Alexandra Correa
Pasaron dos meses y Ramiro tomó la decisión de no vivir mas. Cavilaba sobre cual seria la forma menos dolorosa de morir. En sueños, se veía tomando pastillas, colgado de una soga, acostado en los rieles del tren, tirándose de un edificio o cortándose las venas.
Salió y compró la soga que aguantara sus ochenta y cinco kilos, ató la cuerda a una viga del techo de su habitación, lo pasó por su cuello, dio un pequeño paso adelante del butaco en el cual se encontraba parado, miró al cielo y exclamó:
-¿Señora escritora por qué me quiere matar?
- -¿Yo? Cómo te atreves...estás
en mi imaginación. ¡¡¡No eres real!!!
- -¿Cómo sabes tú que eres real? Tu mundo puede ser ficticio, puedes
ser el producto de la imaginación de alguien más. Piénsalo escritora, no me
mates.
Detuvo su historia. Pasada la media noche falleció. Ramiro se quedó esperando su final. Ella nunca escribió su desenlace y él tomó las riendas de su vida.
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