Eduardo Toro
un barco enorme
un barco con las luces encendidas
anclado a mis sueños de madera
que navegase sin norte hasta alcanzar
la playa
o zozobrase perdido en los límites
del tiempo.
También un día quise ser ave
un aguerrido pájaro de infatigable
aliento
que alcanzara dimensión de estrella
y desde el cielo en vuelo sostenido
poder observar entre las nubes
la inocultable pequeñez del mundo.
Alguna vez tuve pretensión de abuelo
de abuelo viejo medio sordo y ciego
con un racimo de nietos colgados a su
cuello
de los que se pasan las tardes y las
noches
buscando olvidos en el carriel de cuero
e inventan cuentos de su propia vida
-
Un abuelo con presente de mulas y
caminos
alpargatas muleras y yesquero
con pasado de fondas y gritos de
arriería
con descansos de luna sobre enjalmas
y faenas de sol por los caminos
con heridas sangrantes de herraduras.
Un día me vestí de árbol y pude gritar
¡Soy un árbol enorme y milenario!
escucho entre mis ramas temblorosas
el canto de pájaros y me lleno de arrullos
estoy cubierto de líquenes y musgos
y guardo arcilla para mullir los nidos
En mi vetusto tronco
se está arrugando el tiempo
por mis hojas resbalan cristalinas
y lentas las horas de la tarde
Como gotas de olvido.
Que barco y pájaro
se refugien al calor de mi follaje
y el abuelo se quede eternamente
sujetando a mi tronco su estatura.
Soy un árbol
soy un árbol enorme
soy un roble
a punto de caer.
.
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