Alexandra Correa
Siento un enorme vacío, debido a tu partida. Es el nido vacío. Familia, risas y crispetas, alrededor del televisor, común denominador de las noches en familia.
El famoso “nido”, espero les sirva para coger
impulso, volar lejos, emprender el rumbo, empollar fuera de mis alas. Los hijos
nunca piden venir al mundo, no firman un contrato de pertenencia, y mucho menos
los podemos atar a la pata de nuestra cama. Solo es esperar el momento adecuado
para emprender el vuelo. Después de la partida solo quedan los recuerdos, la
nostalgia, los momentos vividos.
Cuando
la ausencia y el duelo llegan me pregunto ¿Por qué el destino se encarga de
romper la pieza de la vajilla cuando todo estaba controlado? ¿Acaso de eso se
encarga la vida? ¿Nos dedicamos a pegar los pedazos estropeados diariamente? Las enfermedades llegan sin previo aviso, nuestra
pareja nos abandona cuando creíamos que todo andaba bien, las empresas se van a
la bancarrota, perdemos el empleo e inesperadamente una pandemia llega
arrojando las piezas del rompecabezas. Vivimos de golpe en golpe, nos esforzamos
por medir la ficha apropiada de acuerdo con nuestras necesidades; sintiendo que
desfallecemos, morimos para renacer.
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