Jesús Rico Velasco
Qué pesar, todo pasó, se protestó y el tiempo ha ido
borrando la memoria del gran líder, mártir de la patria, Camilo Torres Restrepo. Las nuevas
generaciones no lo conocen, no lo estudian, no saben en realidad quién fue, creo
que es un pesar vergonzoso.
Las pocas personas que lo recuerdan lo mencionan como el
“cura guerrillero” borrando de un solo
tajo su contribución al crecimiento y
desarrollo de la Sociología en Colombia, de la filosofía política, del
pensamiento y el cambio social y la defensa de los derechos humanos, eliminación
de la corrupción, la lucha por la administración de justicia, la existencia de
clases sociales indiferenciadas, la
importancia del amor entre los seres
humanos y la dedicación a la paz. Podría asegurar que su vinculación a la
guerrilla con el ELN fue ocasional como
él mismo nos lo mencionó: “si me quedo en la ciudad, me mandan a matar en las
calles de Bogotá”.
Conocí al padre
Camilo Torres Restrepo en enero
de 1961 cuando ingresé a estudiar sociología en la Universidad Nacional. La
carrera estaba organizada por semestres con algunas clases en la mañana y otras
en las tardes dependiendo de la disponibilidad de los profesores, que por lo
general trabajaban hora cátedra en distintas universidades.
Nos fuimos intimando poco a poco en una facultad que
ya llevaba un semestre funcionando. El Dr. Orlando Fals Borda quien era el
decano nos dio algunas clases sobre introducción a la sociología. Había escrito
libros tan extraordinarios como “Campesinos de los Andes”, “el Hombre y la
tierra en Boyacá”, “la Violencia en Colombia” y una gran cantidad de artículos
en revistas nacionales e internacionales. Era un hombre admirado por todos, un
costeño fino, elegante, de muy buenas maneras, y un gran amigo. Sus enseñanzas,
sus consejos, y su apoyo en el desarrollo de mi carrera como sociólogo me marcaron
para toda la vida. Nos hicimos amigos.
Yo ya empezaba a destacarme como un buen estudiante dedicado a la academia; a
pesar de que debía tomar parte de mi tiempo al “rebusque” para completar el dinero necesario
para vivir en Bogotá.
Recuerdo también,
con mucho cariño, al Dr. Eduardo Umaña Luna quien nos dio las primeras
notas sobre la importancia del derecho en sociología, derecho comparativo y
algo de derecho internacional. Un hombre justo, íntegro, letrado, de esos
que andan con el último libro que están
leyendo debajo el brazo. Pensador astuto, ágil, excelente profesor. Tenía la
cualidad de hacer sentir bien a sus alumnos. Para la época él era una
persona importante en el ministerio de
justicia y dictaba cátedra en otras prestigiosas universidades. Había escrito
con el Dr. Orlando Fals Borda y Monseñor Guzmán unos de los mejores libros que
se han escrito sobre el análisis sociológico de la violencia en Colombia.
Por supuesto, el padre Camilo Torres Restrepo era para
todos nosotros una figura central. Admirado por todos y todas. Era el párroco
capellán de la Universidad Nacional
desde 1959. En 1960 en colaboración con el Dr. Orlando Fals Borda, Eduardo
Umaña Luna, Carlos Escalante, María Cristina Salazar, Darío Botero Uribe,
Virginia Gutiérrez de Pineda y Tomás Ducay fundaron la Facultad de Sociología de la
Universidad Nacional con el apoyo financiero, paradójicamente, de la Fundación Ford y la asesoría permanente
de prestigiosos sociólogos Norteamericanos como por ejemplo: Eugene Havens ( universidad de Wisconsin),
William Flyn (Ohio Sate), T. Lynn Smith (de la Universidad de Florida), Everett
Rogers y el Dr. Aaron Lipman (Michigan State) entre muchos otros.
El padre Camilo nos enseñó en alguna oportunidad
metodología de la investigación científica y la importancia de entender a los
grandes pensadores de la sociología como Max Weber y Karl Marx. Era duro en su
pensamiento, sensible ante la situación
social y económica en que vivía la mayoría de las clases populares. Había
realizado estudios en Ciencias Sociales en la Universidad Católica de Lovaina
(Bélgica) y estudios de posgrado en Sociología Urbana en la Universidad de
Minnesota. Era un Ph.D. profundo. Recuerdo sus investigaciones sobre “La
proletarización de Bogotá” (Monografía Sociológica No. 9, 1964), en donde deja ver su capacidad de
investigador, analista y pensador
social.
Hacia 1960 la proletarización de algunas de las
principales ciudades de Colombia se veía llegar. Existía un proceso de
concentración de la población en algunas áreas urbanas
como resultado de la presión que ejercía el campo sobre la necesidad de
buscar una vida mejor, en especial, seguridad, y empleo. La violencia política en
casi todas las regiones del país fue un factor catalítico que empujó en parte a los campesinos hacia las
principales ciudades como Bogotá que ya alcanzaba mas de 1.600.000 habitantes, y otras ciudades como Medellín, Cali y
Barranquilla que duplicaban su población en períodos tan cortos como cada 10
años.
Se presionó el espacio físico con la construcción de
viviendas en invasiones de terrenos como resultado de la necesidad. En el sur
de Bogotá surgieron asentamientos populares que crecieron desordenadamente y sin servicios públicos adecuados como el
Policarpa Salavarrieta y algunos tugurios en las laderas de la cordillera y el
norte en Usaquén. Los cordones de miseria proliferaron en la periferia de la
grandes ciudades especialmente en Bogotá.
El padre Camilo había alcanzado una popularidad
extraordinaria, era un líder carismático que predicaba el evangelio a escala
humana, comprendía que la situación
social en Colombia cada vez se deterioraba más y comenzó a participar en política, recorrió los pueblos de la costa
y centro de Colombia y su popularidad fue creciendo muy rápidamente.
Sus ideas revolucionarias se plasmaron en varios
escritos que fueron publicados en el periódico
el Frente Unido como la “plataforma para un movimiento de unidad popular” y
su “Proclama al pueblo Colombiano” desde
las montañas en enero de 1966.
El padre Camilo
hablaba de la necesidad del cambio de las estructuras sociales y económicas del
país, su lenguaje y sus escritos sostenían la necesidad de una revolución
social. Su pensamiento y práctica ideológica lo puso en dificultades con las
autoridades eclesiásticas en una especie
de pequeño enfrentamiento con el Cardenal Luis Concha Córdoba que lo
retiró de la capellanía de la Universidad Nacional y lo mandó de párroco a una
iglesia en Tunjuelito y posteriormente
en este tejemaneje con las autoridades eclesiásticas se vio obligado a retirarse de las
manifestaciones del culto de la iglesia católica pero nunca abandonó la idea de
permanecer como sacerdote.
La concentración de la riqueza era verdaderamente
inaceptable, pequeños grupos familiares eran dueños de mas del 80% de las
tierras útiles, terratenientes que en algún momento de la historia serán
señalados como uno de los factores causales del deterioro de la sociedad
colombiana.
Los niveles de educación eran bajísimos, el acceso a
la universidad era muy difícil con pocos cupos en las universidades públicas en
especial para las mujeres. Uno de cada cien bachilleres podía continuar sus
estudios superiores.
El déficit habitacional superaba el millón de unidades
y muchas de las viviendas existentes estaban deterioradas, los servicios públicos
eran deficientes, la salud no daba para mas allá de una esperanza de vida de 60
años y la seguridad alimentaria de la población estaba diariamente amenazada
por la insuficiencia del empleo.
Para Camilo, estos y otros factores constituían el
panorama de una nación que necesitaba un proceso de cambio que le diera la
oportunidad a la población de vivir mejor.
Se miraba con mucho entusiasmo el proceso de la Revolución
Cubana que había comenzado en 1959 con la toma del poder por las fuerzas que
comandaba Fidel Castro y la inolvidable colaboración de la figura del Che
Guevara, el comandante Cienfuegos y otros. Se seguían los avances de la Revolución
Rusa cuyo desarrollo amenazaba y desafiaba el poderío americano, y el
movimiento de Mao Tsé Tung en la china. Existían en Bogotá y en algunas otras
ciudades movimientos estudiantiles como el Frente Unido que promovían la Revolución en Colombia.
Todos estos movimientos revolucionarios incluyendo el Frente Unido, fracasamos por muchas razones, entre ellas la ausencia de liderazgo, la falta de berraquera para unirse al llamado del padre Camilo.
Es posible afirmar que el padre Camilo Torres es uno de los últimos líderes carismáticos en el país.
Sus ideas eran excelentes, claras, transparentes…
era auténtico, un verdadero romántico de la política y del evangelio a escala
humana. Un hombre incapaz de disparar un fusil para acabar con la vida de una
persona.
Su movimiento alcanzó tanta importancia que produjo
miedo a las oligarquías del país y por eso unos meses después de que estaba con
el ELN (Ejército de Liberación Nacional) y que se supo su ubicación, le metieron
miles de soldados en el lugar en el que se encontraba, cosa que nunca se
hizo con otros movimientos revolucionarios como las FARC (Fuerzas Armadas
Revolucionarias Colombianas) que dirigía Tiro Fijo en las regiones de Sumapaz.
Lo mataron sin darle la oportunidad a Colombia de
probar una plataforma ideológica que hubiera podido ser la solución a tantos
problemas sociales de la mano de uno de los líderes más extraordinarios que ha tenido el
país.
El día que asesinaron al padre Camilo Torres fue un
día de profundo y verdadero dolor de patria. Un líder con un carisma que atraía
a los demás con su presencia y su
palabra y como un don concedido por Dios en beneficio de la comunidad. Predicaba
la bondad basada en la necesidades de los pobres del país. Después de haber
trajinado por las páginas de las ciencias sociales, de contagiarse de pueblo en
las plazas públicas, y como resultado de sus investigaciones y de la clara evidencia
que se desprendía de la sociedad en que vivía, llegó a la ineludible conclusión
de que existía una necesidad imperiosa de empujar hacia un verdadero cambio social en el país.
Era un “Jesucristo” predicando en el púlpito de la
ciudad universitaria en la capilla de la Universidad Nacional de Colombia donde lo escuché en varias ocasiones. Era un
orador sencillo que conversaba el evangelio con sus feligreses en la capilla de
la Universidad Nacional en donde los domingos hacia las 10 de la mañana se reunía
una población de asistentes que llenaba
totalmente la iglesia.
A pesar de ser un hombre de alcurnia, un catedrático
fuera de serie, de clase social bogotana de alto turmequé, era una persona
sencilla de fácil trato con los alumnos,
con sus interlocutores, y como lo conocí de cerca, paradójicamente, podría decir que era un
hombre formado para dirigir un pueblo.
Hace 55 años asesinaron a Camilo Torres. La última vez
que lo vi fue una noche en el mes de septiembre de 1965 en las oficinas del
editorial Ediciones Tercer Mundo. Un grupo de sociólogos, profesores y
profesionales de varias disciplinas fuimos invitados a una reunión de “lanzamiento de un libro”. Se trataba de
acercarse a la despedida a la clandestinidad del extraordinario líder Camilo
quien había logrado mucha popularidad en los pueblos de la Costa Atlántica, en
Cundinamarca y Bogotá y era rechazado fuertemente por los grupos oligarcas en
el país. Se iba a unir a las filas del ELN en las montañas de Santander.
Vestía una chaqueta de cuero negra, pantalones y zapatos oscuros al estilo de cura bogotano.
Con una suave sonrisa y gran talante se paseó y conversó entre los pequeños
grupos de amigos. Yo estaba en el grupo de compañeros de la Universidad
Nacional entre quienes recuerdo a Humberto Rojas, Rodrigo Parra, Álvaro Camacho
, Fernando Uricoechea, Orlando Fals, y otros que no recuerdo.
El padre Camilo se acercó a nosotros y surgió
inmediatamente la pregunta del millón:
–¿pero por qué te tienes que ir a la guerrilla, si has alcanzado renombre y
popularidad en las ciudades, y en las áreas rurales de Colombia?. Sonriente con
su pipa entre los labios nos miró atentamente y muy cariñosamente nos contestó:
–“si me quedo en la ciudad, me matan en las calles de Bogotá”.
Se despidió sin mucho alboroto, se colocó una boina negra sobre la cabeza, alzó sus
brazos y su figura se perdió en la profundidad de esa última noche de encuentro
con sus amigos.
El 3 de julio de 1965 salió a las calles de Bogotá el Semanario “Frente
Unido”. A mi memoria llega la imagen de verme en la carrera séptima frente a la
Universidad Javeriana con un grupo grande acompañando a Doña Isabel Restrepo,
mamá de Camilo, quien “feliz” repartía el semanario entre todas las persona que
encontraba. Ese día jueves era el Año 1,
el No 1 del semanario que salía en una
edición de 10.000 ejemplares “creo” de distribución gratuita por que no
recuerdo haber visto a alguien pagando
por el periódico. El semanario contenía el mensaje de Camilo a los cristianos.
En otro numero posterior se presentó la
“Plataforma para un movimiento popular” y en enero de 1966, antes de su
asesinato, la “Proclama al pueblo colombiano”. Se hicieron
13 publicaciones del semanario que salía los jueves.
Camilo se unió a la guerrilla con la ayuda de Jaime
Arias dirigente estudiantil en la Universidad Nacional y de Fabio Vásquez Castaño cofundador del ELN
en 1964, con quien se había visto en Bucaramanga
antes de incorporarse a ese movimiento
guerrillero. Los rumores cuentan como Fabio
Vásquez, quien llevaba ya algún tiempo
como guerrillero, apreciaba mucho a Camilo y lo ayudó en su breve entrenamiento
militar. El día en que lo mataron Fabio estaba con él en las montañas de Santander
cerca del río Cascajales. Fabio contó después que ese día martes 15 de febrero
hubo un enfrentamiento con la tropas del ejército de la quinta brigada en una
región de difícil acceso y movimiento.
El ejército los estaba buscando porque Camilo era un
líder nacional de mucha popularidad y
gran importancia nacional. El gobierno
del momento saliente dirigido por Guillermo León Valencia fuertemente presionado por el entrante recién
elegido presidente (mayo de 1965) Carlos Lleras Retrepo miraba con mucha
atención la política guerrillera que estaba comenzando en las montañas de
Santander.
La Quinta Brigada del Ejército en Santander comandada por el General Álvaro Valencia Tovar
quien se declaró “amigo de Camilo” mandó un grupo significativo de sus hombres a
la zona en donde se sabía que el “cura guerrillero” se encontraba en el área.
Cuando empezó el combate algunos guerrilleros del ELN
se encontraban en la parte baja de la montaña. Hubo un fuerte enfrentamiento y algunos combatientes fueron
dados de baja muy rápidamente. Camilo que estaba en la parte alta observó como
algunos de sus compañeros cayeron ametrallados por los soldados y decidió descender
para ayudarlos y también para recoger
algunas de las armas y luego subir hasta donde se encontraba Fabio Vásquez
Castaño. Con tan mala suerte que antes de llegar a la parte baja de la montaña los
disparos de los soldados hicieron blanco en su cuerpo y rodó por la pendiente
hacia donde estaban los cadáveres de los tres o cuatro guerrilleros muertos. Fabio
como pudo se alejó por entre los matojos de la parte alta y desapareció del
sitio en donde se dio el combate.
Los cuerpos de los muertos, entre los cuales se encontraba
el de Camilo, fueron enterrados en una área medio selvática en las cercanías del río Cascajales por
orden del general Valencia Tovar.
Para todos su cuerpo se desvaneció desde aquel día. Y
con él toda la fuerza de los seguidores de Camilo. Fabio Vásquez Castaño con el
tiempo fue destituido de su cargo en 1973 y se exilió en Cuba en donde vivió
por muchos años y murió en diciembre de 2019.
Tres décadas después en un rollo elaborado por la
revista Semana del año 2002 el secreto del General Valencia se presentó al público.
En el artículo se cuenta la historia de mi General dando órdenes a los soldados
de enterrar en bolsas de plástico negro por separado los restos del “cura
guerrillero” Camilo Torres de los otros tres
cadáveres. De cómo unos tres años después de este suceso los hace
desenterrar para trasladarlos en “ secreto”
a un panteón militar en Bucaramanga. Guardando la mayor discreción del
caso y dejando una carta en sobre lacrado con las indicaciones de que le sean entregados
a su hermano el Dr. Fernando Torres Restrepo
(1924-2007) médico profesor de
neurocirugía en la Universidad de Minnesota ( Usa) los restos mortuorios de
Camilo en uno de los viajes que hace a Bogotá.
Nadie conoce la verdad, han pasado muchos años. Los
participantes en este cuento ya han desaparecido: el presidente Guillermo León
Valencia, quien ordenó el entierro de los cadáveres y el general Valencia Tovar
que los enterró y los desapareció en una trama de película.
Aquí evoco un recuerdo interesante que hace que
aparezca una ficha importante en este rompecabezas. En la Fundación Americana
con sede en Bogotá trabajábamos un grupo de estudiantes de sociología, en ese
momento cursaba mi tercer año, realizando pequeños trabajos de investigación
bajo la dirección de un sociólogo sueco que nunca conocimos. Nos pagaban muy
bien por cada informe presentado. Estos informes detallaban aspectos de las
huelgas estudiantiles de la universidad Nacional utilizando fuentes de
información secundaria como revisión de los
principales periódicos a nivel
nacional y entrevistas, lo más detallado posible indicando los nombres propios
de líderes estudiantiles y señalando con precisión los objetivos declarados de
las mismas. Qué pesar que no guardamos copias de esos documentos, o por lo
menos yo no lo hice.
La verdad éramos todos muy ingenuos. La mayoría de
nosotros, amigos del padre Camilo
Torres, y simpatizantes del Frente Unido, en algún momento trabajábamos a
destajo en la Fundación Americana a través de la cual se sabía que enviaban a
Camilo: víveres, drogas, dinero, información, chismes y rumores a finales de
1965. Con los años vine a saber que la Fundación Americana era un centro de
espionaje que desapareció después de la muerte de Camilo. Es posible creer que
de alguna manera los chismes y rumores que se manejaban en la Fundación ayudaron en la información para conocer el lugar
en donde se encontraba, sus movimientos y las debilidades tácticas y
operacionales que lo rodeaban. Una trampa que muy pocos reconocimos.
“Paz en tu
tumba desconocida, hermano Camilo”.
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