Juan Gabriel Vásquez nos muestra de nuevo su maestría con el dominio de temas complejos, en su obra, Volver la vista atrás. En cuanto a la estructura, vemos un narrador en tercera persona que combina hechos de un presente y de un pasado, narrado también en presente; el corte de tiempos, de acciones y de lugares, genera más atención e interés en el lector, al dejar varios sucesos en suspenso. La estructura es circular. El relato termina en presente, tal como empieza. Técnica que vemos con frecuencia en la narrativa actual. El lenguaje en varios pasajes se torna poético y profundo.
El gran tema que atraviesa la obra es el manejo del poder. El poder de los padres sobre los hijos y el poder político. El poder y su abuso, lo vemos y lo sufrimos en muchas ocasiones desde las diferentes relaciones interpersonales, desde la política, la religión y desde todos los ámbitos en los que lo único que prevalece es una verdad o postura absoluta, un dogma. En la obra en mención, sentimos con fuerza el poder de Fausto Cabrera sobre sus hijos y esposa. Sentimos también el poder extremo de una forma de gobernar, denominada Comunismo.
El tejido de historias nos cimbra
desde el comienzo por el drama familiar que las anuda. Fausto y Luz Elena, viven
su crisis como pareja que los fractura como grupo, especialmente a Sergio.
Fausto empieza a vivir serias dificultades con su trabajo artístico. En este
contexto, recibe una oferta cultural para trabajar en China, que resulta ser el
anzuelo para un adoctrinamiento político. Seducido Fausto, lo que sigue es convencer
a su mujer e hijos. Se motivan. En la decisión, impera el deseo de superar
el ambiente familiar tenso. Vislumbran en un cambio de país y de cultura, una
posible oxigenación.
Fausto Cabrera ejerce un exagerado
poder sobre su familia; pero a su vez, él es víctima de ese poder político, que
lo seduce y lo atrapa y en el que queda obnubilado por un dramático idealismo.
Como lectora, sentí desde el principio, un fuerte rechazo hacia su personalidad;
pero la historia de su vida, contada magistralmente por Vásquez, a partir de lo
interpretado por los relatos de Sergio y Marianella, nos permite entender cómo
se incubaron sus ideas revolucionarias y el por qué se aferró como un
salvavidas a ellas. Su infancia y adolescencia quedaron marcadas por los
estragos y horrores de la guerra civil española, que obligaron a su familia y a
otras tantas, a salir de España. En su formación política, Influye también la
forma de pensar y de actuar (frente a la dictadura de Franco) de un tío
materno.
¡Qué triste resulta todo! Los
ideales políticos que mueven a la familia Cabrera se van desmoronando poco a
poco. Sufren especialmente Sergio, Marianella y Luz Elena. Fausto aporta a la
revolución; pero nunca llega a vivir con la misma intensidad, los dramas de sus
hijos ni de su esposa. ¡Qué entrega, qué fortaleza y resiliencia la de luz
Elena y sus hijos! Fausto que no vivió la tercera parte de sus sufrimientos,
tiene el descaro al final, de seguir pensando e imponiendo, básicamente a Sergio,
que siga entregado a la revolución y esto se da porque nunca se interesó en propiciar
un diálogo, que le hubiera permitido enterarse de las vivencias y dificultades
que cada uno tuvo que sortear, en las que se pusieron en riesgo la dignidad, la
autonomía, la salud y lo más valioso, sus vidas con sus proyectos e ilusiones.
Un personaje que vale la pena
destacar, es el de Luz Elena. Muestra dotes artísticas y una postura
beligerante en marchas y reclamos sociales. La observo por un tiempo pasiva
ante decisiones trascendentales de la familia; pero al final nos sorprende por
el gran compromiso que asume ante la causa revolucionaria y por el decisivo
papel que juega, cuando sus ideales políticos se derrumban, para encontrar la
salida de la gran maraña en que se encuentran. Muestra fortaleza e inteligencia para hallar
el camino que los retorna a todos, a una vida digna y autónoma. Marianella
valiente y resiliente, trabaja en llave con su madre. Guillermo su esposo, a
quién conoce en la selva, también abre puertas para desviar el dramático rumbo.
Como contraste, Fausto termina con su actitud terca, fría e impositiva.
A Sergio lo percibimos siempre
sumiso ante las decisiones del padre y jefes guerrilleros. Marianella asume una postura muy distinta, más
contestataria. Desde la infancia se enfrenta al padre y en la selva, a la
autoridad guerrillera cuando es arbitraria. Por confrontarla, casi pierde la
vida. Más adelante, Sergio vivirá su
trascendental momento: desafiará la avasalladora figura paterna. Lo
podemos leer en la página 467, Editorial Alfaguara, primera edición: “Toda
la vida he hecho lo que tú querías, toda la vida la he pasado callado, tratando
de complacerte. Pero ya me he dado cuenta, papá. Me he dado cuenta de que
callar no es una cuestión de temperamento: es una enfermedad.” Fausto sigue con los ojos vendados y le
insiste a Sergio que se quede en China, luchando por la revolución, a costa de
su aplazado deseo de formarse como
director de cine en Londres. El drama se intensifica. Fausto muestra una vez más, que sus ideas son
las únicas que importan. Por primera vez, Sergio no las acata. Fausto condena el
sendero que le señaló al hijo desde su infancia, el sendero del teatro y del
arte. Prima para él, el sueño por un mundo mejor, representado en un movimiento
político, que para él no está fallido. Luz Elena asume de nuevo su papel
relevante. Encara a Fausto y le expresa que, desde hace tiempo viene apoyando
los sueños de su hijo.
Me impactó mucho el gran poder de
Fausto representado en el escrito, que les deja a sus hijos, cuando decide dejarlos
en China para iniciar con luz Elena, su trabajo revolucionario en Colombia. Es un
ideario para seguir, sin discusión. Sergio lo lee infinidad de veces, es su
brújula. Entre los preceptos, me llama la atención el que se refiere a la
negación del amor. Les pide no enamorarse, porque ello los aleja del gran objetivo, que es hacer la
revolución. Similar prohibición, viven muchos líderes religiosos. El amor a un Dios
es la prelación. La simbología del texto de Fausto se parece mucho a la de “El
libro rojo” de Mao y en últimas a “La biblia” y a la de cualquier texto que se
considere sagrado. Sus ideas se acatan, no se cuestionan. La palabra de Mao y
la de Fausto, representan la palabra de Dios.
Resulta muy significativa la
reacción de Sergio y de Marianella ante el fallecimiento del padre. Ninguno
asiste al sepelio. Sergio se encuentra en España para realizar una presentación
de sus películas y pudo haber retornado a Colombia para asistir al funeral y
posponer su compromiso cultural; pero no lo hizo, ni mostró alguna culpa. La
muerte del padre, sumada a otros hechos de trascendencia, desencadenan en
Sergio su deseo de “Volver la vista atrás” que toma forma en el genial entramado
que construye Juan Gabriel Vásquez. Cuando terminamos de leer la obra y nos
enteramos de la compleja relación que vivieron Sergio y Marianella con su
padre, encontramos la respuesta a la aparentemente fría actitud de los hijos. “Volver
la vista atrás”, representa la cicatrización de unas heridas.
“Volver la vista atrás” me
recordó la obra magistral de Leonardo Padura, “El hombre que amaba a los
perros”. Las dos trabajan el exceso del poder, ejercido por los padres y por dirigentes
políticos. En la obra de Padura, vemos
el enfermizo poder de una madre, (a su vez dominada por un régimen político)
sobre uno de sus hijos. En las dos novelas un sistema político, el comunista,
domina a unos padres, quienes a su vez doblegan a unos hijos. Cada uno de los
autores, desenmascara las atrocidades de un régimen que destroza vidas, al
robarles sus ilusiones y autonomía.
Otro aspecto importante para destacar
es lo expresado por Juan Gabriel en “Nota del autor”, sobre el manejo de la
ficción. Ya lo había señalado con el mismo título en “La forma de las ruinas”,
pero aquí lo profundiza más. Anota que partió de hechos reales, narrados por
Sergio y Marianella; la parte ficcional consiste en moldear, en dar forma a los
hechos presentados por los protagonistas del relato. Al moldear, interpreta sus
sentires y escudriña en el interior de sus vidas. Vásquez aclara que, en las novelas
pasa a un segundo plano, que los personajes sean reales o no. Lo que determina
a la novela y a la literatura en general, es el manejo de la ficción, marcada a
su vez por las interpretaciones que de ciertas vidas hace el autor.
Destaco las siguientes ideas, presentes en “Nota
del autor”, páginas 474 y 475, Editorial Alfaguara, primera edición: “Me
gusta la idea de la interpretación, pues eso es lo que me vi haciendo más de
una vez con los hechos de la vida de Sergio Cabrera. Mi labor de novelista,
frente al magma formidable de sus experiencias y la de su hermana, consistió en
darles a esos episodios un orden que fuera más allá del recuento biográfico: un
orden capaz de sugerir o revelar significados que no son visibles en el simple
inventario de los hechos…La interpretación es también parte del arte de la
ficción; que el personaje en cuestión sea real o inventado es, en la práctica,
una distinción inconducente y superflua.”
Para cerrar, no podemos
desconocer el gran acercamiento que logramos a las producciones artísticas de
Fausto y de Sergio Cabrera, enmarcadas en diversos contextos históricos, políticos
y culturales. Vivimos también con Fausto, Luz Estela, Sergio y Marianella, sus
dramas y comprendemos desde una mirada más humana, significativos momentos
históricos, que de alguna forma ha incidido en nuestras vidas.
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