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miércoles, 19 de febrero de 2025

 Exaltación a la memoria de Manuel Elkin Patarroyo

Jesús Rico Velasco



De los rincones de la memoria viene  el recuerdo  del  Doctor Manuel Elkin Patarroyo  cuando en el año de 1993 presentó los resultados de la vacuna contra la malaria, la SPf66, en el auditorio del Hospital Universitario Evaristo García de la Escuela de Medicina de la Universidad del Valle.  Un ambiente científico acalorado se sentía entre  los asistentes de un auditorio completamente lleno.  Allí apareció él, radiante  y bien vestido, para presentar los adelantos de la posible vacuna sintética.

Inmunólogo y patólogo de la Universidad nacional de Colombia ,  con estudios de postgrado en la Universidad de Yale y la Universidad  Rockefeller,  fundador del Instituto de inmunología  del Hospital San Juan de Dios  de Bogotá. Recibió la  distinción Príncipe de Asturias de Investigación Científica y Técnica, premio Robert Koch, y un listado enorme de  homenajes y reconocimientos   honoris causa de una docena de universidades a nivel mundial. Tolimense nacido en Ataco el 3 de noviembre de 1946 y fallecido en Bogotá el 9 de enero de 2025.

Constituía un primer intento científico en  busca de controlar los efectos de una enfermedad endémica con los    mayores índices de mortalidad en el mundo,  especialmente en el trópico.  El mosquito Anofeles es el trasmisor  del parásito plasmodio que produce la malaria. Los más comunes son el plasmodio vivax y el P. falsiparum.   La SPf66 fue la primera versión de una vacuna sintética contra la malaria a través de técnicas de ADN recombinante. Una vacuna sintética que se compone principalmente de péptidos , carbohidratos y antígenos  que aumentan la eficacia  de las vacunas de cultivos bacterianos. Patarroyo  estaba  poniendo a prueba su vacuna  en la región de Tumaco del pacífico colombiano en una población cercana a los 20,000  habitantes  urbanos y rurales, con la participación de  algunos soldados  del ejército colombiano.  Los resultados iniciales basados en una muestra de personas expuestas a la malaria arrojaban algunas evidencias   favorables  para la vacuna  elaborada  por su grupo de investigadores de la Universidad Nacional.

La discusión entre los participantes se centró en el desarrollo metodológico de la investigación  al no responder al método científico ni al marco teórico. Lo que dificultaba    demostrar  que la presencia  de la enfermedad en las muestras  estudiadas no era el resultado de un mecanismo de probabilidades sino un acontecimiento no aleatorio en la población. La muestra  no era  representativa de la posible dispersión  de la malaria en la población estudiada. La construcción  teórica tenía  validez    pero la realidad  no respondía a la construcción  estadística. La propuesta de Patarroyo  fue un avance pionero con un enfoque innovador para sintetizar proteínas que activan el sistema inmunológico contra el parásito Plasmodio  a pesar de los señalamientos de su baja eficacia.

La SPf66 proporcionó  las primeras evidencias  de que era posible construir  una vacuna sintética contra la malaria.  Los trabajos de Patarroyo se extendieron durante muchos años a los países del  África, y algunos  de Latinoamérica. Después de cuatro de décadas  de investigación,  la metodología de vacunas sintéticas se sigue utilizando. La Organización Mundial de la salud realizando  trabajos con muchos grupos de científicos de varias universidades en el mundo pertenecientes a prestigiosas  instituciones  en USA, Arabia Saudita, y África.

En el año 2000 realicé mi último viaje a la república democrática de Congo  como profesor investigador  con la universidad de Tulane en Kinshasa. Ya había efectuado otros dos viajes para lo cual las instrucciones eran tomar de manera preventiva una pastilla de cloroquina de 500 miligramos donada por la AID cada domingo y usar toldillo, nunca me enfermé de malaria ni mi familia y el viaje no sería la excepción, ya estaba entrenado.  Debía asistir a un curso en la ciudad de Nairobi (Kenia) de entrenamiento sobre el uso en la enseñanza en Salud Pública de  elementos de la electrónica,  internet para la comunicación, videos  y otras técnicas pedagógicas. Durante el curso se dio la oportunidad de  realizar viajes a las regiones del oriente hacia el océano Indico, sitios maláricos reconocidos. Al igual que la exposición a otros lugares en la región de Masái Mara en Tanzania.   En medio de la majestuosidad de la naturaleza, la arena de las playas como polvo de estrellas y el mar azul , cometí el error de  no usar el toldillo en el hotel.  Los errores se pagan con dinero, con dolor o con la vida. Y así sucedió, hacia  los meses de febrero y marzo en Kinshasa comencé a presentar episodios de fuertes dolores de cabeza, fiebre alta y sudoración excesiva en especial durante las noches; en las mañanas las sábanas parecían recién sacadas de la lavadora. El resultado de la gota gruesa examen para detectar malaria fue contundente:  malaria falsiparum, la más agresiva por atacar el cerebro. La idea de la muerte rondó mi cabeza, aún recuerdo las caras de pánico de los profesores al darme el resultado de la prueba. 

En este momento el Dr. Patarroyo cobró importancia, él podría ser la solución. Durante varios días intenté comunicarme por Internet con  él o alguno de sus asistentes en el laboratorio de la Universidad Nacional, pero  no  hubo respuesta. Tenía la esperanza de ubicar al médico Mauricio Rojas hijo de un gran amigo sociólogo compañero de mi niñez.  Trabajaba como investigador en el grupo de inmunólogos de Patarroyo en el Hospital San juan de Dios o en la Universidad Nacional, pero no tuve éxito, mientras las fiebres  subían y bajaban  con fuertes escalofríos, vómitos, diarreas, temblores y pérdida de la capacidad de controlar la existencia de propio cuerpo.

La ayuda del Dr. William Bertrand desde la embajada americana fue vital. Sus instrucciones fueron claras y precisas:  tomar de manera inmediata  2,500 miligramos de Mefloquina en una sola dosis.  Después de la ingestión  quedé fuera de este mundo un largo rato, sin mover los  brazos  y las piernas. El caos de la situación  hizo que los profesores de la escuela me llevaran casi arrastrando a la clínica Kinoise, la mejor de la ciudad. La verdad es que casi me matan cuando  la vena que canalizó la enfermera en el antebrazo derecho comenzó a brotar sangre y caer sobre el suelo. Respiré  profundo,  retiré con cuidado  la aguja, sostuve con algodones la salida de la sangre, esperé unos minutos  y me levante de la camilla para salir de la habitación. Afuera me esperaban los profesores; simplemente los miré y les dije: “Vámonos, ya estoy bien, ya la mefloquina actuó”. No se atrevieron a contrariarme, en medio de lo que lograba percibir, estaban más asustados ellos que yo.

Padecer la malaria y sobrevivir, fue una experiencia que me llevó a usar toldillos también en mi casa de Cali. Recuerdo a veces cuando los estudiantes no llegaban a las clases o se ausentaban por tres o cuatro días, era común escuchar que tenían  episodios de malaria, algo  frecuente, desarrollaban una especie de resistencia a la enfermedad. Pero no todos corren con la misma suerte. 

La vacuna desarrollada por Patarroyo  SPf66  no logró reducir  la enfermedad en ninguno de los lugares  en donde la  malaria es  endémica. Los resultados iniciales de la vacuna  parecían ir en la dirección apropiada de protección contra la enfermedad pero la realidad  demostró que hay una resistencia contra la vacuna como resultado de la variabilidad en la estructuras  biológicas del mosquito trasmisor que  cambia con frecuencia  limitando las posibilidades de éxito.

La construcción teórica que orientó  la innovación con elementos de la biología sintética todavía orientan el camino para quienes siguen  trabajando en esa dirección. Actualmente, los científicos están reelaborando tecnologías de vacunas contra la malaria como la  RTS,s patrocinada por la OMS (Mosquirix o el R21/MM)  con una capacidad de protección  afectada por las estructuras biológicas de los parásitos. Los resultados   manifiestan  que no se ha logrado una vacuna contundente  con resultados efectivos en el largo plazo  y costo eficiente. Algunas evidencias apuntan hacia la protección de la vacunación en los niños menores de cinco años con una evidencia cercana al 40%. La protección en adultos y mayores  de edad es muy baja.

Las estadísticas revelan  la existencia de 241 millones de casos en el mundo en el año 2020 con un final de 627.000 defunciones que señalan la necesidad  de continuar  trabajando para encontrar una vacuna más efectiva contra la malaria. Patarroyo encontró muchas controversias y desafíos en   su camino  pero la pasión por la ciencia lo llevó a perseverar en sus ideas   y conservar un marco teórico válido  sobre la posibilidad  de construir una vacuna sintética. (Q.E.P.D Manuel Elkin Patarroyo hombre notable referente para las nuevas generaciones de científicos en Colombia).

 

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