Carlos Arango
Tras ocho horas de
viaje y ajeno a lo que ocurría a su alrededor, el hombre esperaba la salida del
vuelo que lo llevaría a su ciudad mirando un televisor sin sonido. Una voz
femenina lo sacó de su letargo: “Dame un whisky por favor. Que sea doble pues
solo tengo dólares y no traigo el cambio exacto”, escuchó decir a su espalda.