El enemigo es el
tiempo
que es invisible
mientras enhebras una aguja
y te puede matar si
estás parado
en el umbral de una
ventana abierta
en un septuagésimo
quinto piso,
y miras hacia abajo.
El enemigo es el
tiempo,
tanto si estás,
en medio de un ataque de soledad,
como, si bien
acompañado
en una cama asaz
mullida
mientras escancias
añejos vinos
y cometes el error
de mirar el reloj.
Ya reconocerás quien
es
el verdadero enemigo,
cuando te agaches a
recoger,
las llaves,
unas monedas,
el botón de tu
camisa,
tu bolígrafo,
ó un manojo de flores.
Y casi no te puedas
levantar,
como si fueran tus
espaldas
el soporte
de ese elemento
omnipresente
amante de almanaques
y de todas las clepsidras.
Grave error,
no debería
preguntarme ahora
porqué demora tanto
la limusina
que se supone me
lleve de paseo.
No debería hacerme
esa pregunta,
si de ahora en
adelante
me sobrará mucho
tiempo.
Todo el tiempo del
mundo
el inconmensurable
tiempo,
el detestable
el abominable
el infinito tiempo.
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