Exaltación a la memoria de Manuel Elkin Patarroyo
Jesús Rico Velasco
De los rincones de la memoria viene el recuerdo
del Doctor Manuel Elkin Patarroyo
cuando en el año de 1993 presentó los
resultados de la vacuna contra la malaria, la SPf66, en el auditorio del
Hospital Universitario Evaristo García de la Escuela de Medicina de la
Universidad del Valle. Un ambiente
científico acalorado se sentía entre los
asistentes de un auditorio completamente lleno.
Allí apareció él, radiante y bien
vestido, para presentar los adelantos de la posible vacuna sintética.
Inmunólogo y patólogo de la Universidad nacional de Colombia , con estudios de postgrado en la Universidad de Yale y la Universidad Rockefeller, fundador del Instituto de inmunología del Hospital San Juan de Dios de Bogotá. Recibió la distinción Príncipe de Asturias de Investigación Científica y Técnica, premio Robert Koch, y un listado enorme de homenajes y reconocimientos honoris causa de una docena de universidades a nivel mundial. Tolimense nacido en Ataco el 3 de noviembre de 1946 y fallecido en Bogotá el 9 de enero de 2025.
Constituía un primer intento científico en busca de controlar los efectos de una
enfermedad endémica con los mayores índices de mortalidad en el
mundo, especialmente en el trópico. El mosquito Anofeles es el trasmisor del parásito plasmodio que produce la
malaria. Los más comunes son el plasmodio vivax y el P. falsiparum. La
SPf66 fue la primera versión de una vacuna sintética contra la malaria a través
de técnicas de ADN recombinante. Una vacuna sintética que
se compone principalmente de péptidos , carbohidratos y antígenos que aumentan la eficacia de las vacunas de cultivos bacterianos. Patarroyo estaba poniendo a prueba su vacuna en la región de Tumaco del pacífico colombiano
en una población cercana a los 20,000
habitantes urbanos y rurales, con
la participación de algunos soldados del ejército colombiano. Los resultados iniciales basados en una
muestra de personas expuestas a la malaria arrojaban algunas evidencias favorables
para la vacuna elaborada por su grupo de investigadores de la
Universidad Nacional.
La discusión entre los participantes se centró en el desarrollo metodológico
de la investigación al no responder al método
científico ni al marco teórico. Lo que dificultaba demostrar
que la presencia de la enfermedad en las muestras estudiadas no era el resultado de un mecanismo
de probabilidades sino un acontecimiento no aleatorio en la población. La muestra
no era representativa de la posible dispersión de la malaria en la población estudiada. La
construcción teórica tenía validez pero la realidad no respondía a la construcción estadística. La propuesta de Patarroyo fue un avance pionero con un enfoque innovador
para sintetizar proteínas que activan el sistema inmunológico contra el parásito
Plasmodio a pesar de los señalamientos
de su baja eficacia.
La SPf66 proporcionó las
primeras evidencias de que era posible construir
una vacuna sintética contra la malaria. Los trabajos de Patarroyo se extendieron
durante muchos años a los países del África,
y algunos de Latinoamérica. Después de cuatro
de décadas de investigación, la metodología de vacunas sintéticas se sigue
utilizando. La Organización Mundial de la salud realizando trabajos con muchos grupos de científicos de
varias universidades en el mundo pertenecientes a prestigiosas instituciones en USA, Arabia Saudita, y África.
En el año 2000 realicé mi último viaje a la república democrática de
Congo como profesor investigador con la universidad de Tulane en Kinshasa. Ya
había efectuado otros dos viajes para lo cual las instrucciones eran tomar de
manera preventiva una pastilla de cloroquina de 500 miligramos donada por la
AID cada domingo y usar toldillo, nunca me enfermé de malaria ni mi familia y el
viaje no sería la excepción, ya estaba entrenado. Debía asistir a un curso en la ciudad de
Nairobi (Kenia) de entrenamiento sobre el uso en la enseñanza en Salud Pública de elementos de la electrónica, internet para la comunicación, videos y otras técnicas pedagógicas. Durante el curso
se dio la oportunidad de realizar viajes
a las regiones del oriente hacia el océano Indico, sitios maláricos reconocidos.
Al igual que la exposición a otros lugares en la región de Masái Mara en
Tanzania. En medio de la majestuosidad de la naturaleza,
la arena de las playas como polvo de estrellas y el mar azul , cometí el error
de no usar el toldillo en el hotel. Los errores se pagan con dinero, con dolor o
con la vida. Y así sucedió, hacia los meses
de febrero y marzo en Kinshasa comencé a presentar episodios de fuertes dolores
de cabeza, fiebre alta y sudoración excesiva en especial durante las noches; en
las mañanas las sábanas parecían recién sacadas de la lavadora. El resultado de
la gota gruesa examen para detectar malaria fue contundente: malaria falsiparum, la más agresiva por atacar
el cerebro. La idea de la muerte rondó mi cabeza, aún recuerdo las caras de
pánico de los profesores al darme el resultado de la prueba.
En este momento el Dr. Patarroyo cobró importancia, él podría ser la
solución. Durante varios días intenté comunicarme por Internet con él o alguno de sus asistentes en el
laboratorio de la Universidad Nacional, pero no hubo
respuesta. Tenía la esperanza de ubicar al médico Mauricio Rojas hijo de un
gran amigo sociólogo compañero de mi niñez.
Trabajaba como investigador en el grupo de inmunólogos de Patarroyo en
el Hospital San juan de Dios o en la Universidad Nacional, pero no tuve éxito,
mientras las fiebres subían y
bajaban con fuertes escalofríos, vómitos,
diarreas, temblores y pérdida de la capacidad de controlar la existencia de propio
cuerpo.
La ayuda del Dr. William Bertrand desde la embajada americana fue
vital. Sus instrucciones fueron claras y precisas: tomar de manera inmediata 2,500 miligramos de Mefloquina en una sola
dosis. Después de la ingestión quedé fuera de este mundo un largo rato, sin
mover los brazos y las piernas. El caos de la situación hizo que los profesores de la escuela me
llevaran casi arrastrando a la clínica Kinoise, la mejor de la ciudad. La
verdad es que casi me matan cuando la vena
que canalizó la enfermera en el antebrazo derecho comenzó a brotar sangre y
caer sobre el suelo. Respiré profundo, retiré con cuidado la aguja, sostuve con algodones la salida de
la sangre, esperé unos minutos y me levante
de la camilla para salir de la habitación. Afuera me esperaban los profesores;
simplemente los miré y les dije: “Vámonos, ya estoy bien, ya la mefloquina
actuó”. No se atrevieron a contrariarme, en medio de lo que lograba percibir,
estaban más asustados ellos que yo.
Padecer la malaria y sobrevivir, fue una experiencia que me llevó a
usar toldillos también en mi casa de Cali. Recuerdo a veces cuando los estudiantes
no llegaban a las clases o se ausentaban por tres o cuatro días, era común
escuchar que tenían episodios de
malaria, algo frecuente, desarrollaban
una especie de resistencia a la enfermedad. Pero no todos corren con la misma
suerte.
La vacuna desarrollada por Patarroyo SPf66
no logró reducir la enfermedad en
ninguno de los lugares en donde la malaria es
endémica. Los resultados iniciales de la vacuna parecían ir en la dirección apropiada de protección
contra la enfermedad pero la realidad
demostró que hay una resistencia contra la vacuna como resultado de la
variabilidad en la estructuras biológicas del mosquito trasmisor que cambia con frecuencia limitando las posibilidades de éxito.
La construcción teórica que orientó
la innovación con elementos de la biología sintética todavía orientan el
camino para quienes siguen trabajando en
esa dirección. Actualmente, los científicos están reelaborando tecnologías de
vacunas contra la malaria como la RTS,s
patrocinada por la OMS (Mosquirix o el R21/MM)
con una capacidad de protección
afectada por las estructuras biológicas de los parásitos. Los resultados manifiestan que no se ha logrado una vacuna contundente con resultados efectivos en el largo
plazo y costo eficiente. Algunas
evidencias apuntan hacia la protección de la vacunación en los niños menores de
cinco años con una evidencia cercana al 40%. La protección en adultos y mayores
de edad es muy baja.
Las estadísticas revelan la
existencia de 241 millones de casos en el mundo en el año 2020 con un final de
627.000 defunciones que señalan la necesidad de continuar
trabajando para encontrar una vacuna más efectiva contra la malaria. Patarroyo
encontró muchas controversias y desafíos en
su camino pero la pasión por la
ciencia lo llevó a perseverar en sus ideas
y conservar un marco teórico válido sobre la posibilidad de construir una vacuna sintética. (Q.E.P.D
Manuel Elkin Patarroyo hombre notable referente para las nuevas generaciones de
científicos en Colombia).
No hay comentarios:
Publicar un comentario