Olores y sabores
El
regateo era lo tradicional en la actividad de “hacer mercado”, pasar por cada
puesto pidiendo descuentos. La costumbre de lo vívido se fue instalando en mí y
perdura hasta hoy. ¿Quieren un descuento en la casa o para la empresa? Hágale
mija que usted es buena para eso. En los viajes, restaurantes, almacenes de
repuestos, no importa el país o el lugar, lo importante era pedir la rebaja.
Los
lujos estaban fuera de tu alcance, no había nada que demostrar al mundo, comíamos
como reyes, vivíamos con el sentido de compartir. Allí radicaba nuestra
felicidad.
-
¿Querés un tintico?
-
¡De una!
Al lado había
un puestico con variedades.
-Ve Alex, toda la vida he querido un masajeador
para la cabeza, umm y también una cucharita pequeña de madera, bueno y ¿qué tal
un exprimidor para hacer unas canasticas rellenas con camarón?
- Pero, pedí
rebaja.
La
vendedora toma su calculadora y a cada producto le aplica un descuento.
-Todo esta contabilizado no puedo darle más
rebaja.
Hace años la gente vivía en pueblos y bajaba a
las plazas los domingos para comprar el mercado de la semana. La falta de sueño
debido al trajín diario y los múltiples trabajos hicieron que nuestro cansancio
se elevara exponencialmente los domingos. Definitivamente no hay tiempo para
dejar preparado los alimentos de la semana. Hoy luchamos por tomar la caja con
menos fila, demorarnos menos. Hemos cambiado la forma de ver y sentir la vida. Con
cada paso que damos cambiamos olores, colores y sabores, por el hielo
imperecedero.
Salgo de la galería camino al carro, con la
bolsa grande de Fnac, en la cual me empacaron los libros que compré en el
último viaje a Madrid, con una mínima de inversión y una máxima de felicidad
para toda la semana.
Hechos históricos como la última cena de Jesús
con sus apóstoles, rodeados de pan y vino en señal de despedida, momentos
trascendentales como navidad, año nuevo, acción de gracias, el día de la madre,
mesas con manjares y alrededor los seres queridos. Grandes cenas sellando
tratados comerciales, un “si acepto” acompañado de un anillo como testigo de
inolvidables momentos.
Es un homenaje a cada plato servido en casa que
nos hicieron felices y marcaron la diferencia de gustos y costumbres. Somos el
producto de lo que llevamos a nuestra boca, porque el cuerpo habla de lo que
callan nuestras palabras.
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