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martes, 29 de noviembre de 2022

El duelo

                                                          Alexandra Correa 

Ramiro está de luto por la muerte de su madre. Ha sido devastador. Ella se encargó de malcriarlo durante cuarenta y cinco años. Se había graduado de abogado, nunca ejerció. Tuvo siempre dos criados. Nunca hubo mujer que lograra cautivarlo. El día que falleció, quiso enterrarse con ella.

Pasaron dos meses y Ramiro tomó la decisión de no vivir mas. Cavilaba sobre cual seria la forma menos dolorosa de morir. En sueños, se veía tomando pastillas, colgado de una soga, acostado en los rieles del tren, tirándose de un edificio o cortándose las venas.

Salió y compró la soga que aguantara sus ochenta y cinco kilos, ató la cuerda a una viga del techo de su habitación, lo pasó por su cuello, dio un pequeño paso adelante del butaco en el cual se encontraba parado, miró al cielo y exclamó:

-¿Señora escritora por qué me quiere matar?

-    -¿Yo? Cómo te atreves...estás en mi imaginación. ¡¡¡No eres real!!!

-   -¿Cómo sabes tú que eres real? Tu mundo puede ser ficticio, puedes ser el producto de la imaginación de alguien más. Piénsalo escritora, no me mates.

Detuvo su historia. Pasada la media noche falleció. Ramiro se quedó esperando su final. Ella nunca escribió su desenlace y él tomó las riendas de su vida.

martes, 22 de noviembre de 2022

Un beso callejero

  

Carlos Mira

Salió de la famosa école Marais llena de gozo, dando saltos. Eloise la había convencido para entrar allí dado su talento. Luego de pruebas, ensayos y trabajo en la barra, había llegado a la audición final frente al jurado, con miembros todos cercanos a los mejores grupos franceses de ballet. Había sido aceptada con una mención de felicitación. Temblaba ansiosa de comentarle a Eloise que habían conseguido algo que parecía imposible tan sólo meses atrás.

Miró el reloj y vio que tenía tiempo para mirar la retrospectiva de Robert Doisneau en el museo D´Orsay, antes de esperarla en el café donde habían quedado de encontrarse. El museo era esplendoroso, la transformación de la estación de tren generó un espacio lleno de luz, alto, acogedor y suave donde estaba segura de que las fotos de Doisneau resaltarían esplendorosamente: la de los niños en clase y uno de ellos mirando el reloj; las niñas en triciclo y patines pasando debajo de la Torre; la niña mirando al anciano afilando cuchillos; la de los niños de espaldas en los orinales y las de los besos en los puentes, en las calles, en las plazas de la ciudad que adoraba. Tenía toda la intención de volverlas a mirar, con el sentimiento de que ya tenía su camino artístico definido y que cualesquiera que fueran sus dificultades, habría de gozar hasta el minuto final su vida con Eloise y el gusto compartido por el arte.

Y las fotos confirmaron su pálpito: el espacio era perfecto y el despliegue de las fotografías era bello y tomaban una perspectiva más universal al verlas todas juntas. Le habían recomendado que se detuviera un momento en la foto del “El beso del Ayuntamiento” que había sido tomada a principios de la primavera y que era la primera vez que se exponía en público. Lentamente se movió a través de la exposición, gozando cada obra hasta que llegó a la frase de Doisneau en la antesala del Beso: «Esta foto me inquieta un poco. ¿Por qué tanta gente se identifica con ella? Porque es el símbolo de un momento feliz»

Entró enseguida a la sala y, por su posición y tamaño, era el centro de la muestra. Miró la foto extasiada. Creía que conocía al hombre que abrazaba a la mujer por su desenfado, su pelo ensortijado, su desparpajo en el abrazo, sus dedos largos casi iguales, y de pronto sintió que caía desmayada. No sabía por qué, una angustia infinita le apretó las vísceras al recorrer la foto, el cuello de la mujer, su forma de besar, la ternura con que mantenía sus ojos cerrados…

¡Dios mío es Eloise! Y salió corriendo del museo.

Viajar, leer, escribir

 

Leer, escribir, viajar.

Vivencias por descubrir,

acercar, palpar, vivir.

Culturas por descifrar,

aprehender, cotejar.

Escudriñas vastos mundos

con andar meditabundo.

Viajar, lecturas soñadas,

Tañeadas, exploradas.  

 Cimbran, movilizan los rumbos.

 

Luz María Gómez Ospina

 

 

 

 

 

lunes, 21 de noviembre de 2022

Como polvo en el viento

 


Clemencia Gómez

Decidí viajar de nuevo a la isla de Cuba; por quinta vez que me adentro en la idiosincrasia de la gente y su entorno geográfico, social y económico. Utilicé el pasaporte recién actualizado y decidí subirme en el vuelo del escritor Leonardo Padura, “Como polvo en el viento”, novela que arrastra sentimientos profundos a los que se han visto enfrentados él y los amigos de su generación, nacidos en los años 50. La educación que recibieron fue de calidad, aunque enmarcada en las premisas impuestas por la revolución. Se trata de un grupo de profesionales médicos, científicos, ingenieros, pero al mismo tiempo seres restringidos por un pensar y un actuar predeterminado.  Actos como escuchar música de los Beatles, podría ser tema de censura política.  Se trata de El Clan, tribu de amigos nacidos bajo el mismo sol, portadores de diversos sentimientos, pero unidos por la fraternidad y el amor férreo a la patria. La atmósfera del viaje estuvo cargada de nostalgia, amor, tensión, confusión, intriga y añoranza, sentimientos presentes durante todo el recorrido. Al subirme a la nave, me di cuenta que no se trataba de un trayecto directo a la isla de Cuba, sino con múltiples escalas, España, Estados Unidos, Puerto Rico, Argentina y Francia, lugares a los que han ido a parar algunos de sus amigos, como resultado de la “diáspora cubana”. Y ¿qué significa diáspora?  Es la dispersión de un pueblo o de una comunidad, por diversos lugares del mundo, hecho que puede obedecer a conflictos, religiosos, políticos, étnicos, sociales, o económicos. En el presente viaje el escritor cubano, pone la lupa en su generación, quien se abalanzó por el mundo como polvo en el viento, en busca de nuevas y mejores oportunidades para alcanzar la anhelada autorrealización.

¿Y del bloqueo qué?

En entrevista concedida a una red virtual española de noticias, el escritor afirmó que prefirió darle a esta obra un enfoque de amistad y solidaridad, más que enfatizar en el tema político. Con respecto al bloqueo económico impuesto por los Estados Unidos a la isla, agregó, que es algo real, y no un pretexto para la queja, la pobreza y el abandono.

¿Qué tuvo de especial el periodo especial?  

El recrudecimiento del embargo impuesto por Estados Unidos, y el colapso de la Unión Soviética en los años 90, socio comercial de la isla, y de quien obtenía los hidrocarburos y sus derivados, Cuba se enfrentó a una severa depresión económica, que la llevó a realizar reformas en la agricultura, a reacondicionar la industria y la salud. A esta época se la llamó Período Especial.

miércoles, 16 de noviembre de 2022

Desde mi ventana

                                                               Jesús Rico Velasco

 Mientras ubicaba un lugar para vivir en Cali, mi hermana mayor, me acogió en su casa del barrio la Flora. Mi alcoba en el segundo piso me permitía otear desde mi ventana a una preciosa vecina que pasaba caminando a la hora del almuerzo. 


«Se llama Olga Lucía»,  dijo mi hermana, advirtiendo mi interés. «Si supieras…», continuó diciendo.  «Estaba casada con un médico que  resultó con un problema psiquiátrico y no pudieron  vivir juntos. Dicen que era esquizofrénico. Aida, la mamá, me contó que están tramitando un proceso de anulación del matrimonio ante la iglesia católica». En un ratico de conversación me echo todo el rollo que reforzó mis intenciones de conquistarla. Desde la ventana mi mirada la seguía y en mi mente la imaginaba con vestidos variados y faldas a la altura de la rodilla. Me fascinaba verla pasar con unos pantalones largos, medio apretados, que mostraban sus curvas de mujer con un trasero que “sacaba la cara por ella”. Era una caleña bonita, de buena estatura,  pelo castaño a la altura del hombro, ojos negros, piel canela, y un cuerpo de porte de reina con caminado elegante.

martes, 1 de noviembre de 2022

Griet

 

  Jorge Enrique Villegas M.

 

      Kitin en las noches analizaba los cuadros de Vermeer tratando de entender  por qué le tocaban sus obras. Se propuso pintar como el maestro y develar los secretos de su técnica. A Vermeer lo volvió un dios: sus pinturas son perfectas, decía, en el tiempo nocturno que se le iba sin dormir. 

    Se levantó, dejó la paleta de pinturas, el pincel y el libro en el que estudiaba.. Fue al baño y se lavó la cara. Llovía. Desde la ventana de su habitación percibió los tonos grises del cielo y se preguntó cómo lo pintaría el maestro. Sintió el aire frío y los vellos de los brazos se le erizaron. Se recostó en un viejo sillón.

    Ojalá no lo escriba, pero si lo hace, hágalo con K, —expresaba cada vez que acordaba un compromiso—recuerde que mis pinceles y espátulas son los buriles que pulen las figuras que plasmo. Sostenía con amargura que sus reproducciones eran mejores que muchos de los originales exhibidos en museos. Por eso le pagaban sin regateo la tarifa que pedía por cada una de las réplicas que elaboraba.  Aún así vivía inconforme. Sentía rabia de sí mismo. ¿Dónde estoy yo? ¿Dónde está mi creatividad?

Un verano caliente

 


Jesús Rico Velasco

 

Al finalizar la maestría en sociología rural en agosto de 1969 solicité una trasferencia para ingresar al programa de doctorado en el Departamento de Sociología. Una revolución teórica orientada hacia el desarrollo de los programas dejados por el Dr. Hans Zetterberg se gestaba. Los enfoques se centraban en estudios de población,  Ecología política    y   Comunidad Urbana  y  Educación.

La niña de la flauta

 El 13 de mayo de 1981 Mehmet Ali Ağca le disparó dos veces a Juan Pablo II cuando recorría la plaza de San Pedro. El ticker tape de Morgan Stanley en New York, el mayor operador bursátil del mundo, paró un instante y dio paso a la noticia. Los traders levantaron la cabeza y volvieron inmediatamente a su labor porque el asesinato de un pontífice no mueve los mercados.


 Carlos Mira

Emanuela Orlandi, nacida en el Vaticano, 15 años, grácil, con ojos verdes almendrados, le pidió a su hermano Pietro que la llevara a su clase de flauta. Emanuela era hija de un empleado del Vaticano, quien en su lecho de muerte exclamó “aquellos con quienes trabajé toda la vida, me traicionaron”. La familia Orlandi había servido a siete pontífices. Pietro por pura pereza no quiso acompañarla. La familia recibió a las cinco de la tarde una llamada de Emanuela diciendo que un hombre de la compañía Avon, quien conducía un BMW verde, le había indicado que podía vender los productos de la empresa. Ella aceptó hacerlo y porque iba a empezar ese día, llegaría algo tarde a casa. Que por favor le dijeran a su hermana Federica, con quien había quedado en encontrarse después de clase, que no iba a cumplir la cita.