo no escuché nada, no le presté atención, le dije que intentara dormir que debía ser la algarabía de la celebración que llegaba hasta la habitación. 

 Al  día siguiente las ganas de disfrutar del ambiente marino nos llevaron a pasar todo el día entre el mar, la piscina y el restaurante para regresar en horas de la tarde.  Mientras caminábamos por el pasillo hacia la habitación sentimos un olor desagradable   de esos que se  meten  profundo por la nariz hasta  la  garganta. Llamamos  a la recepción y nos dijeron que  de pronto sería por el área   de basuras que quedaba muy cerca pero que le  darían alguna solución.   

 Al tercer día, como acostumbraba, me levanté temprano, fui al baño  y me vestí para salir a caminar. Mi esposa  me acompañó hasta la puerta,  recogí  el periódico que dejaban todos los días en una bolsa de plástico colgada de la manija, se lo entregué y salí  con cuidado para no  despertar a  nuestra  hija que disfrutaba de los sueños de sus tres primeros años de vida. Al pasar por la habitación de nuestro vecino pisé un charco de algo chorreado y viscoso como una especie de jugo o algo parecido.

 Cuando regresé eran las 7 de la mañana, supe que ya había venido una persona del aseo a limpiar el jugo regado en el pasillo.   Algo sigue saliendo por debo de la puerta de la habitación de nuestro vecino- dije alarmado mientras señalaba con mi dedo el piso. Se veía clarísimo un charco de sangre  aumentado por la creciente luminosidad del día. El  espantoso olor  se apoderó del corredor.  Con la mirada puesta sobre  el líquido espeso y controlando las náuseas que me provocaban el olor a podrido, empecé a atar cabos haciendo memoria del   vecino que  habíamos   visto el primer día en la piscina y en el restaurante   con compañía femenina. Recordé que   mi esposa me había despertado en horas de la madrugada porque escuchaba voces lejanas de personas  discutiendo.  El sonido de una puerta que se abría o se cerraba, unos pasos suaves saliendo de la habitación y   una posible figura siniestra que entre los asistentes a la celebración  se confundiría para salir fácilmente del hotel sin levantar sospechas.

 Llamé de inmediato a la recepción: -       Es un charco de sangre lo que sale de la puerta de la 120, ¿cómo lo trapean, y no se dan cuenta?  Les dije con vos golpeada y colgué.

 Encerrados en la habitación los minutos transcurrieron como si fueran horas. No queríamos estar más tiempo en esta habitación. Empezamos a organizar   nuestra ropa en la maleta y en una bolsa las cosas de la niña. Todo quedó en silencio serían las ocho de la mañana cuando llegó una aseadora, limpio el piso y utilizó un aerosol para calmar el olor, al verme   me mostró que el huésped había dejado  el aviso colgado en  la puerta que decía: "Favor no molestar¨. Tocó varias veces    primero con suavidad hasta aumentar el golpe y al no escuchar respuesta fue a llamar al  administrador. Intrigado  acerqué la oreja a la puerta del vecino pero no se escuchaba ni un sólo ruido. El administrador angustiado llegó y nos informó que nos cambiarían de habitación. Descolgó el aviso  de la puerta  sacó una llave y muy lentamente la fue abriendo. El piso estaba húmedo la puerta del baño  totalmente abierta dejó escapar  un olor profundo cadavérico.  Alcance a  ver  un brazo que sobresalía de la bañera  y un cuerpo  en la tina  hacia el lado de salida de la ducha.  Con pasos rápidos llevando  la bolsa de pañales y la niña en brazos, mi esposa sin detenerse, me dijo:  Allí dejo la maleta para que la lleves.

 El administrador  dio instrucciones a la aseadora para que de manera   acelerada tratara de limpiar el cuarto de baño y el piso que estaba demasiado impregnado hacia el lado del closet y la puerta principal. Me pidió que por favor saliera y no dijera nada de lo que había visto.  La situación se puso tensa por la presencia de otros huéspedes que querían saber qué estaba pasando. Recogí la maleta, la arrastré hasta el final del pasillo y   fui  a la nueva habitación  en el tercer piso del edificio principal con vista al mar. El botones que venía detrás de mí me llamó para entregarme un enorme  arreglo frutal con  peras, manzanas y uvas   y una tarjeta  de la gerencia  en la que nos pedían disculpas por el incidente y solicitaban evitar comentarios de  lo sucedido  por el buen nombre  del hotel y la comodidad de los otros viajeros.  

El corredor fue cerrado con una cinta amarilla que impedía el paso, al igual que la torre de habitaciones, los pocos huéspedes de otros pisos fueron desalojados y ubicados en otros cuartos.  Se escuchaban algunos chismes de la imaginación que apuntaban  a que pudo ser un suicidio por la manera  como estaba el cadáver.

 Por supuesto que el chisme  continuó y las ganas de saber qué estaba pasando  me llevó a curiosear y caminar por el corredor del tercer piso con frecuencia para mirar a través de un ventanal que estaba al final.   Observé con perfección en la salida de los alrededores del jardín y los juegos infantiles que daban hacia la habitación del primero piso en donde ocurrieron los hechos, una ambulancia forense estacionada discretamente, y cómo de manera ágil por la ventana del cuarto sacaban el cuerpo sin vida envuelto en una bolsa negra.  No hubo presencia de periodistas, ni gente mirona, solamente funcionarios del hotel y dos agentes.

  Al  siguiente día el edificio estaba habilitado y nuevos huéspedes ocupaban  las habitaciones.  Nunca  se enteraron de lo que pasó en ese lugar, en la habitación 120 del primer piso. Días  después en la prensa local apareció un encabezado de periódico que decía:

 “Comerciante puertorriqueño de 47 años de edad fue hallado muerto el martes en una habitación de un prestigioso hotel. Se desconocen las causas de su muerte. Las autoridades de emigración están haciendo todo lo posible por contactar algunos de sus familiares en la ciudad de San Juan.”

 

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