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miércoles, 28 de agosto de 2024

La oportunidad de los feos

 Jesús Rico Velasco

 


Ya había terminado los estudios de sociología en la universidad nacional y me había ganado una beca para ir a estudiar a los estados unidos. Al principio creía que todo era sencillo y fácil. Se me ocurrió que como estaba en Washington y estudiaba un curso de inglés en el ELS  podría en principio  comenzar   a estudiar algo relacionado con la planificación urbana, con la construcción de viviendas que había estudio  en el CINVA en Bogotá. Ya habían pasado los días del verano julio y agosto y era un tiempo de decidir  que iba a estudiar. Tenía la beca que me había dado la universidad nacional. El ELS era un programa amarrado con la Universidad Católica que quedaba muy cerca de la universidad. Estaba emocionado le veía posibilidades a mi pensamiento de estudiar algo relacionado con Planificación Urbana.

 Pregunté en la administración de la Universidad, me dijeron que debía  hablar con el padre House que era el director del programa de “City and regional plannng”. Me dio una cita y me enfilé para una corta conversación. Le conté que tenía una beca  y  le mostré el documento con la resolución del consejo académico, y todo el rollo. Me creyó todo y yo también estaba convencido que las cosas funcionaban de esa  manera. Las fechas en el calendario apuntalaban hacia el mes de agosto en la mitad para comenzar el programa. Hice los tramites de admisión confiado en los papeles que tenía y comenzaron las clases.  Los días iban pasando, me acostumbre a permanecer los tiempos en el edificio de los estudiantes por comodidad, frecuentaba las salas, la biblioteca, la cafetería, daba vueltas por todas partes.

 Miraba las bellezas de mujeres que tenían fama de ser las mas lindas universitarias en la ciudad. Sentía los cosquilleos del sexo, miraba las hermosuras que pasaban y seguían, que nunca te daban una mirada. Siempre las más lindas eran recogidas por sus novios, unos americanos grandes lindos, en autos rojos, deportivos algunos, ellas felices, nunca miraron para los lados en donde estábamos nosotros  un pequeño grupo   de extranjeros que se babeaban mirando el correr femenino lejos, muy lejos de muestra posibilidades. Un mejicano compañero  de clase que compartía este mundo de tristeza sexual, me miraba y una vez conversando me dijo,

 -No le gastes tiempo a la imaginación con esas bellezas de mujeres. No tenés carro ni siquiera ropa para acercarte  a alguna de  ellas.

 Tenía razón, pero pensaba que de algún amanera podía acceder a la piscina del sexo en donde  creía que podía nadar. Tiempo perdido, los días pasaban, los fines de semana y no ocurría nada. El mejicano tenía razón. ¿Como podría tener  un poco de éxito para relacionar con las mujeres en ese ambiente?

 Un día el amigo mexicano se me acerco y me dijo, no te has dado cuenta que hay muchas mujeres flacas, langarutas, lagartijas y un poco feítas que se sientan en las salas a leer, trata de hablar con ellas   no son lindas, pero deben de tener algo atractivo que te pueda gustar. Hay que hacer el intento  de acercarse a conversar con ellas. Entendí que existían  muchos inconvenientes  para poder  atraer alguna de las americanas y que debía   pensar en estrategias para aproximarse   a conversar con ellas.

 Una tarde  de un sábado  estaba en la soledad que siempre me acompañaba  decidí buscar un rincón en una de las salas del edificio  de los estudiantes. Buscaba con tranquilidad un  espacio solitario y ameno, di varias vueltas y regresaba  a un sitio retirado  . De pronto vi una niña de pelo corto, con lentes de profundidad, unas cejas hacia  el centro que no miraba a nadie, pero me llamo la atención su desdén y lejanía.  Le hable como en silencio, la mire y le dije,

 -            ¿Disculpa la pregunta, me puedo sentar a aquí?

 -            Claro, no hay ningún problema

 -       Espero no molestar. No hay muchos sitios tan tranquilos como este. Es un lugar muy especial y de vez en cuando me gusta venir a estudiar aquí.

 -             No te preocupes. Yo también busco  un lugar alejado para no molestar a nadie.

 -     ¿Eres extranjero cierto? Por tu acento en el inglés que hablas me pareces que eres latinoamericano.

 -      Si soy colombiano, estoy en el programa del  padre  House  para participar en   la maestría en planificación urbana.

 -      Me parce muy bueno. Yo estudio literatura universal y ahora estamos  tratando de analizar los avances en el realismo mágico de GGM, precisamente colombiano pero que vive en Méjico y una de sus obras es obligatoria  y de   lectura en el  programa.

 -       Me imagino que debe ser “Cien  años de soledad” que es una obra  maestra del autor, que requiere un gran esfuerzo para entender y comprender especialmente para las personas diferentes que no hablan el español.

 -       Qué bueno si necesitas ayuda me dices. Vengo con frecuencia a este  edificio de los estudiantes y paso muchas horas estudiando en estas salas.

 -       Vivo muy cerquita  de aquí a una distancia caminable, voy y vengo con  frecuencia, es una  aparta estudio en un edificio donde  residen  estudiantes  americanos procedentes de lugares lejos   de la ciudad de Washington.

 -       Yo vivo en Arlington Virginia al otro lado del Key bridge con mi hermana, mi cuñado y su bebe un sobrino de tres meses. No tiene mucho espacio para mí, estoy durmiendo en la sala en un sofacama. Pero estoy contento viviendo en esta ciudad. De paso mi nombre es Antonio.

 -       Mi nombre es Anna.

 Seguimos conversando un poco más animadamente cada vez con mayor entusiasmo y profundidad  en los temas de vivir en una   ciudad como la capital de los estados unidos, las dificultades de encontrar amigos para compartir y establecer relaciones de amistad. La mayoría son compañeros de clase cada uno ocupados en sus trabajos y responsabilidades con poco tiempo par intercambiar y conversar sobre la vida que se lleva por fuera de la universidad.

 Llegó un sábado en las horas de la tarde y estaba Anna en una de las salas  leyendo y bastante distraída de lo que  pasaba a su alrededor. Me le acerqué y le hablé con un cariño especial que pienso ella lo notó.

 -Ana que gusto en saludarte  no te había vuelto a ver. La semana pasada te busque para invitarte a tomar un café. Sino estas muy ocupada podríamos ir a la cafetería, estas cordialmente invitada.

 - Listo Antonio. Si tienes un poco de tiempo te invito a que nos tomemos el café en mi apartamento, como te había dicho la distancia es caminable.

 Me entusiasme, tenía algo por dentro que empujaba a la conquista. Se estaba juntando el hambre con las ganas  de comer. Éramos dos personas olvidadas en el mundo de los demás, alejados del compartir algo en una intimidad para dos. Nos fuimos juntando y acercándonos cuando íbamos hacia el apartamento, las sonrisas nos acariciaban  las caras, había una cierta picardía que nos acercaba.

 Cuando íbamos caminando con mucho tacto y  sin  querer queriendo le pase mi mano y toque la suya.  Note una respuesta de afecto en la palma de la mano y una risa corta pero animosa.

 Me acordé del mejicano que me decía: “en medio de tantas bellezas, mujeres lindas con ojos claros, caras hermosas  americanas lindas inalcanzables para nosotros  los latinos, acuérdate de las  feas”.

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